De la pes­te bubó­ni­ca al coro­na­vi­rus.

Solo una con­cep­ción de la his­to­ria basa­da en su capa­ci­dad ana­lí­ti­ca para com­pren­der el pre­sen­te y pro­yec­tar un futu­ro de pros­pe­ri­dad tan­to mate­rial como espi­ri­tual, da sen­ti­do al papel del his­to­ria­dor. Esa es la trin­che­ra des­de don­de siem­pre ha com­ba­ti­do José Enri­que Ruiz-Domè­­nec, un cons­pi­cuo medie­va­lis­ta, gra­na­dino de naci­mien­to, ger­má­ni­co de for­ma­ción, cole­ga de un gigan­te de la his­to­ria como Geor­ges Duby, pro­lí­fi­co ensa­yis­ta y des­de hace muchos años cate­drá­ti­co en la Uni­ver­si­dad Autó­no­ma de Bar­ce­lo­na, cuyas aulas han ser­vi­do en dema­sia­das oca­sio­nes para vali­dar ideas polí­ti­cas deci­mo­nó­ni­cas.

Médi­co ata­via­do para tra­tar una infec­ción con­ta­gio­sa en el siglo XVII.

Ruiz-Domè­­nec cree en la uti­li­dad del cono­ci­mien­to de la his­to­ria, pero no en su papel legi­ti­ma­dor. A la his­to­ria se la acom­pa­ña des­de la com­ple­ji­dad vie­ne a decir­nos este sabio pro­fe­sor, uno de los pri­me­ros en incor­po­rar las mani­fes­ta­cio­nes de la alta cul­tu­ra así como los com­por­ta­mien­tos coti­dia­nos al des­ve­la­mien­to del cur­so de los tiem­pos his­tó­ri­cos. De ahí el inte­rés y la opor­tu­ni­dad de su últi­mo opúscu­lo, que apro­ve­cha la con­tin­gen­cia epi­de­mio­ló­gi­ca que apa­bu­lla a la huma­ni­dad des­de la pasa­da pri­ma­ve­ra para dar­nos a cono­cer algu­nos acon­te­ci­mien­tos y men­ta­li­da­des impor­tan­tes res­pec­to de la enfer­me­dad.

Aun­que se remon­ta a las pri­me­ras citas cono­ci­das sobre epi­de­mias –en este caso las de Tucí­di­des duran­te las gue­rras del Pelo­po­ne­so–, Ruiz-Domè­­nec con­si­de­ra que solo se pue­den docu­men­tar no más de 5 o 6 gran­des pla­gas micro­bia­nas a lo lar­go de la his­to­ria. La pri­me­ra de ellas en el siglo VI, cuan­do Jus­ti­niano y su reful­gen­te espo­sa Teo­do­ra se tras­la­da­ron de Cons­tan­ti­no­pla a Ráve­na huyen­do de la pes­te, una infec­ción que ace­le­ró la cri­sis del Impe­rio Bizan­tino, cuyo inme­dia­to colap­so dará pie a los dos gran­des mun­dos medi­te­rrá­neos que sur­gen duran­te la Edad Media y lle­gan has­ta nues­tros días: la cris­tian­dad euro­pea estruc­tu­ra­da en blo­ques nacio­na­les y el Islam. 

Mosai­co de la empe­ra­triz Teo­do­ra en Ráve­na.

Otra pes­te, la negra, “se pro­pa­gó por toda Eura­sia entre 1347 y 1353”. Es la que cono­ce­mos gra­cias a los cuen­tos eró­ti­cos del Deca­me­rón que escri­bió Gio­van­ni Boc­cac­cio para entre­te­ner a los jóve­nes que se habían des­pla­za­do de Flo­ren­cia a sus casas de cam­po. Aquel reen­cuen­tro plá­ci­do con la natu­ra­le­za es el pun­to de par­ti­da de la moder­ni­dad, el Rena­ci­mien­to, un valor que no será enten­di­do por sus coe­tá­neos. Hubie­ron de trans­cu­rrir varios siglos para que otro his­to­ria­dor, Jacob Burckhardt, com­pren­die­se con la pers­pec­ti­va ade­cua­da aque­lla reno­va­ción huma­nís­ti­ca.

Dicha pes­te duró varias déca­das, en suce­si­vas olea­das y por diver­sos terri­to­rios, y no sería has­ta 1377 cuan­do en la vene­cia­na ciu­dad de Dubrov­nik (lla­ma­da Ragu­sa enton­ces) se pon­dría en eje­cu­ción una medi­da total­men­te nove­do­sa: el ais­la­mien­to duran­te 30 días para todos los via­je­ros que lle­ga­ban a la mis­ma. Más tar­de se alar­gó has­ta las 40 jor­na­das, la qua­ran­ti­na, como la bau­ti­za­ron los ita­lia­nos. 

El triun­fo de la muer­te de Brueghel El Vie­jo

La ter­ce­ra gran pla­ga de la his­to­ria se suce­dió en olea­das, una cade­na de enfer­me­da­des más bien, trans­mi­ti­das por los espa­ño­les a las colo­nias de Amé­ri­ca, en espe­cial la virue­la, pero tam­bién la gri­pe, el tifus, el saram­pión o la fie­bre ama­ri­lla entre otros pató­ge­nos inexis­ten­tes entre los nati­vos, pro­vo­can­do una heca­tom­be demo­grá­fi­ca entre los pue­blos mexi­cas y los incai­cos. Las cifras son espe­cu­la­ti­vas, pero hay inves­ti­ga­do­res que hablan de más de cin­cuen­ta millo­nes de muer­tos en ape­nas trein­ta años. Los super­vi­vien­tes reac­cio­na­ron cons­tru­yen­do socie­da­des crio­llas, en las que se garan­ti­zó el dere­cho de gen­tes a los indios, sen­tan­do las bases para la des­co­lo­ni­za­ción del con­ti­nen­te. 

En el siglo XVII las pes­ti­len­cias se des­pla­za­rían a Euro­pa una vez más. Duran­te cer­ca de cua­tro déca­das, el tifus, la virue­la y de nue­vo la pes­te diez­ma­ron a los euro­peos dan­do lugar al mun­do tene­bris­ta del barro­co, con­tra el que reac­cio­na­rá la cien­cia y el higie­nis­mo –el per­fu­mis­ta Hen­ri de Rochas se haría famo­so enton­ces como médi­co de la prin­ce­sa Con­ti. Aca­so, se pre­gun­ta Ruiz-Domè­­nec, la res­pues­ta a esta enfer­mi­za situa­ción no fue el adve­ni­mien­to de la Ilus­tra­ción: la con­fian­za cie­ga en la lógi­ca del cono­ci­mien­to y el empi­ris­mo de la expe­ri­men­ta­ción. 

La Vir­gen apa­re­ce a las víc­ti­mas de la pes­te de Anto­nio Zan­chi
El corral de apes­ta­dos de Goya

Es en ese momen­to cuan­do el Esta­do se hace car­go de la sani­dad y los pro­ble­mas que gene­ran las epi­de­mias ya no depen­den solo de la res­pues­ta del saber médi­co sino tam­bién de la ges­tión polí­ti­ca de las mis­mas. ¿Les sue­na? A pesar de lo cual no hubo posi­bi­li­dad de répli­ca ade­cua­da a la quin­ta gran pan­de­mia huma­na: la de la gri­pe A, injus­ta y polí­ti­ca­men­te lla­ma­da “espa­ño­la”, que al pare­cer sur­gió en la pri­ma­ve­ra de 1918 en Fort Riley, Kan­sas. Los cálcu­los son ate­rra­do­res, la gri­pe, la influen­za, flu en inglés, mata­ba en cues­tión de días, pri­me­ro a los mayo­res, en segun­da olea­da a los jóve­nes. Has­ta 1920 pudie­ron morir por esta enfer­me­dad más de cin­cuen­ta millo­nes de per­so­nas; en la gue­rra pro­pia­men­te dicha hubo nue­ve millo­nes de bajas entre los sol­da­dos y sie­te más entre los civi­les.

Diver­sas ins­tan­tá­neas de la lla­ma­da gri­pe “espa­ño­la” de 1918.

El cie­rre en fal­so de aque­lla cri­sis dará paso a la II Gue­rra Mun­dial y a los horro­res del Holo­caus­to. Enton­ces sí, hubo una res­pues­ta a la altu­ra de aquel des­cen­so a los infier­nos, la socie­dad ante­pu­so unos nue­vos valo­res con­tem­po­rá­neos: la redis­tri­bu­ción de la rique­za para evi­tar las gran­des bre­chas socia­les, la edu­ca­ción y la cul­tu­ra como reme­dios fren­te a los trau­mas, la lucha con­tra el racis­mo o la dis­cri­mi­na­ción de la mujer. Y en la actua­li­dad, ¿qué lec­cio­nes esta­mos apren­dien­do del coro­na­vi­rus? ¿La reac­ción social futu­ra esta­rá a la altu­ra de las cir­cuns­tan­cias o sucum­bi­re­mos al reto de trans­for­mar nues­tro sis­te­ma de valo­res?

Más allá de la retó­ri­ca que infla­ma aho­ra cual­quier posi­ción polí­ti­ca, de las “inopor­tu­nas dis­to­pías”, de la per­sis­ten­cia de las nacio­nes como espa­cios de reso­lu­ción de los pro­ble­mas, nues­tro his­to­ria­dor ape­la a un futu­ro res­pon­sa­ble basa­do en sie­te pro­pues­tas:

1 La vida no es una free party, debe­mos dejar de atra­par­nos por las cosas pres­cin­di­bles, y son muchas.

2 Los actua­les gober­nan­tes sobre­ac­túan; la gober­nan­za futu­ra debe ser razo­na­ble, sen­si­ble, diná­mi­ca.

3 No avan­za­re­mos social­men­te sin un ade­cua­do espí­ri­tu crí­ti­co, lo sufi­cien­te­men­te fle­xi­ble y coope­ra­dor, una espe­cie de “cos­mo­po­li­tis­mo de la dife­ren­cia”.

4 Ante un mun­do com­ple­jo, debe­mos con­fiar en los mejo­res, los más pre­pa­ra­dos fren­te a los intere­ses crea­dos.

5 Vera­ci­dad… para aca­bar con el rela­ti­vis­mo de la pos­ver­dad, y ahí los pro­fe­sio­na­les de la comu­ni­ca­ción han de alzar­se para des­ar­mar el actual ester­co­le­ro de men­ti­ras.

6 Apos­tar por la cul­tu­ra, pero aque­lla que per­mi­te “inser­tar el hogar en el cos­mos”, no el con­su­mo masi­vo de hits y bets sellers bana­li­za­do­res.

Y 7, sope­sar éti­ca­men­te has­ta dón­de pode­mos avan­zar en la bio­tec­no­lo­gía que pre­ten­de trans­for­mar radi­cal­men­te la vida coti­dia­na.

Ya vamos bien, con dos olea­das de pan­de­mia y con las suge­ren­cias del pro­fe­sor Ruiz-Domè­­nec para que agu­di­ce­mos el pen­sa­mien­to. Su libro se lee en ape­nas una tar­de de con­fi­na­mien­to y da sen­ti­do al trans­cu­rrir del tiem­po. 

El día des­pués de las gran­des epi­de­mias.

De la pes­te bubó­ni­ca al coro­na­vi­rus

José Enri­que Ruiz-Domè­­nec

Tau­rus

131 págs.

16,90 euros

(ver­sió en cata­là La Rosa del Vents)

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