La reapa­ri­ción cine­ma­to­grá­fi­ca de Sofía Loren le ha ser­vi­do al perio­dis­ta y crí­ti­co Rafa Marí para reme­mo­rar diver­sas y diver­ti­das anéc­do­tas en torno a la actriz ita­lia­na. Entre otras, la entre­vis­ta que en el ya lejano 1979 publi­có Marí en la Car­te­le­ra Turia tras la fugaz visi­ta de la Loren a Valen­cia para pro­mo­cio­nar su auto­bio­gra­fía. Años des­pués, Sofía Loren vol­ve­ría a nues­tra ciu­dad como artis­ta invi­ta­da de la Mos­tra. Recu­pe­ra­mos aque­lla publi­ca­ción que da cuen­ta de la pre­co­ci­dad perio­dís­ti­ca de nues­tro cola­bo­ra­dor y de su incom­bus­ti­ble cine­fi­lia.

La ima­gen que siem­pre me he empe­ña­do en con­ser­var de Sofía Loren ha sido la de aque­lla mucha­cha subi­da en la par­te pos­te­rior de una modes­ta moto­ci­cle­ta y cogi­da bien fuer­te del tor­so de Anto­nio Cifa­rie­llo en La chi­ca del río. O la de una Sofía voci­fe­ran­te que ven­día pes­ca­do y anda­ba con gran­des zan­ca­das para sacar­le jue­go al movi­mien­to de sus soli­dí­si­mos pechos en Pan, amor y …  Yo ya sabía que de esa Sofía años 50 no que­da­ba nada, pero la Sofía de car­ne y hue­so que entró al salon­ci­to del hotel don­de se con­vo­ca­ba una rue­da de pren­sa, con moti­vo de la pre­sen­ta­ción del libro auto­bio­grá­fi­co de la actriz, pro­pi­nó la más cruel y defi­ni­ti­va de las esto­ca­das a uno de los teso­ros de mi memo­ria de ado­les­cen­te: del­ga­dí­si­ma («tal­men­te una espá­tu­la», excla­mó mí ami­ga Lola, que siem­pre defi­ne muy bien), con un aire majes­tuo­so, por el que se había sacri­fi­ca­do el andar vigo­ro­so de antes por los pasos menu­dos y frá­gi­les de aho­ra; los pechos disi­mu­la­dos al máxi­mo tras el sua­ve mode­lo mal­va de Chris­tian Dior; y acom­pa­ña­da por una prin­ce­sa de pose mar­mó­rea (la prin­ce­sa de Bavie­ra) y dos aco­ra­za­dos guar­da­es­pal­das. 

Sofía Loren, con todo el touch de la alta bur­gue­sía finan­cie­ra; si no la cono­cié­se­mos, pen­sa­ría­mos al ver­la que se tra­ta­ba de una pri­me­ra minis­tra, la jefa de rela­cio­nes públi­cas de una mul­ti­na­cio­nal o la due­ña de una gran red hote­le­ra. Con todo, a Sofía no le fue difí­cil sedu­cir­nos, a noso­tros los perio­dis­tas. Es una mujer inte­li­gen­te, una bue­na actriz con sufi­cien­te mun­do­lo­gía para con­se­guir, sin dema­sia­dos esfuer­zos. su obje­ti­vo: gus­tar, con­so­li­dar un pres­ti­gio artís­ti­co que mues­tra más de un flan­co débil y, sobre todo, ven­der masi­va­men­te un pro­duc­to, el libro de su auto­bio­gra­fía, del que dice que tam­bién se va a hacer una pelí­cu­la, pro­ta­go­ni­za­da por ella. 

Pre­sen­tó a Sofía, en nom­bre del Gre­mio de Libre­ros, Paco Cama­ra­sa. Bien y bre­ve­men­te. Paco nos dijo que, por deseo expre­so de la estre­lla, dos tipos de pre­gun­tas que­da­ban prohi­bi­das, las que hicie­ran refe­ren­cia a su mari­do y las eco­nó­mi­cas. Acep­ta­ción gene­ral de las reglas de jue­go. Sofía se mos­tró: 

A) Tópi­ca casi siem­pre: «Mar­lon Bran­do, un gran com­pa­ñe­ro. Char­les Cha­plin, un gran direc­tor, tra­ba­jar con él fue entrar en la his­to­ria del cine. Vit­to­rio de Sica, un maes­tro, un ami­go, un gran direc­tor. El Oscar sig­ni­fi­có mucho para mi carre­ra.» Etc., etc., etc. 

B) Iró­ni­ca algu­nas veces: «¿Mi riva­li­dad con Gina? Oh, eso per­te­ne­ce a la pre­his­to­ria, de eso hace ya más de cin­cuen­ta años»: «Sí, he sido yo quien can­ta­ba en los núme­ros musi­ca­les de algu­nas de mis pelí­cu­las, excep­to en Aida, cla­ro, por razo­nes lógi­cas».

C) Enfa­da­da algu­na vez: Cuan­do se le pre­gun­tó si era de dere­chas o izquier­das, hizo una lige­ra mue­ca de des­agra­do, dijo que eso le recor­da­ba la escue­la, cuan­do le ponían un bien o un mal a sus debe­res. Puso su inte­li­gen­cia al ser­vi­cio de una res­pues­ta diplo­má­ti­ca, y aca­bó dicien­do que «sim­pa­ti­zo más con las izquier­das». Otra mue­ca de des­agra­do cuan­do un perio­dis­ta se mos­tró agre­si­vo con ella: «Sofía, cuan­do le hacen foto­gra­fías, pone su libro en pri­mer plano, y cuan­do dejan de foto­gra­fiar­la, pasa a ense­ñar­nos las pier­nas. Pare­ce usted un robot». Más o menos, la inter­ven­ción del com­pa­ñe­ro fue así. Sofía con­tes­tó con otra pre­gun­ta, diri­gién­do­se a los demás perio­dis­tas: «¿De ver­dad parez­co yo un robot?». Mati­za­ción pos­te­rior del entre­vis­ta­dor y aplau­sos de repa­ra­ción de algu­nos fans de la estre­lla. 

Sofía tuvo un momen­to que me recor­dó el apu­ro de Gis­card cuan­do, en épo­ca de elec­cio­nes legis­la­ti­vas, le pre­gun­ta­ron en una emi­sión de radio cuán­to cos­ta­ba un bille­te de metro. Gis­card no supo con­tes­tar. A la actriz le pre­gun­ta­ron el nom­bre de su coci­ne­ra, des­pués de que ella hubie­se con­fe­sa­do que tenía una coci­ne­ra espa­ño­la que le hacía unas pae­llas estu­pen­das. Tras una pau­sa sig­ni­fi­ca­ti­va, Sofía res­pon­dió vaci­lan­te:

—… María… 

—¿María? –pre­gun­tó de nue­vo el perio­dis­ta, al ver la vaci­la­clón de la estre­lla.

—Sí, sí, María. 

—¿De qué par­te de Espa­ña es su cria­da? 

Sofía se vio des­bor­da­da. Ni la intér­pre­te ni la prin­ce­sa de Bavie­ra (imper­tur­ba­ble) la podían ayu­dar.

—De San­to Domin­go. 

Estu­pe­fac­ción gene­ral. 

—¿De San­to Domin­go? (rumo­res y cuchi­cheos). 

—Bien, de un lugar del nor­te de Espa­ña. 

La mayo­ría de mis pre­gun­tas tuvie­ron un tono ciné­fi­lo. 

—Usted, últi­ma­men­te, pare­ce cada día más ale­ja­da de aquel tipo de cine direc­to, popu­lar, de sus comien­zos: La ladro­na, su padre y el taxis­ta, La chi­ca del río, La suer­te de ser mujer… 

—Natu­ral­men­te, una actriz evo­lu­cio­na, aquel era un tipo de cine hecho con pocos medios, bas­tan­te pri­mi­ti­vo, pero que en Ita­lia eran gran­des éxi­tos… 

—No, si yo digo pre­ci­sa­men­te lo con­tra­rio, que esas pelí­cu­las me resul­ta­ban mucho más gra­tas que el cine acar­to­na­do que hace aho­ra.

—¿Ha vis­to usted algu­na de mis últi­mas pelí­cu­las? 

Sofía qui­so coger­me en un renun­cio, y a pun­to estu­vo, por­que últi­ma­men­te no he vis­to nada de ella, excep­to Una jor­na­da par­ti­cu­lar.

—Vi Ange­la, y era muy mala. 

—Sí, Ange­la no es muy bue­na. Pero ¿ha vis­to usted Una jor­na­da par­ti­cu­lar? 

—Bien, esa sí, esa es una bue­na pelí­cu­la. Pero Sofía no tra­ba­ja con los más intere­san­tes rea­li­za­do­res ita­lia­nos: Ber­to­luc­ci, Belloc­chio, Felli­ni… 

—Me intere­sa muchí­si­mo Ber­to­luc­ci, estu­ve a pun­to de hacer con él La luna, pero no coin­ci­dían nues­tras fechas. Fue una lás­ti­ma. Y con Felli­ni… la ver­dad es que no enca­jo dema­sia­do con los tipos físi­cos que uti­li­za Fellinl.

Sofía Loren con Clark Gable en Capri.

—Si tuvie­ra que esco­ger uno solo de sus momen­tos como actriz, esco­ge­ría uno de Capri… cuan­do esta­ba en la coci­na, y comien­za a bai­lar y a can­tar: «Tu vuo fa l’americano?». Pero usted ape­nas ha insis­ti­do con las come­dias musi­ca­les, cuan­do en mi opi­nión ese tono le salía muy bien. 

—No, no he insis­ti­do dema­sia­do, las cosas salen así. Pero quie­ro hacer algu­na come­dia musi­cal, y aho­ra mis­mo he gra­ba­do un dis­co. 

—Sofía, le voy a con­tar una anéc­do­ta que qui­zás usted no conoz­ca. Hace unos quin­ce años, la cen­su­ra fran­quis­ta nos esca­mo­teó sus her­mo­sos pechos por un pro­ce­di­mien­to ori­gi­nal: retra­só los títu­los de cré­di­to de… Mada­me Sans Gêne, y los puso sobre lo que en rigor era la pri­me­ra secuen­cia post­títulos. La secuen­cia era: usted en una fuen­te. Y el agua de la fuen­te moja­ba la par­te supe­rior del ves­ti­do y se le trans­pa­ren­ta­ba todo. Enton­ces, en la zona cla­ve apa­re­cía: Ope­ra­dor, tal y cual. Fotó­gra­fo, tan­tos y cuan­tos. ¡No pudi­mos ver nada!

Sofía se rio a gus­to. 

—No, no cono­cía la anéc­do­ta.

Y miran­do su bus­to: 

—Pero yo hice todo lo que pude, no fue mía la cul­pa. 

Por un momen­to, la Sofía de hace vein­te años. 

—¿Es cier­ta la his­to­ria que cir­cu­la sobre La sire­na y el del­fín? Eso de que le tenían que cavar a usted un hoyo en la are­na cada vez que tenía una esce­na de amor con Alan Ladd, que por lo vis­to era mucho más bajo que usted. 

—Sí, es cier­ta la his­to­ria, pero no sé por qué siem­pre la han teni­do que con­tar de Alan Ladd. ¡Eso me ha pasa­do con muchí­si­mos acto­res, y siem­pre lo paga Alan Ladd!

(Entre­vis­ta rea­li­za­da en 1979 y publi­ca­da en la Car­te­le­ra Turia)

Comparte esta publicación

amadomio.jpg

Suscríbete a nuestro boletín

Reci­be toda la actua­li­dad en cul­tu­ra y ocio, de la ciu­dad de Valen­cia