
2 de marzo de 2022.
Pier Paolo Pasolini (Bolonia, Emilia-Romaña, 5 de marzo de 1922 — Ostia, Lacio, 2 de noviembre de 1975). El gran poeta y cineasta, el formidable polemista que odiaba el consumismo alienante, el marxista heterodoxo y el intelectual siempre en tensión, incómodo para casi todos –en realidad para todos–, fue asesinado a los 53 años de una forma nunca aclarada de modo convincente. ¿Fue una venganza política urdida por el fascismo italiano o el acto sanguinario y homófobo de un ragazzi di vita? Quizá ambas cosas.
El próximo sábado se cumplirá el centenario del nacimiento de Pasolini. Lo admiré mucho. No siempre estaba de acuerdo con él y a menudo me desconcertaba con su inconformista mirada más allá de lo obvio, pero me deslumbraba –y continúa deslumbrándome– su ejemplar valentía para decir lo prohibido.
Algunas películas suyas me aburrían (Medea, 1969, primera y única incursión de María Callas en el cine), incluso podía odiarlas (la indigesta Porcile, 1969: el personaje de Pierre Clémenti, en su encarnación de un insumiso hombre de la montaña, exclama: “He matado a mi padre, he comido carne humana; tiemblo de alegría”), o resultarme insoportables por su dureza (Saló o los 120 días de Sodoma, 1975: he intentado verla dos veces y en ninguna de las dos ocasiones he podido llegar hasta el final). Pero su cine casi siempre me conmovía y me hacía ver el mundo de una forma más compasiva (Mamma Roma, 1962, con una conmovedora Anna Magnani; La tierra vista desde la luna, episodio de Las Brujas, 1967; Teorema, 1969; Las mil y una noches, 1974…).




Me permito un apunte personal y por tanto subjetivo (¿cómo evitarlo?): la gran Silvana Mangano no es la creada por Luchino Visconti (la relamida Muerte en Venecia, 1971; la fallida Confidencias, 1974), sino la dirigida por Pasolini en cuatro ocasiones (Teorema, con los rugidos nocturnos de Silvana al volante de su coche, en busca de sexo; la chaplinesca y tierna La tierra vista desde la luna; Edipo Rey, 1967; El Decamerón, 1971).



Estos días he releído los poderosos artículos de Pasolini en Escritos corsarios (Ediciones del Oriente y el Mediterráneo, 2009; la primera vez que los leí fue en una edición de los años 70). Copio unas palabras, quizá con un significado menor, pero representativo de lo inesperado y sincero que podía ser Pasolini: “El mes de septiembre de 1972 estaba en la pequeña ciudad de Ispahan, en plena Persia. País subdesarrollado, como horriblemente se dice, pero también, como también se dice horriblemente, en pleno despegue. Sobre el Ispahan de hace diez años, una de las ciudades más hermosas del mundo, cuando no la más hermosa, ha nacido un Ispahan nuevo, moderno y feísimo. Pero por sus calles, en el trabajo o paseando, al atardecer, se ven los muchachos que se veían en Italia hace diez años: hijos dignos y humildes, con sus hermosas nucas, sus hermosas caras límpidas bajo unos altivos mechones inocentes” (Lo que dicen las melenas, publicado el 7 de enero de 1973 en Il Corriere della Sera). Es la primera vez que alguien reconoce admirar, con un claro sentido erótico, las “hermosas nucas” de algunos muchachos. No las piernas, sino las nucas. Pasolini no se callaba nada. El célebre El artículo de las luciérnagas –una referencia mil veces citada– se publica en estos proféticos Escritos corsarios.

Hace unos días también releí el libro colectivo Pier Paolo Pasolini. Palabra de corsario, editado en 2005 por el Círculo de Bellas Artes de Madrid. Bernardo Bertolucci (Parma, 1941- Roma, 2018) aporta al libro Raíces profundas, un hermoso homenaje a la memoria de Pasolini: “Llega la primavera de 1961, y Pasolini, al que me encuentro en el portal de mi casa, me dice que va a dirigir una película. ‘Siempre me dices que el cine te gusta mucho; serás mi ayudante de dirección’, me anuncia. ‘No sé –le comento– si seré capaz, nunca he trabajado de ayudante’ ”. Pier Paolo cortó por lo sano: “Tampoco yo he hecho una película jamás”. La película era Accattone (1961), un clásico del tardo-neorrealismo y el cine povera, con actores no profesionales, significó el brillante debut de Pasolini y Bertolucci en el mundo del cine.

DIARIO UN CINÉFILO

«Que la vida iba en serio / uno lo empieza a comprender más tarde”
Jaime Gil de Biedma
DIARIO DE UN CINÉFILO Es una sección dedicada al mundo de las Series de TV, a todos sus aspectos cinéfilos pero también a sus derivaciones sociológicas y relativas a la vida cotidiana de las personas. La construcción de roles, las relaciones familiares, la actualidad, la comedia y el drama, la épica histórica, dragones y mazmorras… Todo cabe en el mundo de las series, y cualquier perspectiva del mundo puede ser vista desde la óptica de un cinéfilo, de un seriófilo inteligente y perspicaz. La sección está personalizada en Rafa Marí, uno de los últimos grandes cinéfilos españoles. La periodicidad es aleatoria, y la longitud de cada entrada, también. Puede ser tanto muy corta: un aforismo, como un extenso miniensayo, o entrevista, o diálogo interior.
Pese a ser un periodista tardío, Rafa Marí (Valencia, 1945) ha tenido tiempo para trabajar en muchos medios de comunicación: Cartelera Turia, Cal Dir, Valencia Semanal, cartelera Qué y Donde, Noticias al día, Papers de la Conselleria de Cultura, Levante-EMV, El Hype… Siempre en las páginas de cultura. En 1984 fichó por Las Provincias, diario donde actualmente es columnista y crítico de arte.
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