
El filósofo explica en qué consiste su libro: “quise recoger todas las estratagemas de mala fe que tan frecuentemente se utilizan al discutir (…) y añadí finalmente los medios que se pueden aplicar contra ellas. Pero no encuentro adecuado a mi temperamento el examen exhaustivo y minucioso de los subterfugios y ardides de los que se sirve la naturaleza humana común para ocultar sus faltas, por lo que lo dejo a un lado”.
¿Qué es la erística?
La dialéctica erística es el arte de discutir, de tal modo que uno siempre lleve razón, justa o injustamente, eso aquí no cuenta.

¿A qué se debe esta conducta? A la natural maldad del género humano. Si fuéramos por naturaleza honrados, en un debate no tendríamos otra finalidad que poner de manifiesto la verdad sin importar quien la había expuesto, que sería algo irrelevante.
Schopenhauer utiliza un atinado símil para caracterizar a la Erística: el maestro de esgrima no considera quien tiene razón realmente en la discusión que originó el duelo; su trabajo consiste en adiestrar a sus alumnos a tocar y anular al adversario.
Algunos trucos
Citemos algunas estratagemas para salirse uno con la suya, inventariadas por Schopenhauer:
Exagerar la afirmación del adversario hasta hacerle caer en el ridículo.
Jugar con dobles sentidos que pueda tener una misma palabra.
Aturdir con muchas preguntas para ocultar lo que realmente quiere que se admita.
Suscitar la cólera en el adversario: encolerizado pierde destreza para juzgar correctamente.
Preguntar con desorden para que el adversario no sepa a qué conclusión nos encaminamos.
Emplear símiles positivos o negativos según interese. Si digo “hay partidos corruptos o liberales”, no es difícil inferir qué posición defiendo.
De la estrategia 15 comenta Schopenhauer: “Esta requiere la desvergüenza más extrema, pero hay mucha gente que la practica frecuente e instintivamente”.
Ante un argumento falso puede oponerse otro igualmente falso; esto no importa: no se trata de encontrar la verdad sino la victoria.
Dar la vuelta a un argumento del adversario (p.e: hay ser paciente porque es niño; de eso nada, castigarlo porque es niño)
Declararse incompetente con ironía: “lo que usted dice desborda mi comprensión”. Se insinúa así que lo que se ha dicho es absurdo, si disfrutamos de una razonable estima entre los oyentes.
Introducir la afirmación del adversario en una categoría aborrecible para él: “eso es maniqueísmo, eso es fascismo, eso es comunismo”.
Cuando el adversario rehúye, es señal de que hemos tocado un punto flaco, hay pues que insistir en ese punto.
Aturdir, desconcertar con palabrería sin sentido, sobre todo si el adversario no es persona instruida.
Si tiene razón el adversario, pero elige una mala prueba, resultará fácil rebatir la prueba. Es lo que sucede con los abogados incompetentes.
Militarización de las palabras
Si nuestro adversario es superior y más competente, personalícese, sea grosero y ofensivo. Tiene un gran predicamento esta estratagema porque cualquiera es capaz de utilizarla. Al personalizar se abandona el objeto de controversia y se convierte en ataque personal.

Emplear el principio de autoridad o recurrir a ideas generalmente aceptadas, aunque sean una idiotez.
Respecto a estas “ideas aceptadas”, Schopenhauer viene a decir que la opinión consensuada de unos pocos acaba siendo la verdad indiscutible de millones de personas.
Este admirable pensador, cuyos escritos no hacen sino ganar con el tiempo, describía en este breve tratado la forma de militarizar las palabras o el uso despreciable de argumentos para vencer en una disputa. Confeccionó una suerte de catálogo razonado virus retorico-argumentales, así como sus correspondientes vacunas.
Tales virus constituyen ahora una gravísima pandemia social; sus vacunas protectoras apenas se administran en las escuelas ni en otras instituciones públicas.
Título: “El arte de tener razón”
Autor: Arthur Schopenhauer
Editorial: Alianza
Páginas: 129
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