Que si los gays tie­nen más pro­ba­bi­li­da­des de come­ter abu­so infan­til, que si los bise­xua­les son pro­mis­cuos y los tran­se­xua­les son enfer­mos… La libe­ra­ción y nor­ma­li­za­ción de la vida de las per­so­nas LGTBI ha supues­to tam­bién rom­per con muchos bulos y mitos que la cien­cia se ha encar­ga­do de des­men­tir.

1. Las personas homosexuales tienen más probabilidades de cometer abusos sexuales a menores

Es men­ti­ra. Al ser un deli­to prin­ci­pal­men­te come­ti­do por hom­bres, algu­nos estu­dios han com­pa­ra­do el nivel de atrac­ción sexual que sien­ten hacia meno­res hom­bres gays y hete­ros. Este, publi­ca­do en The Jour­nal of Sex Research, demos­tró que los pri­me­ros no sien­ten una mayor atrac­ción sexual hacia niños meno­res que la que sien­ten los hom­bres hete­ro­se­xua­les hacia niñas meno­res, lo que sig­ni­fi­ca que la pedofi­lia y la homo­se­xua­li­dad no tie­nen nin­gu­na rela­ción entre sí.

En este otro, cien­tí­fi­cos repa­sa­ron los casos de los 352 niños ingre­sa­dos en urgen­cias de un hos­pi­tal infan­til de Den­ver por abu­sos sexua­les en un año. En menos del 1% de los casos el autor de los abu­sos era un adul­to LGTBI.

En este enla­ce, en un tex­to exten­so y en inglés, el pro­fe­sor Nicho­las Groth de la facul­tad de Psi­co­lo­gía de la Uni­ver­si­dad de Cali­for­nia Davis, hace un repa­so minu­cio­so de otros estu­dios que han ana­li­za­do esta cues­tión.

2. Los niños de familias LGTBI crecen con problemas mentales y de identidad de género

“¡Los niños! ¿Es que nadie va a pen­sar en los niños?” es otro argu­men­to común en con­tra de las per­so­nas LGTBI: que los niños que cre­cen en estas fami­lias expe­ri­men­tan pro­ble­mas psi­co­ló­gi­cos, con­fu­sión en cuan­to a los roles de géne­ro y en cuan­to a su iden­ti­dad sexual.

El con­sen­so cien­tí­fi­co es otro. La Uni­ver­si­dad de Cor­nell reco­pi­la aquí un total de 79 estu­dios en los que se eva­lúa el bien­es­tar de los niños de fami­lias LGTBI. De esos 79, 75 con­clu­yen que estos niños no tie­nen más pro­ble­mas que los que cre­cen en fami­lias hete­ro­se­xua­les. En los otros cua­tro, sí se con­clu­ye que los niños de fami­lias LGTBI tie­nen más pro­ble­mas que los demás, pero los inves­ti­ga­do­res de Cor­nell seña­lan que en todos ellos la mues­tra ana­li­za­da corres­pon­día a niños de fami­lias en las que había habi­do una sepa­ra­ción, un fac­tor cono­ci­do, éste sí, por cau­sar pro­ble­mas aña­di­dos a los niños.

En con­jun­to, se tra­ta de un con­jun­to de evi­den­cias lo sufi­cien­te­men­te sóli­do como para que la comu­ni­dad cien­tí­fi­ca haya des­car­ta­do la idea de que por nacer en una fami­lia LGTBI los niños cre­cen con más pro­ble­mas men­ta­les y de iden­ti­dad de géne­ro.

3. Las personas bisexuales son más promiscuas

Pues­to que, sobre todo hace déca­das, una incli­na­ción sexual fue­ra de la hete­ro­se­xua­li­dad vivi­da públi­ca­men­te supo­nía vivir fue­ra de la nor­ma, uno de los pri­me­ros este­reo­ti­pos que la comu­ni­dad LGTBI tuvo que sufrir fue el de la pro­mis­cui­dad, espe­cial­men­te aso­cia­do a la bise­xua­li­dad basán­do­se en la idea de que, al sen­tir atrac­ción por hom­bres y muje­res, sus poten­cia­les pare­jas sexua­les se mul­ti­pli­can.

Pero esto no es ver­dad. Un estu­dio rea­li­za­do en 2007 con más de 200.000 per­so­nas demos­tró que los impul­sos sexua­les de las per­so­nas bise­xua­les son más o menos los mis­mos que los de los demás. En con­cre­to, pun­tuan­do el deseo sexual en una esca­la del 1 al 7, los hom­bres hete­ro­se­xua­les obtu­vie­ron un 5,47, los homo­se­xua­les un 5,26 y los bise­xua­les un 5,28, mien­tras que las muje­res hete­ro­se­xua­les pun­tua­ron un 4,51, las homo­se­xua­les 4,60 y las bise­xua­les un 4,91. Los auto­res del estu­dio con­clu­ye­ron que den­tro de un mis­mo géne­ro, la orien­ta­ción sexual no supo­ne una gran dife­ren­cia en cuan­to al impul­so sexual y tie­ne en la prác­ti­ca un impac­to peque­ño o nulo.

4. Las personas transexuales están enfermas

En 1990 la OMS des­ca­li­fi­có la homo­se­xua­li­dad como una enfer­me­dad men­tal, pero han hecho fal­ta casi 30 años más para que la tran­se­xua­li­dad siga el mis­mo camino. Ha ocu­rri­do este año 2018 con la publi­ca­ción por par­te de la OMS de la ICD-11, la cla­si­fi­ca­ción gene­ral de enfer­me­da­des, y en ella los tras­tor­nos de iden­ti­dad de géne­ro pasan a lla­mar­se dis­fo­ria de géne­ro y se tras­la­dan de la cate­go­ría de “tras­torno de la per­so­na­li­dad y el cono­ci­mien­to” a la de “con­di­cio­nes rela­ti­vas a la salud sexual”. Con esto la cla­si­fi­ca­ción de la OMS sigue el ejem­plo del DMS, el manual de la Ame­ri­can Psy­chiatry Asso­cia­tion, que actúa tam­bién como guía para la eva­lua­ción de tras­tor­nos y enfer­me­da­des men­ta­les y que ya sacó a la tran­se­xua­li­dad de esa cate­go­ría en 2013 en su quin­ta edi­ción.

“Dis­fo­ria de géne­ro” no es un tér­mino nue­vo. Según la reco­men­da­ción escri­ta por el gru­po de tra­ba­jo de la Aso­cia­ción Pro­fe­sio­nal Mun­dial para la Salud Tran­se­xual, es una for­ma de cam­biar el diag­nós­ti­co “basán­do­se en el tras­torno más que en la iden­ti­dad en la que se basan actual­men­te”. Es decir, que ser tran­se­xual no es un tras­torno, aun­que sí se pue­dan sufrir algu­nos tras­tor­nos rela­cio­na­dos con la tran­se­xua­li­dad, prin­ci­pal­men­te estrés, ansie­dad o depre­sión, a cau­sa de la into­le­ran­cia y la dis­cri­mi­na­ción que a menu­do sufren estas per­so­nas.

Según un estu­dio publi­ca­do en The Lan­cet Psy­chiatry en el que se entre­vis­tó a 250 per­so­nas tran­se­xua­les, esos pro­ble­mas de salud men­tal pro­vie­nen más del recha­zo y la vio­len­cia que estas per­so­nas han sufri­do a raíz de su tran­se­xua­li­dad que de su tran­se­xua­li­dad en sí. Tam­bién influ­ye el hecho de que la tran­se­xua­li­dad se con­si­de­ra­se una enfer­me­dad, ya que en algu­nos casos obli­ga­ba a estas per­so­nas a some­ter­se a tra­ta­mien­to psi­quiá­tri­co que no nece­si­ta­ban y se ponía en duda su capa­ci­dad de tomar deci­sio­nes res­pec­to a su pro­pia iden­ti­dad y su vida fami­liar y eco­nó­mi­ca.

5. Todo lo que no es heterosexualidad es antinatural

Des­de sec­to­res con­ser­va­do­res se ha uti­li­za­do el argu­men­to de que el sexo tie­ne, al fin y al cabo, una fun­ción pro­crea­do­ra y por tan­to todos aque­llos com­por­ta­mien­tos sexua­les que se salen de la hete­ro­se­xua­li­dad son anti­na­tu­ra­les y por tan­to peo­res. La idea de que solo lo natu­ral es bueno ya es dudo­sa en sí mis­ma, pero es que ade­más esto no es cier­to: hay en la natu­ra­le­za infi­ni­dad de com­por­ta­mien­tos sexua­les que se salen de la hete­ro­se­xua­li­dad.

Estos com­por­ta­mien­tos se han obser­va­do en dis­tin­tos aspec­tos de la vida ani­mal: el cor­te­jo, el sexo, el afec­to, la cría y el empa­re­ja­mien­to. Un ejem­plo fue­ron Roy y Silo, dos pin­güi­nos macho que vivían en el zoo de Cen­tral Park que cui­da­ron a medias con éxi­to un hue­vo sin madre. Otro son los leo­nes del par­que de Bore­mi, en Bots­wa­na, que aun­que pare­cen y se com­por­tan como machos, en reali­dad son hem­bras. Si quie­res leer más ejem­plos, te reco­men­da­mos la obra Bio­lo­gi­cal exhu­be­ran­ce: Ani­mal homo­se­xua­lity and natu­ral diver­sity, del bió­lo­go Bru­ce Bage­mihl.

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