La valenciana, que suma más de un millón de lectores, vuelve a las librerías con «La teoría de los archipiélagos»

La escri­to­ra valen­cia­na Ali­ce Kellen (GREG A.SEBASTIANQ).

La exi­to­sa escri­to­ra valen­cia­na Ali­ce Kellen (Valen­cia, 1989), suma más de un millón de lec­to­res, vuel­ve a las libre­rías con La teo­ría de los archi­pié­la­gos (Pla­ne­ta), una nove­la —la que hace cator­ce en su bio­gra­fía— «sen­ti­men­tal y más ínti­ma» que gira en torno a temas como el enve­je­ci­mien­to, el amor y la ver­da­de­ra natu­ra­le­za de la feli­ci­dad.

«Es una nove­la que eti­que­ta­ría en un géne­ro dis­tin­to: el sen­ti­men­tal. Es adul­ta y sigue una línea que ya he explo­ra­do ante­rior­men­te, con nove­las como Sigue llo­vien­do o El chi­co que dibu­ja­ba cons­te­la­cio­nes: todas se ambien­tan en Valen­cia y tie­nen una exten­sión cor­ta en com­pa­ra­ción a las demás. Me preo­cu­pa el vér­ti­go que supo­ne hacer cosas nue­vas, por­que es inevi­ta­ble enca­si­llar­se, pero quie­ro seguir inten­tán­do­lo de vez en cuan­do, per­mi­tir­me explo­rar otros regis­tros, aun­que ten­go cla­ro que lo que me intere­sa son las emo­cio­nes, los víncu­los y los afec­tos».

Así lo expre­sa, en decla­ra­cio­nes a Euro­pa Press, la auto­ra, quien en esta obra cen­tra la tra­ma en dos per­so­na­jes. Mar­tín, a sus 72 años, vuel­ve deci­di­do a encon­trar lo que en su momen­to per­dió. La narra­ción se tras­la­da al verano de 1980, cuan­do él era un joven redac­tor e ilus­tra­dor de enci­clo­pe­dias y lle­gó un peque­ño pue­blo valen­ciano con ins­truc­cio­nes pre­ci­sas de su jefe: ter­mi­nar la enci­clo­pe­dia botá­ni­ca que lo ocu­pa.

Por­ta­da del últi­mo libro de Ali­ce Kellen.

Mar­tín, ali­via­do ante la opor­tu­ni­dad de tomar­se un res­pi­ro de su cri­sis matri­mo­nial con Can­de­la y de su insis­ten­cia para que encuen­tre un tra­ba­jo más res­pe­ta­ble, acep­ta ocu­par la casa de vaca­cio­nes de su jefe. Pero el Mar­tín del pre­sen­te bus­ca Isaac, en quien tan­to ha pen­sa­do en las últi­mas déca­das.

Entre las pági­nas de La teo­ría de los archi­pié­la­gos «se escon­de una his­to­ria que comen­zó en los años 80 y per­du­ra mucho tiem­po des­pués» y «tam­bién hay amor, dudas, fami­lia, bús­que­da y flo­res, muchas flo­res», seña­la Ali­ce Kellen.

«Mar­tín ­­—expli­ca— es la típi­ca per­so­na un poco gris, sin gran­des ambi­cio­nes, a la que la vida le pasa por enci­ma sin más. Está ador­me­ci­do, nun­ca ha des­ta­ca­do espe­cial­men­te. Me gus­ta por­que no es pre­ci­sa­men­te el pro­ta­go­nis­ta que sue­le ena­mo­rar. Isaac, en cam­bio, se acer­ca más a ese per­fil: valien­te, sin­ce­ro, inten­so, muy trans­pa­ren­te».

En la ambien­ta­ción tie­ne un peso cru­cial el ori­gen valen­ciano de la escri­to­ra, que deci­dió no poner­le un nom­bre con­cre­to al lugar don­de se desa­rro­lla la acción, pero sí recrear «el ambien­te, las cos­tum­bres y las sen­sa­cio­nes» que ella mis­ma ha cono­ci­do. «O, al menos, así recuer­do la vida en el pue­blo cuan­do pasá­ba­mos allí los vera­nos. Siem­pre dejas más de ti en el con­tex­to cuan­do escri­bes en torno a luga­res que te per­te­ne­cen», apun­ta.

«Las inquietudes del momento»

La auto­ra, que se carac­te­ri­za por actua­li­zar la lla­ma­da nove­la román­ti­ca, con­tes­ta a la pre­gun­ta de si es nece­sa­rio que este géne­ro supere los cli­chés de la pare­ja hete­ro­se­xual joven para acer­car­se defi­ni­ti­va­men­te a más públi­cos. «Creo que, por suer­te, actual­men­te en el mer­ca­do se pue­den encon­trar bue­nas nove­las que han roto los este­reo­ti­pos. Pero que­da mucho tra­ba­jo por delan­te, cla­ro», reco­no­ce.

Y aña­de: «En cual­quier caso, no sien­to que haga nada nove­do­so que no escri­ban muchas de mis com­pa­ñe­ras, mis nove­las han ido cam­bian­do en base a mi pro­pia evo­lu­ción per­so­nal. Los libros son un refle­jo de la socie­dad, una for­ma de plas­mar las inquie­tu­des del momen­to».

Recien­te­men­te, la edi­to­rial nor­te­ame­ri­ca­na Sour­ce­book ha com­pra­do los dere­chos para la publi­ca­ción en inglés de varias de las obras de Ali­ce Kellen. Pre­gun­ta­da por si tie­ne una expli­ca­ción para el fenó­meno en el que se ha con­ver­ti­do, admi­te no tener ni idea.

«En cues­tión de gus­tos, el públi­co man­da. Yo inten­to man­te­ner la ilu­sión cuan­do escri­bo, eso sí, y hacer­lo un poco para mí, por­que solo de esa mane­ra logro vivir la his­to­ria y creo que es el pri­mer paso para tras­mi­tir esas emo­cio­nes», con­clu­ye.

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