[vc_row full_width_row=“true”][vc_column][vc_column_text]En este año de home­na­jes al direc­tor de cine valen­ciano Luis Gar­cía Ber­lan­ga se están rea­li­zan­do cuan­tio­sas con­fe­ren­cias, expo­si­cio­nes, publi­ca­cio­nes, inves­ti­ga­cio­nes… de eru­di­ción y docu­men­ta­ción a menu­do irre­pro­cha­bles.

 

El cono­ci­do y pres­ti­gio­so escri­tor valen­ciano Vicen­te Muñoz Pue­lles ha publi­ca­do para esta oca­sión un libro de eru­di­ción y docu­men­ta­ción irre­pro­cha­bles, titu­la­do Ber­lan­guia­na, aun­que con una dife­ren­cia sus­tan­cial res­pec­to a la mayo­ría de todo lo ante­rior: aña­de un cono­ci­mien­to per­so­nal, fami­liar del cineas­ta. Muñoz Pue­lles fue sobrino de Ricar­do Muñoz Suay, uno de los ami­gos más ínti­mos de Gar­cía Ber­lan­ga.

 

Vitellone valenciano

El pecu­liar atrac­ti­vo de este volu­men es que pare­ce el desa­rro­llo de una afir­ma­ción del cineas­ta valen­ciano: “Me intere­sa mucho más el ero­tis­mo que el cine”.

 

De hecho, en las con­ver­sa­cio­nes con ami­gos o en la vida coti­dia­na evi­ta­ba hablar de cine.

Pue­lles reco­ge encan­ta­do­ras obser­va­cio­nes sobre su bio­gra­fia­do. Por ejem­plo, alu­dien­do a su épo­ca de joven pro­vin­ciano bue­na fami­lia: “Como era evi­den­te que no ser­vía para gran­des esfuer­zos, lle­va­ba la ruti­na del vite­llo­ne: robar libros, ir por la maña­na a la pla­ya y por la tar­de al cine, seguir a las chi­cas atrac­ti­vas y fre­cuen­tar caba­rets y bur­de­les”.

En una oca­sión escri­bió un Sone­to de la pis­to­la, que fue moti­vo de comen­ta­rios sar­cás­ti­cos de ami­gos como Muñoz Suay a pro­pó­si­to de su dudo­sa con­sis­ten­cia líri­ca.

O la tur­ba­do­ra carac­te­ri­za­ción moral que hace de sí mis­mo: “Por fue­ra soy como un bere­ber des­te­ñi­do, pero por den­tro lle­vo, como decía Pie­rre Dani­nos de los ingle­ses, una cole­gia­la con medias negras y un láti­go”.

 

Años formativos

 

Inex­pli­ca­ble­men­te ase­gu­ra que qui­so dedi­car­se al cine cuan­do vio El Qui­jo­te de Pabst, un film que figu­ra en todas las his­to­rias del cine, y que es una insu­fri­ble ver­sión musi­cal y ale­ma­na del tex­to cer­van­tino. Se con­fir­me una vez más que no hay mal que por bien no ven­ga y el Espí­ri­tu sopla don­de y cuan­do lo cree con­ve­nien­te.

Cono­ció a José Anto­nio Bar­dem cuan­do los dos ingre­sa­ron como estu­dian­tes en la pri­me­ra escue­la de cine que se creó en Madrid a fina­les de los años 40. La amis­tad entre ambos sur­gió por­que eran los úni­cos entre todos los estu­dian­tes que sabían quié­nes eran a  Ser­gei Mijai­lo­vivh Ein­sen­tein y Vse­vo­lod Pudov­kin e inclu­so habían leí­do algu­nos de sus tex­tos teó­ri­cos.

Ber­lan­ga fue un decha­do de enjun­dio­sas para­do­jas.  De ado­les­cen­te estu­vo en el fren­te de Teruel con el ejér­ci­to repu­bli­ca­do, un poco más tar­de estu­vo en el Divi­sión Azul, con el ejér­ci­to nacio­nal. De él dijo el gene­ral Fran­co — segu­ra­men­te es un apó­cri­fo idea­do por Azco­­na- “que no era comu­nis­ta, pero sí un mal espa­ñol”. De él dije­ron los comu­nis­tas que era un bur­gués espa­ñol anar­coi­de que había esta­do en la Divi­sión Azul. Y resul­ta lla­ma­ti­vo que en alguien tan­to iman­ta­do por el ero­tis­mo, este resul­te tan ausen­te en su obra. Con una excep­ción: Tama­ño natu­ral, qui­zá su film más taci­turno y menos “ber­lan­guiano” (ins­pi­ra­do en la figu­ra y la obra del auto­fo­tó­gra­fo Pie­rre Moli­nier, de quien el IVAM hizo hace años una expo­si­ción), y del que Luis Buñuel — en reali­dad, per­so­na muy pudo­­ro­­sa- dijo que su pelí­cu­la era de una obs­ce­ni­dad lamen­ta­ble.

 

Biblioteca clandestina

Una par­te con­si­de­ra­ble del libro está dedi­ca­do al pro­ce­so de con­fec­ción de “Infier­nos eró­ti­cos. La colec­ción Ber­lan­ga”, encar­go que le hizo a Vicen­te Muñoz Pue­lles la edi­to­rial valen­cia­na la Mas­ca­ra. Aquí se cuen­ta la minu­cio­sa explo­ra­ción de la biblio­te­ca clan­des­ti­na del cineas­ta, así como de los via­jes a las libre­rías pari­si­nas espe­cia­li­za­das en lite­ra­tu­ra licen­cio­sa de la que Ber­lan­ga fue un colec­cio­nis­ta per­se­ve­ran­te.

 

De entre todo este mate­rial habían dos obras que eran para él el san­to grial del géne­ro: Bil­der Lexi­con y Die Wei­berherrs­chaft, obras ale­ma­nas de prin­ci­pios del siglo XX, y en el caso de esta últi­ma, se tra­ta­ba de un exhaus­ti­vo tra­ta­do sobre la domi­na­ción feme­ni­na, en cua­tro tomos.

Alguien cuya obra va ganan­do con el tiem­po, que es capaz de encan­di­lar a los de arri­ba y  a los de aba­jo, a la sinies­tra y a la dies­tra ; y que al igual que Gal­dós con el siglo XIX, habrá que ver los films de Ber­lan­ga para saber lo que era real­men­te la Espa­ña en la segun­da mitad del siglo XX… son proezas crea­ti­vas que no están al alcan­ce de cual­quie­ra.

Diga­mos por últi­mo que, en este libro, los sus­tan­ti­vos ‑fan­ta­sea­dos o no- son de Luis Gar­cía Ber­lan­ga; los adje­ti­vos, del escri­tor Vicen­te Muñoz Pue­lles.

 

Título: Berlanguiana

Autor: Vicen­te Muñoz Pue­lles

Edi­to­rial: Con­sell Valen­cià de Cul­tu­ra

Pági­nas:  204

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