Pablo Díaz, pro­fe­sor de Turis­mo en los Estu­dios de Eco­no­mía y Empre­sa de la UOC.

El sec­tor del turis­mo afron­ta el verano con incer­ti­dum­bre debi­do a la cri­sis eco­nó­mi­ca que está cau­san­do la pan­de­mia del coro­na­vi­rus. Des­pués de un lar­go con­fi­na­mien­to, la pobla­ción quie­re salir de casa y la indus­tria turís­ti­ca bus­ca for­mas para ofre­cer solu­cio­nes que per­mi­tan unas vaca­cio­nes segu­ras y sos­te­ni­bles. Con moti­vo del Día Mun­dial del Medioam­bien­te, entre­vis­ta­mos a Pablo Díaz, pro­fe­sor de Turis­mo de los Estu­dios de Eco­no­mía y Empre­sa de la UOC y exper­to en desa­rro­llo del turis­mo y en turis­mo elec­tró­ni­co (e‑turismo). Díaz expo­ne la ten­sión que hay actual­men­te sobre la mesa: man­te­ner el actual mode­lo turís­ti­co de masas, mayo­ri­ta­ria­men­te con­ta­mi­nan­te, o apos­tar por un cam­bio hacia una alter­na­ti­va que ten­ga en cuen­ta el entorno. Aho­ra más que nun­ca, ase­gu­ra, es el momen­to de intro­du­cir hábi­tos nue­vos y fomen­tar el turis­mo nacio­nal y rural.

La pandemia del coronavirus ha tenido consecuencias directas para el sector del turismo, que está viviendo los estragos de una crisis económica cuyo impacto completo aún está por ver. ¿Esto cambiará radicalmente la forma de viajar?

Duran­te un tiem­po se cam­bia­rá la for­ma de hacer turis­mo por las medi­das de dis­tan­cia­mien­to y por la movi­li­dad limi­ta­da entre paí­ses. Duran­te este verano, será cues­tión de hacer turis­mo local y nacio­nal, pero se irá abrien­do hacia el extran­je­ro. Las con­se­cuen­cias a lar­go pla­zo son muy incier­tas: pue­de que haya una con­cien­cia —como cons­ta­tan algu­nas inves­ti­ga­cio­nes— de cier­to públi­co preo­cu­pa­do res­pec­to a las cues­tio­nes sani­ta­rias intrín­se­cas a la sos­te­ni­bi­li­dad que pida con­di­cio­nes sani­ta­rias y eco­ló­gi­cas ade­cua­das. Habrá que ver duran­te cuán­to tiem­po se man­tie­ne esto y cómo se com­bi­na con los intere­ses de la indus­tria turís­ti­ca, ya que tam­bién habrá una explo­sión extra­or­di­na­ria de que­rer dis­fru­tar ple­na­men­te del turis­mo, tam­bién en cuan­to al turis­mo con­ta­mi­nan­te, como el de los cru­ce­ros.

¿Por qué a raíz de la propagación de la COVID-19 nos preocupa más el medioambiente?

La glo­ba­li­za­ción y la conec­ti­vi­dad turís­ti­ca han sido un fac­tor deter­mi­nan­te para que el virus se exten­die­ra más rápi­da­men­te. Las pan­de­mias de hace un siglo no se pro­pa­ga­ban con tan poco tiem­po por­que el turis­mo y la movi­li­dad no esta­ban tan desa­rro­lla­dos. Esta rela­ción entre la glo­ba­li­za­ción y la expan­sión de la COVID-19 pue­de hacer pen­sar al públi­co que con este rit­mo de vida las pan­de­mias se extien­den más rápi­da­men­te y que, por tan­to, hay que vigi­lar estos fac­to­res. Sin embar­go, ya había movi­mien­tos ante­rio­res al coro­na­vi­rus para una sos­te­ni­bi­li­dad turís­ti­ca, por ejem­plo, para redu­cir los vue­los de cor­to reco­rri­do, que son alta­men­te con­ta­mi­nan­tes. Gra­cias a Gre­ta Thun­berg, estos movi­mien­tos tuvie­ron impac­to en los paí­ses nór­di­cos y ya esta­ban lle­gan­do a Fran­cia e inclu­so a Espa­ña.

Una alternativa al modelo turístico actual es el turismo sostenible, que cada vez más tiene relevancia. ¿El sector está preparado para afrontar un cambio hacia la sostenibilidad?

Exis­te la inten­ción de repen­sar el mode­lo actual. El sec­tor turís­ti­co lide­ró cam­bios socio­cul­tu­ra­les en los años seten­ta, con la aper­tu­ra del turis­mo al extran­je­ro, que supu­sie­ron un impul­so para el cam­bio polí­ti­co y para que se pro­du­je­ran trans­for­ma­cio­nes en la socie­dad. No con­si­de­ro que aho­ra le toque lide­rar nin­gún cam­bio: debe ser el fomen­to de una acti­vi­dad eco­nó­mi­ca más sos­te­ni­ble lo que debe arras­trar otras acti­vi­da­des en el mis­mo sen­ti­do. El turis­mo bebe del para­dig­ma socio­eco­nó­mi­co exis­ten­te, y si el para­dig­ma es el con­su­mo de masas y el capi­ta­lis­mo, difí­cil­men­te podrá pro­du­cir­se un cam­bio sig­ni­fi­ca­ti­vo en el turis­mo.

El turismo de masas, sobre todo el de sol y playa, está muy consolidado en España, lo que dificulta esta transformación. ¿Hay alguna oportunidad para llevar este modelo hacia unas dinámicas más ecológicas?

El turis­mo de masas esta­ba satu­ran­do cier­tos des­ti­nos turís­ti­cos y, aun­que batía récords de ingre­sos, la ima­gen que se trans­mi­tía recien­te­men­te era que la cur­va de desa­rro­llo del des­tino en sí podría empe­zar a bajar. La per­cep­ción de los turis­tas de Bar­ce­lo­na en los últi­mos años es que la auten­ti­ci­dad se está per­dien­do, y este boca a boca podría inver­tir las cifras. De hecho, en Espa­ña hay polí­ti­cas para atraer turis­tas que hagan un mayor gas­to y que se com­por­ten mejor, es decir, que se rela­cio­nen de un modo menos per­ju­di­cial con el entorno. Aho­ra, ade­más, con el impac­to del coro­na­vi­rus, muchos pisos turís­ti­cos se están con­vir­tien­do en alqui­le­res con­ven­cio­na­les. Esto demues­tra que lo que pare­cía un movi­mien­to impa­ra­ble de turis­ti­fi­ca­ción exce­si­va de cen­tros urba­nos pue­de cam­biar; aquí hay una opor­tu­ni­dad. Hay más acce­si­bi­li­dad de la pobla­ción local para aspi­rar a estos pisos, aun­que el sec­tor depen­de de estos ingre­sos.

Por lo tanto, ¿este podría ser el momento ideal para aplicar más conciencia medioambiental al turismo?

Aho­ra vemos la oca­sión de plan­tear­nos un turis­mo más equi­li­bra­do y armo­nio­so y, al mis­mo tiem­po, tene­mos todos los ingre­dien­tes para que la acti­vi­dad vuel­va a su pun­to de ori­gen, ¡y quién sabe si más allá! La acti­vi­dad públi­ca vuel­ve a tener la opor­tu­ni­dad de revi­sar qué tipo de turis­mo quie­re: si apues­ta por una recu­pe­ra­ción rápi­da para vol­ver al mis­mo mode­lo y ayu­dar a las com­pa­ñías de bajo cos­te, o si apro­ve­cha la emer­gen­cia sani­ta­ria para hacer una mayor super­vi­sión.

¿Cómo se presenta este verano en materia de sostenibilidad para el turismo nacional?

El turis­mo nacio­nal tie­ne una opor­tu­ni­dad úni­ca de bene­fi­ciar­se de la situa­ción, por­que no habrá tan­tos turis­tas extran­je­ros satu­ran­do ciu­da­des como Bar­ce­lo­na o Madrid, o la cos­ta de Tarra­go­na y de Giro­na. Para los pro­pios ciu­da­da­nos, que a menu­do se ven satu­ra­dos por la pre­sen­cia masi­va de turis­tas extran­je­ros, tam­bién se pro­du­ci­rá un cam­bio. El equi­li­brio, sin embar­go, es deli­ca­do, por­que el turis­mo extran­je­ro tam­bién gene­ra mucho dine­ro.

El cambio de modelo también supone acostumbrar al consumidor e introducir nuevos hábitos. ¿Estamos preparados para hacerlo?

Hay cier­to por­cen­ta­je de turis­tas que sí está dis­pues­to a renun­ciar a cier­tas como­di­da­des o a cier­tas cos­tum­bres, pero una gran mayo­ría no. Pue­de haber un cam­bio de com­por­ta­mien­to en algu­nos turis­tas, pero otros pue­den vol­ver a la mis­ma incons­cien­cia. Aun así, sí debe haber —y habrá— un cre­ci­mien­to del turis­mo de natu­ra­le­za y rural para no satu­rar los des­ti­nos de sol y pla­ya, un nue­vo com­por­ta­mien­to que se ale­je de los núcleos urba­nos para expan­dir la acti­vi­dad y no con­cen­trar­lo todo en una sola zona. La Admi­nis­tra­ción públi­ca tie­ne un papel muy impor­tan­te en esta mate­ria.

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