Tres figuras de este deporte y tradición valenciana son los protagonistas de un espectáculo, singular por su temática, que se acerca al folklore desde el teatro contemporáneo, con música en directo y una potente apuesta plástica.

Den­tro de la déci­ma edi­ción de su “Cicle de Com­pan­yies Valen­cia­nes”, Sala Rus­sa­fa aco­ge del 19 al 22 de noviem­bre un espec­tácu­lo cen­tra­do en una de las tra­di­cio­nes valen­cia­nas más genui­nas. L’home bó trans­for­ma el esce­na­rio en un trin­quet para retra­tar el mun­do de la Pilo­ta Valen­cia­na con una visión que va más allá de lo depor­ti­vo.  

Los tres pro­ta­go­nis­tas de la obra de tea­tro “l’ho­me bo” que se estre­na en Sala Rus­sa­fa.


“La idea nació cuan­do Jau­me, uno de los inte­gran­tes de la com­pa­ñía, nos con­tó una anéc­do­ta per­so­nal que nos impre­sio­nó a todos. Sien­do niño tuvo la opor­tu­ni­dad de acom­pa­ñar a Juliet d’Alginet, que ya era un anciano, a ver una par­ti­da. El jue­go se detu­vo cuan­do entra­ron y los espec­ta­do­res se pusie­ron en pie para home­na­jear a aquel señor que, para el públi­co, era mucho más que un depor­tis­ta reti­ra­do”, recuer­da Fer­nan­do Soler, uno de los tres com­po­nen­tes de Cater­va Tea­tre.

“Teatro de la emoción y la pilota como signo identitario en el franquismo

Jun­to a Robert de La Fuen­te y Jau­me Ibá­ñez, des­de hace 12 años desa­rro­llan espec­tácu­los que podrían deno­mi­nar­se “tea­tro de la emo­ción”, don­de explo­ran sen­ti­mien­tos como la amis­tad, la con­fian­za o el cari­ño. “Nos intere­san los temas socia­les pero des­de un pun­to de vis­ta humano”, afir­man des­de la com­pa­ñía.

En el caso de La Pilo­ta Valen­cia­na, les lla­mó la aten­ción cómo este depor­te se con­vir­tió en un reduc­to don­de la gen­te se reen­con­tra­ba con su len­gua mater­na y con las tra­di­cio­nes en un momen­to en el que, sobre los años 40 y 50, el fran­quis­mo tra­ta­ba de borrar muchas de las sin­gu­la­ri­da­des autóc­to­nas.

“El jue­go que aca­bó con­vir­tién­do­se en un refu­gio, en un signo iden­ti­ta­rio. Y es que las reglas, el voca­bu­la­rio de La Pilo­ta habla mucho de cómo somos los valen­cia­nos. Para empe­zar, no hay un árbi­tro como pue­de haber­lo en el fút­bol, está “L’home bó”, al que hace refe­ren­cia el títu­lo de la obra. Pero son los pro­pios juga­do­res quie­nes anun­cian sus fal­tas y, si no están cla­ras, se con­sul­ta direc­ta­men­te al públi­co”, seña­la Soler.

Proceso de investigación con jugadores y aficionados a la pilota valenciana

Duran­te el pro­ce­so crea­ti­vo de esta pie­za, los com­po­nen­tes de Cater­va Tea­tre fue­ron hablan­do con juga­do­res y afi­cio­na­dos, bucean­do en la his­to­ria y pre­sen­te de este depor­te. Tras muchas sesio­nes para poner en común el mate­rial, sus ideas y lo que que­rían trans­mi­tir, nació una pie­za que tie­ne mucho de docu­men­tal por­que se apo­ya en per­so­na­jes, par­ti­das e his­to­rias reales.

Una de las esce­nas de la obra “l’ho­me bo”.



Sus pro­ta­go­nis­tas son los eter­nos riva­les en la pis­ta y com­pa­ñe­ros fue­ra de ella, Julio Palau (Juliet D’Alginet) y Anto­nio Reig (Rove­llet), jun­to a su ante­ce­sor en el terreno de jue­go, Alber­to Arnal (El Xiquet de Quart). Tres figu­ras del trin­quet que sal­tan en el tiem­po para con­tar sus his­to­rias sin una estruc­tu­ra con­ven­cio­nal.

Como en ante­rio­res mon­ta­jes de Cater­va Tea­tre, el espec­tácu­lo tie­ne una direc­ción y una dra­ma­tur­gia que apues­ta cla­ra­men­te por el tea­tro con­tem­po­rá­neo

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