24 de julio de 2021.

La Fil­mo­te­ca d’Estiu, en la pro­gra­ma­ción de su ciclo Ani­ver­sa­rios ciné­fi­los, cele­bra el cen­te­na­rio de El chi­co (Char­les Cha­plin, 1921), una de las muchas obras maes­tras de su rea­li­za­dor. Este gran clá­si­co del cine mudo se pro­yec­ta­rá los pró­xi­mos días 6 y 7 de agos­to en una nue­va ver­sión res­tau­ra­da 4K, con rótu­los en cas­te­llano. Otros home­na­jes este verano de la Fil­mo­te­ca se los  dedi­ca, tam­bién en copias res­tau­ra­das y en ver­sio­nes ori­gi­na­les con sub­tí­tu­los en valen­ciano, a Gil­da (Char­les Vidor, 1946) en el 75 ani­ver­sa­rio de la pelí­cu­la (8, 9 y 10 de agos­to), al medio siglo de Carre­te­ra asfal­ta­da en dos direc­cio­nes (Mon­te Hell­man, 1971), el 20 y 21 de agos­to, y a los 25 años de la insó­li­ta y fas­ci­nan­te Crash (David Cro­nen­berg), en car­tel los días 24 y 26 de agos­to. 

Las pro­yec­cio­nes comen­za­rán a las diez y media de la noche en los Jar­di­nes del Palau de la Músi­ca, con ven­ta de entra­das en las taqui­llas de la Fil­mo­te­ca el mis­mo día de la sesión, des­de las 21 horas. Se ha pro­gra­ma­do tam­bién un ciclo sobre Luis Gar­cía Ber­lan­ga y otro, muy actual, deno­mi­na­do Cose­cha de pre­mios 2021 (los Oscar, los Goya, los galar­do­nes del cine euro­peo y los del Audio­vi­sual Valen­cià). El pre­cio de la entra­da es ase­qui­ble: una sesión, 3,5 euros, y un abono para diez sesio­nes, 25 euros.

Si encuen­tro acom­pa­ñan­te –no me atre­vo a salir solo por las noches–, el 6 o el 7 de agos­to me gus­ta­ría ver la ver­sión 4K de El chi­co. Cha­plin es, con Alfred Hitch­cock, Fritz Lang John Ford, uno de mis cua­tro cineas­tas más admi­ra­dos. Lue­go, a cier­ta dis­tan­cia, sitúo a Luis Buñuel, Michael Powell, Teren­ce Fisher, David Lean, Rober­to Ros­se­lli­ni, Orson Welles, Dou­glas Sirk, Howard Hawks, D. W. Grif­fith, F. W. Mur­nau, Aki­ra Kuro­sa­wa, King Vidor, Bus­ter Kea­ton, Rou­ben Mamou­lian, Henry King, Nicho­las Ray, Yasu­ji­rô Ozu, Stan­ley Donen, Agnès Var­da, Max Ophüls, Robert Bres­son, Jean-Pie­­rre Mel­vi­lle, Èric Roh­mer, Jean Renoir, Leo McCa­rey, Frank Capra, Ale­xan­der Mac­Ken­drick, Jerry Lewis, Frank Tash­lin, Joseph L. Man­kie­wicz… Anthony Mann, Richard Fleis­cher, David Cro­nen­berg, H. G. Clou­zot, Woody Allen, David Lynch, Jac­ques Tour­ner, Billy Wil­der, William Wyler, Ing­mar Berg­man, Fede­ri­co Felli­ni, Carl T. Dre­yer, Ber­lan­ga, Stan­ley Kubrick, Mar­tin Scor­se­se y –en sus momen­tos altos– Luchino Vis­con­ti…). Den­tro de unos días es posi­ble que no apa­re­cie­sen en mi lis­ta algu­nos de los direc­to­res cita­dos, para figu­rar otros irre­gu­la­res talen­ta­zos (Otto Pre­min­ger, Vit­to­rio de Sica, Clau­de Cha­brol, Fra­nçois Truf­faut, Manoel de Oli­vei­ra, Dino Risi, Basil Dear­den, Mario Moni­ce­lli…).

Con Bus­ter Kea­ton en Can­di­le­jas.

De Char­les Cha­plin nun­ca sé con fir­me­za cuál es su pelí­cu­la que más admi­ro. A veces deci­do que es Luces de la ciu­dad (1931). A la sema­na siguien­te opto por la genial El gran dic­ta­dor (1940). De pron­to recuer­do lo extra­or­di­na­ria que es Tiem­pos moder­nos (1936) y la sitúo en el pues­to de honor. Pero cuan­do pien­so en El chi­co, Una mujer de París (1923), La qui­me­ra de oro (1925), Mon­sieur Ver­doux (1947) o la con­mo­ve­do­ra Can­di­le­jas (1952), me entran muchas dudas. De Cha­plin me apa­sio­nan inclu­so sus pelí­cu­las con­si­de­ra­das meno­res, Un rey en Nue­va York (1957), con gags subli­mes, o la ele­gan­te y ana­cró­ni­ca La con­de­sa de Hong Kong (1967).

La con­de­sa de Hong Kong.

En su auto­bio­gra­fía, edi­ta­da en Espa­ña por Lumen (2014), Cha­plin cuen­ta que duran­te los pre­pa­ra­ti­vos para el roda­je de El chi­co cono­ció a Samuel Reshevsky (Polo­nia, 1911-Nue­­va York, 1992), que a los sie­te años había con­quis­ta­do el títu­lo de cam­peón mun­dial de aje­drez en la cate­go­ría infan­til. “Reshevsky visi­tó el estu­dio (…). Iba a hacer una exhi­bi­ción en el Athe­tic Club, enfren­tán­do­se a vein­te adver­sa­rios al mis­mo tiem­po (…) Me habían adver­ti­do que tenía un carác­ter algo esqui­na­do y que muy raras veces daba la mano”. 

Tras un bre­ve inter­cam­bio de comen­ta­rios de cor­te­sía, Reshevsky le pre­gun­tó a Cha­plin: “¿Sabe usted jugar al aje­drez?” El cineas­ta le dijo que no. El niño Samuel le pro­me­tió que iba a ense­ñar­le. Y le pro­pu­so que acu­die­se al Ath­le­tic Club para ver su simul­tá­nea con­tra vein­te adul­tos. El gran Char­lot acep­tó la pro­pues­ta. Y cuen­ta lo siguien­te: “Habia algo de irreal en la esce­na, mien­tras el públi­co, com­pues­to por tres­cien­tas per­so­nas o más, per­ma­ne­cía sen­ta­do en dos filas a ambos lados del local. Yo mira­ba en silen­cio a un niño que se deva­na­ba los sesos, enfren­ta­do con hom­bres madu­ros (…) El niño era increí­ble, y sin embar­go me inquie­tó, pues mien­tras con­tem­pla­ba aque­lla cari­ta con­cen­tra­da, que se ponía roja y des­pués blan­ca, tuve la impre­sión de que paga­ba un ele­va­do pre­cio derro­chan­do su salud”.

De este rela­to me lla­ma la aten­ción que Cha­plin des­cri­bie­se el ros­tro de Reshevsky como una cari­ta “que se ponía roja y des­pués blan­ca”. Yo creo que para el cam­peón del mun­do infan­til aque­llas simul­tá­neas debían ser pura ruti­na. Una exhi­bi­ción cier­ta­men­te espec­ta­cu­lar para los pro­fa­nos, pero sin ape­nas méri­to ante los ojos de juga­do­res expe­ri­men­ta­dos. Des­de fue­ra, impre­sio­na. Des­de den­tro, te deja indi­fe­ren­te. En el aje­drez lo difí­cil es jugar muy bien, no ganar­le a unas dece­nas de pri­me­ri­zos aje­dre­cis­tas car­ga­dos de años e incom­pe­ten­cia.

En aque­lla simul­tá­nea, Reshevsky ganó 19 par­ti­das y enta­bló una con el doc­tor Grif­fiths.

Con per­mi­so de los lec­to­res y de mi edi­tor, este ciné­fi­lo se toma unas vaca­cio­nes. Las nece­si­to. En sep­tiem­bre segui­re­mos hablan­do de pelí­cu­las, tra­ve­llings, pri­me­ros pla­nos, guio­nes, acto­res y actri­ces…

DIARIO UN CINÉFILO

«Que la vida iba en serio / uno lo empie­za a com­pren­der más tar­de”
Jai­me Gil de Bied­ma

DIARIO DE UN CINÉFILO Es una sec­ción dedi­ca­da al mun­do de las Series de TV, a todos sus aspec­tos ciné­fi­los pero tam­bién a sus deri­va­cio­nes socio­ló­gi­cas y rela­ti­vas a la vida coti­dia­na de las per­so­nas. La cons­truc­ción de roles, las rela­cio­nes fami­lia­res, la actua­li­dad, la come­dia y el dra­ma, la épi­ca his­tó­ri­ca, dra­go­nes y maz­mo­rras… Todo cabe en el mun­do de las series, y cual­quier pers­pec­ti­va del mun­do pue­de ser vis­ta des­de la ópti­ca de un ciné­fi­lo, de un serió­fi­lo inte­li­gen­te y pers­pi­caz. La sec­ción está per­so­na­li­za­da en Rafa Marí, uno de los últi­mos gran­des ciné­fi­los espa­ño­les. La perio­di­ci­dad es alea­to­ria, y la lon­gi­tud de cada entra­da, tam­bién. Pue­de ser tan­to muy cor­ta: un afo­ris­mo, como un exten­so mini­en­sa­yo, o entre­vis­ta, o diá­lo­go inte­rior.

Pese a ser un perio­dis­ta tar­dío, Rafa Marí (Valen­cia, 1945) ha teni­do tiem­po para tra­ba­jar en muchos medios de comu­ni­ca­ción: Car­te­le­ra Turia, Cal Dir, Valen­cia Sema­nal, car­te­le­ra Qué y Don­de, Noti­cias al día, Papers de la Con­se­lle­ria de Cul­tu­ra, Leva­n­­te-EMV, El Hype… Siem­pre en las pági­nas de cul­tu­ra. En 1984 fichó por Las Pro­vin­cias, dia­rio don­de actual­men­te es colum­nis­ta y crí­ti­co de arte.

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