Foto: Jonathan Bor­ba / Uns­plash .

Según datos del Minis­te­rio de Sani­dad, el núme­ro de sani­ta­rios afec­ta­dos por la COVID-19 supera los 30.000. Pero, ade­más, cada vez más exper­tos y socie­da­des médi­cas, como la Socie­dad Espa­ño­la de Médi­cos de Aten­ción Pri­ma­ria (SEMERGEN), están advir­tien­do sobre las reper­cu­sio­nes emo­cio­na­les y psi­co­ló­gi­cas deri­va­das de estar «en la pri­me­ra línea de bata­lla» duran­te la cri­sis sani­ta­ria.

A fal­ta de un aná­li­sis o una eva­lua­ción ofi­cial res­pec­to al impac­to emo­cio­nal de esta situa­ción en los sani­ta­rios, se ha adop­ta­do como refe­ren­cia un estu­dio rea­li­za­do en Chi­na con más de mil pro­fe­sio­na­les de la salud que par­ti­ci­pa­ron en el mane­jo de la pan­de­mia en este país. Los resul­ta­dos refle­jan que más del 50 % pre­sen­ta sín­to­mas de depre­sión; el 45 % afir­ma sufrir ansie­dad y un 35 % tie­ne pro­ble­mas de insom­nio. En la mis­ma línea, la Fun­da­ción Gala­tea (crea­da por el Cole­gio de Médi­cos de Bar­ce­lo­na y que ofre­ce aten­ción a los pro­fe­sio­na­les de la salud) esti­ma que el 45 % de las con­sul­tas que están reci­bien­do se deben a casos de ansie­dad y estrés ante el ries­go de con­ta­gio y el mie­do a enfer­mar, a con­ta­giar a su entorno fami­liar y a tener que aban­do­nar su labor en caso de caer enfer­mos.

Incertidumbre, cansancio y estrés mantenido

«Al igual que el res­to de la pobla­ción, los pro­fe­sio­na­les sani­ta­rios han teni­do que enfren­tar­se a la fal­ta de expe­rien­cia pre­via ante la cri­sis de la COVID-19, que no se pare­ce a otras situa­cio­nes que haya­mos vivi­do. Eso gene­ra mie­do e incer­ti­dum­bre, y pue­de dar lugar a una sen­sa­ción de pér­di­da de con­trol», expli­ca Alba Pérez, pro­fe­so­ra de los Estu­dios de Psi­co­lo­gía y Cien­cias de la Edu­ca­ción de la UOC. 

Jun­to con la incer­ti­dum­bre, Alba Pérez des­ta­ca el can­san­cio y el estrés man­te­ni­do como dos fac­to­res que pue­den afec­tar a la salud físi­ca y psi­co­ló­gi­ca de estos pro­fe­sio­na­les. «Lle­van muchas sema­nas en acti­vo y algu­nos de ellos con lar­gos tur­nos de tra­ba­jo. Cuan­do se afron­ta una situa­ción estre­san­te, el cuer­po se sobre­ac­ti­va y se pone en aler­ta. Esto per­mi­te que se res­pon­da ade­cua­da­men­te a las exi­gen­cias del entorno, pero con­su­me muchos recur­sos del orga­nis­mo. Si esta acti­va­ción se pro­lon­ga en el tiem­po —como está ocu­rrien­do tan­to en el caso de los sani­ta­rios como en el de muchos pro­fe­sio­na­les de otros sec­to­res, como el social, que están en una situa­ción muy simi­lar—, habrá un cos­te cada vez más ele­va­do de recur­sos per­so­na­les y una mayor afec­ta­ción», dice Pérez.

Otro fac­tor cla­ve es la fal­ta de recur­sos. «Se habla mucho de los medios mate­ria­les (los EPI o equi­pos de pro­tec­ción indi­vi­dual), cuya caren­cia aumen­ta incues­tio­na­ble­men­te la frus­tra­ción, gene­ra una mayor preo­cu­pa­ción y pro­mue­ve el mie­do al con­ta­gio, pero la fal­ta de medios téc­ni­cos pue­de ser inclu­so más impor­tan­te», seña­la Alba Pérez. Esta opi­nión es com­par­ti­da por Mireia Cabe­ro, pro­fe­so­ra cola­bo­ra­do­ra de los Estu­dios de Psi­co­lo­gía y Cien­cias de la Edu­ca­ción de la UOC, que afir­ma que «el sufri­mien­to psi­co­ló­gi­co y emo­cio­nal se pro­du­ce cuan­do los recur­sos per­so­na­les no están sien­do sufi­cien­tes para hacer fren­te a la situa­ción. Esta pan­de­mia supo­ne una adver­si­dad social y sani­ta­ria, para la que los pro­fe­sio­na­les no solo no tie­nen recur­sos téc­ni­cos, médi­cos y far­ma­co­ló­gi­cos, sino que tam­bién care­cen de recur­sos emo­cio­na­les para afron­tar­la».

Ayuda e intervención psicológica: cuanto antes, mejor

Ambas exper­tas coin­ci­den en des­ta­car la nece­si­dad de que los sani­ta­rios reci­ban ayu­da psi­co­ló­gi­ca en el momen­to actual, mien­tras están hacien­do fren­te a la ges­tión de la pan­de­mia, ofre­cién­do­les estra­te­gias adap­ta­das a esta situa­ción. 

«La fal­ta de recur­sos psi­co­ló­gi­cos gene­ra difi­cul­tad de afron­ta­mien­to, sufri­mien­to, estrés y emo­cio­nes como la impo­ten­cia, la des­es­pe­ran­za, la ansie­dad y la angus­tia, que impac­tan en el cuer­po y en la men­te y que pue­den con­ver­tir­se en tras­tor­nos trau­má­ti­cos. Con­tar con el acom­pa­ña­mien­to de un equi­po espe­cia­li­za­do faci­li­ta­rá que los recur­sos que los pro­fe­sio­na­les inte­gran para afron­tar la situa­ción sean más adap­ta­ti­vos y posi­ti­vos», expli­ca Mireia Cabe­ro. Ade­más, Cabe­ro des­cri­be qué tipo de per­fi­les per­so­na­les pue­den ser más vul­ne­ra­bles a los efec­tos nega­ti­vos de esta situa­ción: «las per­so­nas menos resi­lien­tes, aque­llas con menor auto­no­mía emo­cio­nal o menor madu­rez, así como los pro­fe­sio­na­les con menor reco­rri­do pro­fe­sio­nal o que estén atra­ve­san­do un momen­to vital deli­ca­do».

Esta inter­ven­ción «en tiem­po real» es pre­ci­sa­men­te el obje­ti­vo de las nume­ro­sas ini­cia­ti­vas pues­tas en mar­cha en el ámbi­to nacio­nal, comu­ni­ta­rio, hos­pi­ta­la­rio, etc., para ayu­dar a los sani­ta­rios a ges­tio­nar emo­cio­nal­men­te el reto que sig­ni­fi­ca desa­rro­llar su labor asis­ten­cial en este con­tex­to. Así, y de for­ma simi­lar a lo que ha hecho la Fun­da­ción Gala­tea (que ha habi­li­ta­do un ser­vi­cio de apo­yo psi­co­ló­gi­co a dis­tan­cia espe­cí­fi­co para la cri­sis del coro­na­vi­rus), el Minis­te­rio de Sani­dad y el Con­se­jo Gene­ral de Psi­có­lo­gos han acti­va­do un telé­fono de apo­yo para pro­fe­sio­na­les que atien­den a enfer­mos de COVID-19, mien­tras que las con­se­je­rías de Salud de las dis­tin­tas comu­ni­da­des autó­no­mas tam­bién ofre­cen ser­vi­cios en esta línea. 

Des­de su expe­rien­cia en la aten­ción psi­co­ló­gi­ca de los afec­ta­dos en el Sis­te­ma de Emer­gen­cias Médi­cas de la Gene­ra­li­tat de Cata­lu­ña (SEM), Alba Pérez des­cri­be en qué con­sis­te el apo­yo o la inter­ven­ción que se está dan­do a estos pro­fe­sio­na­les. «Se hace des­de un pris­ma pre­ven­ti­vo. De lo que se tra­ta es de aumen­tar sus fac­to­res de pro­tec­ción y hacer­los más resis­ten­tes ante el estrés y las difi­cul­ta­des que están afron­tan­do, ofre­cién­do­les más recur­sos para com­ba­tir la incer­ti­dum­bre, el ago­ta­mien­to físi­co y men­tal y la sen­sa­ción de pér­di­da de con­trol. Para ello, se tra­ba­ja con pau­tas de auto­cui­da­do e higie­ne men­tal, ges­tión de la impli­ca­ción emo­cio­nal y empa­tía hacia los casos que deben afron­tar», expli­ca.

Para Mireia Cabe­ro, si no se ges­tio­nan estos aspec­tos cuan­do los sani­ta­rios están com­ple­ta­men­te inmer­sos en el abor­da­je de la situa­ción, lo más pro­ba­ble es que a lar­go pla­zo aumen­ten los casos de estrés pos­trau­má­ti­co, de depre­sio­nes reac­ti­vas o de sín­dro­me de des­gas­te pro­fe­sio­nal (burn-out). «No se tra­ta de reac­cio­nes psi­co­ló­gi­cas gra­ves, pero sí de reac­cio­nes que inco­mo­dan y preo­cu­pan mucho a las per­so­nas que las viven; es por ello que toda asis­ten­cia que pue­da rea­li­zar­se aho­ra va a pre­ve­nir que apa­rez­can o, al menos, va a mini­mi­zar su inten­si­dad», afir­ma.

Aplicaciones: una opción de soporte y «monitorización anímica»

Cabe­ro expli­ca que los tra­ta­mien­tos que se están lle­van­do a cabo con estos pro­fe­sio­na­les son per­so­na­li­za­dos y dise­ña­dos a la medi­da del momen­to vital que están atra­ve­san­do. «Tras el pri­mer “diag­nós­ti­co”, se empie­za a tra­ba­jar en los recur­sos (men­ta­les, emo­cio­na­les, físi­cos, de acti­tud y espi­ri­tua­les) que los sani­ta­rios deben inte­grar, con la fina­li­dad de acom­pa­ñar­los en su apren­di­za­je y ayu­dar­les a trans­fe­rir­los con rapi­dez en su día a día, de for­ma que pue­dan ges­tio­nar mejor su dolor y res­pon­der adap­ta­ti­va y posi­ti­va­men­te a las cir­cuns­tan­cias», afir­ma.

Asi­mis­mo, y como sopor­te a estas inter­ven­cio­nes psi­co­ló­gi­cas, están desa­rro­llán­do­se apli­ca­cio­nes espe­cí­fi­cas para moni­to­ri­zar el esta­do emo­cio­nal de los ciu­da­da­nos en gene­ral y de los pro­fe­sio­na­les sani­ta­rios en par­ti­cu­lar en rela­ción con la COVID-19. Manuel Arma­yo­nes, inves­ti­ga­dor y direc­tor de desa­rro­llo del eHealth Cen­ter de la UOC, expli­ca que estas herra­mien­tas son úti­les en un doble sen­ti­do: «pri­me­ro, para ayu­dar indi­vi­dual­men­te a las per­so­nas (como puer­ta de entra­da para cono­cer su esta­do emo­cio­nal) y tam­bién, des­de el pun­to de vis­ta de la salud públi­ca, para moni­to­ri­zar y cono­cer el efec­to que una situa­ción como esta pue­de tener sobre la salud men­tal de la pobla­ción y, tam­bién, para cons­ta­tar el impac­to de las dis­tin­tas cam­pa­ñas pues­tas en mar­cha des­de la Admi­nis­tra­ción. Ello, a su vez, per­mi­te rea­li­zar un tra­ba­jo a pos­te­rio­ri para así dise­ñar inter­ven­cio­nes comu­ni­ta­rias de cara a posi­bles olea­das o situa­cio­nes simi­la­res que pue­dan pro­du­cir­se en el futu­ro», seña­la.

Final­men­te, Arma­yo­nes advier­te que el momen­to actual favo­re­ce la pro­li­fe­ra­ción de apli­ca­cio­nes de muchos tipos. Aun así, «en una situa­ción gra­ve como la que esta­mos vivien­do», el exper­to reco­mien­da «fiar­se solo de las desa­rro­lla­das por fuen­tes ofi­cia­les (hos­pi­ta­les, admi­nis­tra­cio­nes auto­nó­mi­cas, etc.), ya que son las que ofre­cen todas las garan­tías deon­to­ló­gi­cas, éti­cas y de pri­va­ci­dad de datos».

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