His­tó­ri­ca­men­te, la pae­lla valen­cia­na de car­ne se fue ale­jan­do de la ciu­dad para asen­tar­se en el cam­po. Las difi­cul­ta­des logís­ti­cas que sobre­vie­nen a este pla­to de fama uni­ver­sal le las­tra­ron duran­te mucho tiem­po. Se tra­ta de un coci­na­do que requie­re un amplio espa­cio, unas impor­tan­tes extrac­cio­nes de humos, un dis­po­si­ti­vo de fue­gos o leñe­ros, mucha pacien­cia y capa­ci­dad culi­na­ria para resol­ver los momen­tos deli­ca­dos de los fina­les de una pae­lla. 

Todo ello, en medio de una ciu­dad, entre edi­fi­ca­cio­nes y nor­ma­ti­vas higié­ni­cas y urba­nas, hicie­ron sucum­bir a la pae­lla. Triun­fa­ron enton­ces los arro­ces de maris­co en los meren­de­ros y res­tau­ran­tes de la pla­ya. Los valen­cia­nos hacían sus pae­llas huer­ta­nas en sus cha­lets de fin de sema­na en don­de siem­pre hay un pae­lle­ro a mano… o en su defec­to acu­dían con sus car­to­nes y perió­di­cos sal­va olli­nes a los inven­to­res de la comi­da take away, los pae­llo­dro­mos de urba­ni­za­cio­nes cha­le­te­ras, de Puçol a San­ta Apo­lo­nia, de Chi­va al Caram­bo­lo, del Plan­tío a la Elia­na, de Sie­te Aguas al Bos­que o Monas­te­rios…

De entre toda esa ofer­ta des­ta­có siem­pre como una estre­lla polar en el fir­ma­men­to del arroz la loca­li­dad de Benis­sa­nó, camino de Llí­ria. Allí, duran­te varias gene­ra­cio­nes dos fami­lias riva­li­za­ron en la carre­te­ra que une el pue­blo con Valen­cia y con las colo­ni­za­cio­nes de segun­da resi­den­cia. El Levan­te de la fami­lia Vidal, y el Hotel Rio­ja de la fami­lia de ese mis­mo nom­bre que nada tie­ne que ver con la famo­sa región viní­co­la.

El Levan­te ganó fama en los 70 y sus des­cen­dien­tes ter­mi­na­ron por levan­tar una espe­cie de aca­de­mia canó­ni­ca en torno al pla­to por exce­len­cia de la huer­ta valen­cia­na. Su defen­sa de los valo­res de la pae­lla y su capa­ci­dad divul­ga­ti­va y didác­ti­ca en torno a una cier­ta orto­do­xia de la mis­ma son más que enco­mia­bles.

A pocos metros, la fami­lia Rio­ja, asen­ta­da allí des­de 1925, tam­bién lucha­ba sin des­ma­yo por dig­ni­fi­car la pae­lla valen­cia­na, has­ta que su últi­mo coci­ne­ro al fren­te del nego­cio, Vicen­te Rio­ja, le dio una vuel­ta de tuer­ca iné­di­ta y pue­de que revo­lu­cio­na­ria por más que se man­ten­ga en los már­ge­nes de la más pura tra­di­ción. 

Vicen­te remo­zó su res­tau­ran­te de hotel, ele­vó su bode­ga hacia unos están­da­res supe­rio­res, creó espa­cios gour­met, come­do­res pri­va­dos lúdi­cos muy ape­te­ci­bles… y al mis­mo tiem­po su pae­lla valen­cia­na fue ganan­do fama has­ta con­ver­tir­se en una leyen­da. Tan es así que fue reco­men­da­do por la Guía Miche­lin y por el Alma­na­que Gas­tro­nó­mi­co que diri­ge San­tos Ruiz.

La visita más esperada

Hacia allí fui­mos el gru­po de ami­gos que hemos crea­do para cono­cer todos los gran­des arro­ces valen­cia­nos que se pre­cien. De nue­vo la mis­ma pan­di­lla para veri­fi­car qué de ver­dad había en el mito de la pae­lla del Rio­ja. Uno de nues­tros ami­gos, madri­le­ño, la tenía como la mejor que había pro­ba­do nun­ca. Pero es madri­le­ño, nun­ca se sabe. 

Empe­za­mos con dis­cu­sio­nes en torno al vino. La apues­ta fue por un rosa­do, el vino que supues­ta­men­te iba mejor por su neu­tra­li­dad y sua­ve poten­cia a un arroz de pos­tín. Pedi­mos un By.Ott pro­ven­zal que no lle­gó ni al pri­mer ape­ri­ti­vo, un pas­tel de foie con bonia­to. Lue­go hubo una demos­tra­ción de pro­duc­tos pre­mium: una gam­ba raya­da her­vi­da de gran cali­bre, un sucu­len­to lan­gos­tino de Vina­ròs… maris­cos ante cuya lle­ga­da ya había­mos cam­bia­do a un Ries­ling joven­ci­to del Mose­la, muy frío, como debe ser. 

Segui­mos con una tos­ta de sar­di­na ahu­ma­da con beren­je­na, otra con foie y pato… 

A estas altu­ras ya está­ba­mos con un tin­to pode­ro­so, un Tomás Pos­ti­go, Ribe­ra de quin­to año, cuan­do el mis­mo Vicen­te se sien­ta en nues­tra mesa para que pro­be­mos dos boca­dos pre-pae­­lla: una cucha­ra­da del cal­do de la pae­lla y un híga­do de cone­jo bien fri­ti­to…

El preám­bu­lo fue correc­tí­si­mo y nos dejó apun­to en la ram­pa de sali­da de la pae­lla que, por fin, lle­gó, con toda la bue­na pin­ta del mun­do, con una colo­ra­ción per­fec­ta y lím­pi­da: ama­ri­llo sin colo­ran­te, pero con aza­frán el arroz, ver­des las judías y las alca­cho­fas cor­ta­das en lámi­nas, dora­das las car­nes, blan­co el garro­fón y lis­ta­dos los cara­co­les.

Puro equi­li­brio de sabo­res. Es enton­ces cuan­do Vicen­te Rio­ja nos expli­ca que lle­va años hacien­do prue­bas, midien­do tiem­pos y tem­pe­ra­tu­ras para alcan­zar la máxi­ma per­fec­ción, una espe­cie de I+D de la pae­lla, inves­ti­ga­ción más desa­rro­llo. No pone rome­ro, por ejem­plo, si echa cara­co­les, pues ambos saben igual, y poner los dos ingre­dien­tes le daría un plus de ten­den­cia a mon­te. La car­ne, por su par­te, está sofri­ta a fue­go len­to, cara­me­li­za­da y con un lige­ro her­vor apar­te, has­ta con­se­guir que en la pae­lla lo comes­ti­ble se des­pren­da casi sin esfuer­zo de los hue­sos, y así es, prác­ti­ca­men­te con un tene­dor (con la cucha­ra de boj, mejor) se sepa­ra la car­ne. 

El arroz está suel­to y cubre todo el cal­de­ro, sin zonas don­de se refri­ten los gra­nos.

Vota­mos. Un ser­vi­dor lle­gó has­ta el 8,5, pero en la media del gru­po alcan­zó un 9, la mis­ma nota que Casa Car­me­la de Valen­cia. Ex aequo. Para cele­brar­lo, ter­mi­na­mos la vela­da con un cham­pag­ne fran­cés, un Phi­lip­pon­nat. La pae­lla esta­ba a su altu­ra.

HOTEL RESTAURANTE RIOJA. Ave­ni­da Vir­gen del Fun­da­men­to 37. BENISSANÓ, Valen­cia.

Tel  962 792 158

hotel@hotel-rioja.es

Cie­rra el domin­go por la noche y los fes­ti­vos por la noche.

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