Por su inte­rés y actua­li­dad, repro­du­ci­mos la entre­vis­ta que hace unos días publi­ca­ba El Mun­do con la his­to­ria­do­ra Isa­bel Bur­diel.

Cate­drá­ti­ca de la Uni­ver­si­dad de Valen­cia y Pre­mio Nacio­nal de His­to­ria en 2011 por su bio­gra­fía de Isa­bel II, lle­va meses tra­ba­jan­do en la expo­si­ción que la Biblio­te­ca Nacio­nal dedi­ca­rá a la figu­ra de Emi­lia Par­do Bazán por el cen­te­na­rio de su muer­te, una auto­ra a la que ha dedi­ca­do un volu­mi­no­so ensa­yo.

Cuan­do Isa­bel Bur­diel (Bada­joz, 1958) deci­de enfren­tar­se a la vida de Emi­lia Par­do Bazán, lle­va­ba ya muchos años sumer­gi­da en los archi­vos del siglo XIX y cul­ti­van­do la bio­gra­fía, ese géne­ro que es un cru­ce de cami­nos en el que con­flu­yen la his­to­ria socio­cul­tu­ral y la polí­ti­ca, y que ofre­ce la posi­bi­li­dad de con­fec­cio­nar un retra­to de épo­ca que tras­cien­de lo sub­je­ti­vo para fijar al per­so­na­je a un momen­to his­tó­ri­co. “Lo pri­me­ro que se le ense­ña a un estu­dian­te de His­to­ria”, expli­ca para dis­tan­ciar­se de pun­tos de vis­ta gene­ra­les y pre­ve­nir­se de las visio­nes omni­com­pren­si­vas y sin mati­ces, “es que nada se entien­de fue­ra de su con­tex­to”.

Por eso, lo pri­me­ro que tuvo que hacer, tan­to en la bio­gra­fía de Isa­bel II como aho­ra en la de Par­do Bazán (ambas edi­ta­das por Tau­rus), fue aca­bar con los luga­res comu­nes que hay en torno al siglo XIX, con­si­de­ra­do muchas veces por des­co­no­ci­mien­to como una eta­pa gris de nues­tra his­to­ria. “Todo lo con­tra­rio”, rec­ti­fi­ca. “Fue un perio­do de efer­ves­cen­cia, de cam­bio, de pro­gre­so en muchí­si­mos sen­ti­dos, qui­zá menos del que hubié­se­mos podi­do tener, si no hubie­se exis­ti­do el cai­nis­mo, las dos gue­rras civi­les car­lis­tas, que fue­ron el ini­cio de esa terri­ble frac­tu­ra que ha aco­sa­do a la His­to­ria de Espa­ña. Lo que he inten­ta­do con este libro es que se la vea a ella con el siglo, para ver su vita­li­dad, su moder­ni­dad, cómo rom­pió con el este­reo­ti­po de las dos Espa­ñas y en qué tipo de deba­tes par­ti­ci­pa­ba tan acti­va­men­te”.

PREGUNTA. Deba­tes no solo polí­ti­cos, sino muy vin­cu­la­dos a la lite­ra­tu­ra de su tiem­po, ¿no?

RESPUESTA. Mucho, al natu­ra­lis­mo, pri­me­ro, y des­pués al moder­nis­mo y al deca­den­tis­mo, en el que ella par­ti­ci­pó, fue la úni­ca de su gene­ra­ción capaz de reci­clar­se, lo cual tenía mucho que ver con la influen­cia de la reli­gión en su obra. Cómo serán los tópi­cos que sus últi­mas obras, don­de lo reli­gio­so tenía una cier­ta impor­tan­cia, se con­si­de­ra­ron ran­cias por la crí­ti­ca pos­te­rior. Ese es un sín­to­ma de la fal­ta abso­lu­ta de capa­ci­dad de com­pa­ra­ción de bue­na par­te de la inte­lec­tua­li­dad espa­ño­la, por­que eso es lo que esta­ba ocu­rrien­do en toda Euro­pa, un revi­val reli­gio­so y espi­ri­tua­lis­ta, que demos­tra­ría que Par­do Bazán esta­ba ple­na­men­te al tan­to e inser­ta en los cam­bios de su épo­ca.

¿Por qué exis­ten tópi­cos tan nega­ti­vos sobre una de las mejo­res escri­to­ras espa­ño­las? 

Es de una sim­ple­za abru­ma­do­ra, pero es que a veces la ver­dad está en lo más sim­ple: por una enor­me miso­gi­nia, a pesar de que ella tuvo muchos apo­yos mas­cu­li­nos. Eso por un lado, pero por otra par­te, tie­ne que ver con el hecho de que Par­do Bazán, como ella decía, no pen­sa­ba por decre­to, con lo cual, no se la pudie­ron apro­piar ni los más con­ser­va­do­res, ni los más supues­ta­men­te pro­gre­sis­tas. Se movió siem­pre entre dos ori­llas polí­ti­cas y nun­ca se casó con nin­gún par­ti­do, fue una femi­nis­ta muy radi­cal, pero des­de una posi­ción con­ser­va­do­ra y cató­li­ca, y el femi­nis­mo tam­po­co se la pudo apro­piar en su momen­to, has­ta mucho más recien­te­men­te. Ha sido un esla­bón suel­to en muchos sen­ti­dos. Yese, en par­te, es su inte­rés. 

¿Se pue­de ser femi­nis­ta y con­ser­va­do­ra?

Abso­lu­ta­men­te y Par­do Bazán lo demues­tra, como muchas femi­nis­tas en el siglo XIX, por­que el cato­li­cis­mo era el sus­tra­to gene­ral de la cul­tu­ra en aquel momen­to. Una cosa es ser femi­nis­ta con­ser­va­do­ra y otra cosa es ser femi­nis­ta y con­ser­va­do­ra. Lo pri­me­ro sería un femi­nis­mo paca­to, a remol­que de los cam­bios que se van pro­du­cien­do y que no lle­va has­ta sus últi­mas con­se­cuen­cias la igual­dad entre los hom­bres y las muje­res. Por otro lado, se pue­de ser polí­ti­ca­men­te con­ser­va­do­ra, y ella lo fue, pero muy radi­cal como femi­nis­ta, en el sen­ti­do de que real­men­te creía en la igual­dad, aun­que sin el manie­ris­mo del nue­vo femi­nis­mo, con otro esti­lo mucho más sobrio, cla­ro.

¿Qué dife­ren­cia hay entre el femi­nis­mo actual y aquel del siglo XIX, como el de Wolls­to­ne­craft?

El femi­nis­mo actual es here­de­ro en muchos aspec­tos de aquel otro, el peli­gro es que pue­da con­ver­tir­se en un manie­ris­mo popu­lis­ta que sería con­tra­pro­du­cen­te y ten­dría poco inte­rés. Y eso ocu­rre en sec­to­res mino­ri­ta­rios, algu­nos de ellos con poder. El asun­to es que las nue­vas gene­ra­cio­nes reco­noz­can de dón­de vie­nen y no crean que están des­cu­brien­do el mun­do. Hay veces que no es nece­sa­rio matar al padre, con lle­gar a tener una con­ver­sa­ción seria con él sería sufi­cien­te. 

¿El popu­lis­mo repre­sen­ta un peli­gro real?

El popu­lis­mo es el gran peli­gro de nues­tra épo­ca, lo ha sido siem­pre, y en este momen­to las demo­cra­cias están en peli­gro en todo el mun­do. Yo espe­ro que Euro­pa y las demo­cra­cias occi­den­ta­les no nos con­vir­ta­mos en los elfos de El señor de los ani­llos de Tol­kien. Hay que reac­cio­nar, hay que ser muy fir­mes fren­te a un movi­mien­to que plan­tea un suje­to colec­ti­vo tan inde­fi­ni­do como el pue­blo ‑que nadie sabe lo que es- y una visión dico­tó­mi­ca del mal y del bien en la polí­ti­ca, un autén­ti­co enga­ño, des­de el pun­to de vis­ta del pro­gre­so. Trump es popu­lis­ta, como Putin o como Erdo­gan…

¿Y el nacio­na­lis­mo cata­lán?

Tie­ne un fuer­te com­po­nen­te popu­lis­ta, sí, por­que habla de un pue­blo y ese pue­blo no exis­te. Exis­ten sec­to­res de la socie­dad cata­la­na, unos quie­ren una cosa y otros otra, pero el pue­blo cata­lán como tal es una crea­ción polí­ti­ca.

Tam­bién en el XIX las nacio­nes lo eran, ¿no es legí­ti­mo inven­tar­se una nación en el siglo XXI?

Sí, la cues­tión es cómo se hace y por qué medios, si son demo­crá­ti­cos o no y si son vio­len­tos. Par­do Bazán estu­vo intere­sa­da por cómo se crea­ban las nacio­nes. Ella era galle­ga, tenía rela­cio­nes con el galle­guis­mo polí­ti­co, ini­cial­men­te cor­dia­les y des­pués muy áspe­ras, sobre todo con el mari­do de Rosa­lía de Cas­tro, Manuel Mur­guía, el gran galle­guis­ta, un per­so­na­je muy neu­ró­ti­co y muy misó­gino que con­si­de­ra­ba que como Par­do Bazán no escri­bía en galle­go no era galle­ga. Pero ella tuvo mucha sen­si­bi­li­dad hacia los nacio­na­lis­mos y tuvo gran­des ami­gos en la Renai­xe­nça cata­la­na. Como Gal­dós, era una nacio­na­lis­ta espa­ño­la y lo que plan­tea­ba es que se podía con­vi­vir den­tro de una nación que fue­ra capaz de inte­grar las iden­ti­fi­ca­cio­nes cul­tu­ra­les e inclu­so polí­ti­cas.

¿Por qué los Bor­bo­nes, que en el XIX y el XX fue­ron expul­sa­dos varias veces, regre­sa­ron siem­pre para vol­ver a ins­tau­rar la monar­quía?

Aquí tam­bién hay muchos tópi­cos. La monar­quía fue la for­ma de gobierno fun­da­men­tal en toda Euro­pa has­ta la Pri­me­ra Gue­rra Mun­dial, con la excep­ción, par­cial, de Fran­cia y de Sui­za. Es decir, que el sis­te­ma monár­qui­co era el pre­fe­ri­do para inten­tar aunar los cam­bios de la revo­lu­ción libe­ral con el res­pe­to por el orden. En el caso de Isa­bel II se com­prue­ba de qué mane­ra se fabri­có una rei­na y una monar­quía que se situó en con­tra, no ya de la demo­cra­cia, por supues­to, que era una cosa muchí­si­mo más avan­za­da, sino sim­ple­men­te del libe­ra­lis­mo par­la­men­ta­rio. Y cómo ese libe­ra­lis­mo fue capaz de doble­gar a la coro­na, aun­que para ello tuvie­ra que lle­gar a una con­vul­sión tan gran­de como la revo­lu­ción del 68 y el exi­lio de Isa­bel II. Otro tópi­co ha sido que la coro­na, o los Bor­bo­nes, han sido siem­pre per se con­tra­rios al pro­gre­so del país. Esto es así en el caso de Fer­nan­do VII, por supues­to, en el caso de Isa­bel II, pero habría que mati­zar­lo mucho en el caso de Alfon­so XII y de la regen­te María Cris­ti­na. Y de los pri­me­ros pasos del rei­na­do de Alfon­so XIII, que empe­zó como rege­ne­ra­cio­nis­ta y aca­bó con­sa­gran­do Espa­ña al Cora­zón de Jesús.

Pero en muchas oca­sio­nes actua­ron en con­tra la moder­ni­dad y en con­tra el país, como la madre de Isa­bel II y su enri­que­ci­mien­to con la des­amor­ti­za­ción… 

Has­ta cier­to pun­to. La des­amor­ti­za­ción se hizo en con­tra de lo que que­ría la coro­na. Fue una impo­si­ción de la bur­gue­sía libe­ral que que­ría movi­li­zar las tie­rras. María Cris­ti­na no enten­dió la dife­ren­cia entre el patri­mo­nio pri­va­do y el públi­co, e hizo lo que esta­ban hacien­do la mayor par­te de los monar­cas de su gene­ra­ción. No es casua­li­dad que en ese momen­to apa­re­cie­se por pri­me­ra vez de mane­ra sis­te­má­ti­ca el tér­mino y el deli­to de corrup­ción, y de hecho, María Cris­ti­na es obli­ga­da a aban­do­nar Espa­ña. La corrup­ción, que es hoy una for­ma de vio­len­cia anti­de­mo­crá­ti­ca, tam­bién lo era enton­ces y hubo monar­cas que par­ti­ci­pa­ron en ella. Y que han par­ti­ci­pa­do des­pués.

En nues­tro país, el poder de la monar­quía se ha limi­ta­do, pero otras ins­ti­tu­cio­nes como la Igle­sia cató­li­ca han segui­do man­te­nién­do­lo, ¿por qué?

La Igle­sia sufrió un vara­pa­lo tre­men­do en los años 30 y 40 del siglo XIX, per­dió una gran can­ti­dad de pro­pie­da­des y el mono­po­lio de las ense­ñan­za públi­ca en toda Euro­pa. Vino lue­go un rear­me des­de el Vati­cano, con Pío IX, que en Espa­ña se pro­du­ce a par­tir de los años 50. Des­de mi pun­to de vis­ta, uno de los pro­ble­mas de la Res­tau­ra­ción fue pre­ci­sa­men­te el enor­me poder que recu­pe­ró la Igle­sia, des­de la pers­pec­ti­va de la jerar­quía, que era muy ultra­mon­ta­na. Duran­te el fran­quis­mo fue mucho más, pero en la Tran­si­ción, un sec­tor de la Igle­sia desem­pe­ñó un papel impor­tan­te, y yo creo que han exis­ti­do y exis­ten en Espa­ña cató­li­cos libe­ra­les que han sido impor­tan­tí­si­mos para la aper­tu­ra de este país. El pro­ble­ma es que exis­ten otro tipo de cató­li­cos y de jerar­quías que sis­te­má­ti­ca­men­te van a remol­que de la his­to­ria.

¿Por eso la bata­lla de este Gobierno con la con­cer­ta­da?

No lo sé, no pue­do inter­pre­tar a un Gobierno tan par­ti­cu­lar como éste, aun­que creo que la edu­ca­ción con­cer­ta­da tie­ne unos apo­yos eco­nó­mi­cos y unos pro­gra­mas polí­ti­cos que qui­zá debe­rían pagar­se de otra mane­ra, con fon­do pro­pios.

Como espe­cia­lis­ta en Mary She­lley, ¿qué le pare­ce que se lla­me Fran­kens­tein a este Gobierno?

Des­de el momen­to en que apa­re­ció la nove­la, en la Ingla­te­rra de la épo­ca se uti­li­zó el tér­mino Fran­kens­tein para hablar de mons­truos que son capa­ces de devo­rar a su crea­dor, de mez­clas insa­nas o incom­pren­si­bles. En Espa­ña esta­mos muy poco acos­tum­bra­dos a las coa­li­cio­nes y a los acuer­dos, ese ha sido uno de los gran­des pro­ble­mas, somos un país muy pola­ri­za­do, y en ese sen­ti­do todo lo que sue­na extra­ño pare­ce mons­truo­so, pero a Fran­kens­tein –y no hablo de este Gobierno– habría que rei­vin­di­car­lo des­de otro pun­to de vis­ta, des­de la idea de que los mons­truos se crean y esca­pan a las inten­cio­nes de su crea­dor, que los mons­truos no son. Se crean.

¿Y este Gobierno es mons­truo­so?

Es un Gobierno poco habi­tual en la His­to­ria de Espa­ña y esa podría ser su gran­de­za y su mise­ria.

La alter­na­ti­va, tam­bién poco habi­tual, sería la de un Gobierno de con­cen­tra­ción, ¿sería pre­fe­ri­ble?

Un Gobierno, cuan­to más trans­ver­sal, mejor. Si se ha podi­do en Ale­ma­nia, no veo por qué no se pue­de hacer aquí. Lo que ha ocu­rri­do en el Ayun­ta­mien­to de Madrid es muy alen­ta­dor.

¿Es Espa­ña gue­rra­ci­vi­lis­ta por natu­ra­le­za?

Por natu­ra­le­za no, por his­to­ria, pero yo creo que está más pola­ri­za­da la cla­se polí­ti­ca que la mayor par­te de la gen­te, que está desean­do acuer­dos sóli­dos y sen­sa­tos. Y esto nos lle­va a un pro­ble­ma teó­ri­co que para mi gene­ra­ción ha sido muy impor­tan­te: ¿quién hace la his­to­ria? Noso­tros creí­mos que había éli­tes, por supues­to, pero que en la gen­te esta­ba el motor de la his­to­ria. Para mi des­en­can­to, pare­ce que la his­to­ria la hacen unos pocos, en gene­ral, espe­cial­men­te cris­pa­dos y cris­pan­tes. Es decep­cio­nan­te que indi­vi­duos terri­bles como Trump pue­dan tener tan­to poder para hacer his­to­ria en socie­da­des demo­crá­ti­cas.

¿A qué se debe la fal­ta de con­sen­so edu­ca­ti­vo?

Ese es uno de nues­tros gran­des défi­cits. Entre otras cau­sas, qui­zá, por la inca­pa­ci­dad para crear corre­do­res trans­ver­sa­les y lle­gar a acuer­dos sobre ele­men­tos comu­nes a todos. Una inca­pa­ci­dad que tie­ne que ver con una cul­tu­ra polí­ti­ca que se arras­tra. Par­do Bazán, en el perio­do rege­ne­ra­cio­nis­ta, dijo en una con­fe­ren­cia en París algo que se podría decir aho­ra. La solu­ción está, pri­me­ro en ins­truir­se, segun­do en ins­truir­se y ter­ce­ro en ins­truir­se. Ins­truir­se es revo­lu­cio­na­rio, no sé si ella era cons­cien­te del todo de eso. 

¿Qué le pare­ce la pro­pues­ta del minis­tro Cas­tells de ame­ri­ca­ni­zar la uni­ver­si­dad espa­ño­la?

Es evi­den­te que nece­si­ta­mos cam­bios serios, pero no sé si es el momen­to ade­cua­do ni si hay un gran con­sen­so entre la comu­ni­dad uni­ver­si­ta­ria. Lo que no se pue­de hacer es impor­tar un sis­te­ma que tie­ne que ver con una cul­tu­ra que no es en abso­lu­to la nues­tra, con uni­ver­si­da­des pri­va­das y con un nivel de inver­sión en edu­ca­ción total­men­te dis­tin­to. El sis­te­ma nor­te­ame­ri­cano fun­cio­na muy bien para el doc­to­ra­do, pero es peor que el nues­tro en el gra­do. Las pre­gun­tas que se le podrían hacer al minis­tro ten­drían que ver con otras cues­tio­nes. Por ejem­plo, pare­ce que todo se cen­tra en con­tra­tar pro­fe­so­res extran­je­ros, que me pare­ce una idea exce­len­te, y que los de aquí se mue­van, sin decir hacia dón­de y olvi­dan­do que tene­mos el pro­ble­ma de la endo­ga­mia, que se ha incre­men­ta­do. O si pro­po­ne que se eli­mi­ne la figu­ra del pro­fe­sor aso­cia­do, cuya figu­ra se ha corrom­pi­do para tener un pro­fe­so­ra­do bara­tí­si­mo y explo­ta­do, que dé alter­na­ti­vas de pro­mo­ción aca­dé­mi­ca y deje cla­ro que habría que abrir un pro­ce­so de con­tra­ta­ción enor­me para sus­ti­tuir­los. 

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