Ciu­da­da­nos de Los Ánge­les pasan por delan­te de una mues­tra de arte urbano sobre la actual cam­pa­ña a la pre­si­den­cia de Esta­dos Uni­dos (Mario Tama / Getty)

Por su inte­rés repro­du­ci­mos este articu­lo del José Enri­que Ruiz-Domé­­nec publi­ca­do en el perió­di­co La Van­guar­dia.

Era prác­ti­ca­men­te una obli­ga­ción hablar hoy de la epi­de­mia como pro­ta­go­nis­ta de la his­to­ria. Con­fi­na­do como todo ciu­da­dano debe hacer en estos acia­gos días, leo para refle­xio­nar sobre el sig­ni­fi­ca­do de lo que nos está suce­dien­do las pági­nas que Tucí­di­des dedi­có en la Gue­rra del Pelo­po­ne­so la pes­te de Ate­nas de tiem­pos de Peri­cles (el año 429 a C.) y me veo en la obli­ga­ción moral de plan­tear los efec­tos de esa ano­ma­lía de la coti­dia­ni­dad que ha supues­to siem­pre, y supo­ne hoy más que nun­ca, la pre­sen­cia de una epi­de­mia en la vida social. No hay mane­ra de adi­vi­nar­la, pero sí una estra­te­gia para ven­cer­la. Es el peso del azar en la his­to­ria que debe­mos asu­mir de una vez por todas: una epi­de­mia lle­ga cuan­do menos se la espe­ra, y da igual el nivel de con­trol tec­no­ló­gi­co que se ten­ga. Se pue­de pre­de­cir sus efec­tos pero tras estu­diar otros casos ante­rio­res. Siem­pre el pro­ble­ma se agu­di­za el día des­pués. Como le suce­de­rá a la actual pro­vo­ca­da por la Covid-19. 

Duran­te el tiem­po que se pade­ce, como nues­tro tiem­po actual, se lucha para ven­cer el con­ta­gio, como un titá­ni­co esfuer­zo de impe­dir que se con­vier­ta en una pan­de­mia que arra­se para siem­pre un esti­lo de vida. Eso es lo que nun­ca se quie­re. Nos afe­rra­mos a lo cono­ci­do.

Los seres huma­nos nece­si­ta­mos res­pues­tas en situa­cio­nes lími­te y recla­ma­mos infor­ma­ción de la his­to­ria. Bus­ca­mos en el pasa­do epi­de­mias para ver si se pue­de apren­der de su ejem­plo en la cice­ro­nia­na con­vic­ción de que la his­to­ria es maes­tra de la vida. La opción pue­de ser útil si sabe­mos com­bi­nar, en la toma de deci­sio­nes, tan­to el sen­ti­do del rum­bo de casos aná­lo­gos del pasa­do como la sen­si­bi­li­dad de saber adap­tar­los al tiem­po vital de quie­nes los sufren. Hoy se requie­re, como anta­ño, una defi­ni­ción del modo de encau­zar la recu­pe­ra­ción ajus­tan­do las aspi­ra­cio­nes huma­na­men­te com­pren­si­bles de vol­ver a la situa­ción ante­rior a las capa­ci­da­des, nece­sa­ria­men­te limi­ta­das, con las que se cuen­ta. Ya que se ha roto el prin­ci­pio de pre­cau­ción debe­mos refle­xio­nar en serio sobre los modos de acción, no vaya a ser peor el reme­dio que la enfer­me­dad. 

Hace años Arnold Toyn­bee hizo hin­ca­pié en una idea que pare­ce nece­sa­ria: la his­to­ria es un equi­li­brio entre desa­fío y res­pues­ta, cuan­to mayor es el desa­fío más jui­cio­sa debe ser la res­pues­ta. Los cin­co momen­tos de la his­to­ria uni­ver­sal que comen­ta­ré a con­ti­nua­ción sig­ni­fi­ca­ron otros tan­tos epi­so­dios en los que al desa­fío pro­vo­ca­do por una gran epi­de­mia siguió una jui­cio­sa res­pues­ta que abrió un futu­ro pro­me­te­dor. 

PRIMER MOMENTO: LA GRAN EPIDEMIA DE LA PRIMAVERA DEL 542

Es la más lla­ma­ti­va por ser la menos comen­ta­da pese a que el his­to­ria­dor Pro­co­pio tuvo con­cien­cia inme­dia­ta de ella; rápi­da­men­te la vin­cu­ló al cam­bio cli­má­ti­co visi­ble en su tiem­po por el aban­dono de super­fi­cies de cul­ti­vo y el desa­rro­llo de los bos­ques que con­vir­tie­ron la geo­gra­fía euro­pea en un para­je pare­ci­do al actual de Áfri­ca cen­tral. Sin razón apa­ren­te, duran­te la Pas­cua un bro­te de pes­te bubó­ni­ca alcan­zó la popu­lo­sa ciu­dad de Cons­tan­ti­no­pla, que vivía sus días más glo­rio­sos de la mano del empe­ra­dor Jus­ti­niano y su espo­sa Teo­do­ra, a los que vemos repre­sen­ta­dos en los mosai­cos de la basí­li­ca de San Vital en Ráve­na. Esce­nas des­ga­rra­do­ras.

Mosai­co de la basí­li­ca de San Vital, en Ráve­na (Ita­lia). En el cen­tro, Teo­do­ra, espo­sa de Jus­ti­niano, empe­ra­dor del Impe­rio Romano de Orien­te en la épo­ca de la pes­te del año 542

Los médi­cos encon­tra­ron la razón de la pla­ga en el inte­rior de las hin­cha­zo­nes de los cadá­ve­res, pero no logra­ban ais­lar la cau­sa. Se moría por doquier, sin dis­tin­ción de edad, sexo, die­ta, cla­se social. Para los super­vi­vien­tes que­da­ba la tarea de con­ta­bi­li­zar víc­ti­mas, las medi­das para enfren­tar­se a la gran can­ti­dad de cadá­ve­res o sen­ci­lla­men­te la des­crip­ción del temor al con­ta­gio. En pocos años, la pes­te alcan­zó las islas bri­tá­ni­cas e Irlan­da. Se con­vir­tió en pan­de­mia. Fin de una épo­ca. Des­apa­re­cie­ron muchas plan­tas y buen núme­ro de ani­ma­les. Algo había que hacer a par­te de resol­ver el abas­te­ci­mien­to de pro­vi­sio­nes, sobre todo ali­men­tos, a una pobla­ción acos­tum­bra­da al pri­vi­le­gio de vivir en un empo­rio de toda suer­te de mer­can­cías. Había dine­ro pero nada que com­prar. La admi­nis­tra­ción del Esta­do se redu­jo al míni­mo. Al final, se pro­du­jo el estan­ca­mien­to admi­nis­tra­ti­vo y mili­tar, lo que supu­so el fin del sue­ño de recons­truir la uni­dad del Mare Nos­trum y de man­te­ner abier­tos los con­flic­tos del impe­rio, con los ván­da­los en el nor­te de Áfri­ca, con los ostro­go­dos en el Adriá­ti­co o con los per­sas sasá­ni­das en Siria. 

Pero la socie­dad reac­cio­nó. Se cam­bió la geo­po­lí­ti­ca para adap­tar­la al mun­do sur­gi­do tras la epi­de­mia. Los lon­go­bar­dos en Ita­lia, los fran­cos en Fran­cia y los áva­ros en el Danu­bio entra­ron en el esce­na­rio de la his­to­ria para que­dar­se: el resul­ta­do más lla­ma tivo fue la for­ma­ción del Impe­rio Caro lin­gio, un esbo­zo de Euro­pa; por su par­te, los bere­be­res en el nor­te de Áfri­ca y los ára­bes en la fron­te­ra sudo­rien­tal del impe­rio romano pre­pa­ra­ron el terreno para asu­mir el men­sa­je del islam. El impe­rio bizan­tino se orga­ni­zó para durar varios siglos más. Por tan­to, ante la pre­gun­ta ¿fue un desas­tre esa epi­de­mia? cabe res­pon­der sí y no. Los que enten­die­ron la impor­tan­cia del desa­fío acer­ta­ron en la res­pues­ta y crea­ron ci vili­za­cio­nes nue­vas; quie­nes bus­ca­ron excu­sas para seguir con sus con­flic­tos inter­nos, des­apa­re­cie­ron de la his­to­ria.

SEGUNDO MOMENTO: LA PESTE NEGRA DE 1347–1350

Es la epi­de­mia más cono­ci­da, qui­zás por­que sir­vió de telón de argu­men­to a la famo­sa cró­ni­ca del his­to­ria­dor flo­ren­tino Gio­van­ni Villa­ni, por no hablar de que se con­vir­tió en una excu­sa lite­ra­ria para Boc­cac­cio o Chau­cer. Fue un efec­to no desea­do de la pri­me­ra glo­ba­li­za­ción, la que unió Euro­pa y Chi­na en tiem­pos de Mar­co Polo, la que hizo posi­ble la ruta de la Seda por don­de se tras­mi­tió una bac­te­ria mor­tal, la Pas­teu­re­lla pes­tis, en el estó­ma­go de la pul­ga Xenop­si­lla, un bicho que mide menos de un milí­me­tro y que ani­da en el pela­je de las ratas negras. Las bac­te­rias, las pul­gas y las ratas habían sali­do de su hábi­tat ori­gi­nal, pro­ba­ble­men­te Asia Cen­tral, en el ase­dio al que los tár­ta­ros some­tie­ron a la fac­to­ría geno­ve­sa en la ciu­dad de Caf­fa, en el Mar Negro, don­de lan­za­ron cadá­ve­res infec­ta­dos por enci­ma de las mura­llas. A par­tir de ahí se pro­pa­gó pri­me­ro por el ecú­meno medi­te­rrá­neo y lue­go por todas las ciu­da­des de Euro­pa, don­de los sis­te­mas de alcan­ta­ri­lla­do y la eli­mi­na­ción de resi­duos eran el hábi­tat ideal para el desa­rro­llo de la mor­tí­fe­ra bac­te­ria. Se con­vir­tió por tan­to en una pan­de­mia.

‘Rui­nas fan­tás­ti­cas con san Agus­tín y el niño’ (1623) de Fra­nçois de Nomé

El momen­to álgi­do fue el verano de 1348, cuan­do a la epi­de­mia de pes­te bubó­ni­ca se sumó otra de pes­te pul­mo­nar. Una creó la esce­no­gra­fía de la muer­te, bubo­nes en el cue­llo del tama­ño de una len­te­ja ter­mi­na­ban por reven­tar crean­do gran­des machas de san­gre (“la muer­te roja”, se la lla­mó), la otra el con­ta­gio por vía oral, un poco de sali­va del infec­ta­do era sufi­cien­te para con­ta­giar un barrio y lue­go una ciu­dad. No se encon­tró reme­dio. Se com­ba­tió con el fue­go y mues­tras de deses­pe­ra­ción. Algu­nos con­ta­gia­dos caían en un coma pro­fun­da, pos­tra­dos en un jer­gón has­ta morir, otros sufrían deli­rios for­man­do hile­ras de fla­ge­lan­tes que reco­rrían los cami­nos de aldea en aldea, había quie­nes se pre­ci­pi­ta­ban de los teja­dos en medio de atro­ces gri­tos, y los no con­ta­gia­dos per­ma­ne­cía en sus casas con insom­nio. Más de la mitad de la pobla­ción euro­pea des­apa­re­ció en menos de tres años, dejan­do hon­das secue­las psi­co­ló­gi­cas ante el hecho de ver, oler y sen­tir los cadá­ve­res que se amon­to­na­ban en la calle. Se for­jó un arte dedi­ca­do a enten­der los efec­tos de la epi­de­mia en la vida social, sur­gió la dan­za de la muer­te y una nue­va moral basa­da en la devo­ción pri­va­da. 

Pero la socie­dad reac­cio­nó. Se orga­ni­zó de una for­ma dife­ren­te a la que había exis­ti­do has­ta enton­ces; se ins­tau­ró una polí­ti­ca más efi­caz sobre la higie­ne públi­ca y el urba­nis­mo; se refle­xio­nó sobre las líneas maes­tras de la gober­nan­za, se limi­ta­ron los popu­lis­mos que agra­va­ban el pro­ble­ma con las luchas cam­pe­si­nas en el cen­tro de Fran­cia o los lolar­dos en la cam­pi­ña ingle­sa; se fre­nó la huel­ga de los car­da­do­res de lana flo­ren­ti­nos, los lla­ma­dos Ciom­pi, se difun­dió el huma­nis­mo, que pri­ma­ba la lec­tu­ra del libro de la natu­ra­le­za. En suma, se crea­ron las con­di­cio­nes para el Rena­ci­mien­to. 

TERCER MOMENTO: GRANDES EPIDEMIAS EN MESOAMÉRICA DE 1492–1520

Los explo­ra­do­res y con­quis­ta­do­res tra­je­ron de Amé­ri­ca la sífi­lis, pero lle­va­ron un bueno núme­ro de enfer­me­da­des infec­cio­sas que aca­ba­ron con más de la mitad de la pobla­ción indí­ge­na. La serie comen­zó con las epi­de­mias por vía res­pi­ra­to­ria, gri­pe en 1493, saram­pión en 1500 y virue­la en 1519; lue­go las que se pro­pa­ga­ban por la vía diges­ti­va, dia­rreas o la fie­bre tifoi­dea y, final­men­te, las que lo hacían por las pica­du­ras de mos­qui­to, como el tifus. Entre los inter­va­los de las gran­des epi­de­mias se desa­rro­lla una suce­sión de acon­te­ci­mien­tos que defi­nen la épi­ca de los explo rado­res y la épi­ca de los pue­blos resis­ten­tes a la colo­ni­za­ción. Son los his­to­ria­do­res de Indias López de Góma­ra o Ber­nal Díaz quie­nes infor­man de lo que muchos euro­peos empe­za­ban a sos­pe­char, la bana­li­dad con la que se enfren­ta­ban al via­je por el Atlán­ti­co.

Hoy se acu­sa a los con­quis­ta­do­res de lle­var a cabo un geno­ci­diocons­cien­te de los pue­blos que some­tie­ron con la espa­da y la biblia. Algu­nos his­to­ria­do­res nie­gan la acu­sa­ción, pero este deba­te seña­la el fin de la lec­tu­ra heroi­ca de la lle­ga­da de los euro­peos a Amé­ri­ca. Se demues­tra que su res­pon­sa­bi­li­dad es limi­ta­da, pues des­co­no­cían los efec­tos desas­tro­sos de las epi­de­mias que lle­va­ban con­si­go en una pobla­ción no pre­pa­ra­da para las nue­vas infec­cio­nes, pero la for­ma de abor­dar el pro­ble­ma demues­tra sim­ple­men­te un exce­so de ego, que pron­to se des­bor­da para con­ver­tir­se en la clá­si­ca alta­ne­ría del domi­na­dor y el frau­de en los infor­mes trans­mi­ti­dos a la cor­te. Duran­te un tiem­po, se plan­teó el pro­ble­ma a la defen­si­va, igno­ran­do su impli­ca­ción, como si su cul­tu­ra no hubie­ra sur­gi­do de la pan­de­mia de la Pes­te Negra años atrás. Lue­go se des­vió el asun­to a una cues­tión doc­tri­nal, el deba­te sobre la dig­ni­dad del hom­bre que afec­ta­ba a la mane­ra de tra­tar a los indí­ge­nas, que dio lugar a la escue­la de Sala­man­ca y a gran­des auto­res como el padre Vito­ria, pero nun­ca se pen­só resol­ver las epi­de­mias en su raíz. Hay dudas si uti­li­za­ron algu­nos pató­ge­nos como una inci­pien­te y rudi­men­ta­ria gue­rra bio­ló­gi­ca, como hicie­ron ingle­ses y holan­de­ses en la cos­ta de la actual Mas­sa­chu­setts, cuan­do infec­ta­ron a los nati­vos con man­tas con­ta­mi­na­das del virus de la virue­la. 

Pero la socie­dad reac­cio­nó: se crea­ron nue­vas matri­ces urba­nís­ti­cas en el desa­rro­llo de las ciu­da­des virrei­na­les, se asen­tó una len­gua común para mejor comu­ni­car las deci­sio­nes del poder refe­ren­tes al con­ta­gio, se ajus­ta­ron las accio­nes de los con­quis­ta­do­res a la ley a tra­vés del dere­cho de gen­tes. 

CUARTO MOMENTO: LAS PLAGAS DURANTE LA GUERRA DE LOS 30 AÑOS (1618–1648)

En un libro recien­te, Geof­frey Par­kers nos cuen­ta la con­jun­ción de tres desas­tres en el siglo XVII, la peque­ña edad del hie­lo, la gue­rra de reli­gión y una suce­sión de epi­de­mias de tifus, virue­la, palu­dis­mo y pes­te. El foco más acti­vo estu­vo en la región de Lom­bar­día, en espe­cial en la capi­tal, por eso se cono­ció como Pes­te de Milán, que se lle­vó con­si­go cer­ca de un millón de per­so­nas. El movi­mien­to de tro­pas favo­re­ció el con­ta­gio, pues un día esta­ban en Ale­ma­nia y al siguien­te en los Paí­ses Bajos. Los oto­ma­nos que reco­rrie­ron el valle del Danu­bio no sólo sem­bra­ron la muer­te con sus armas sino por pro­pa­gar la pes­te has­ta alcan­zar el gra­do de epi­de­mia en Aus­tria y Hun­gría.

Pero la socie­dad reac­cio­nó. Lo pri­me­ro fue encon­trar una vía para supe­rar la dis­cor­dia entre pue­blos, y esa vía fue la diplo­ma­cia. Duran­te las reunio­nes que tuvie­ron lugar en West­fa­lia se creó la doc­tri­na que fun­da­men­tó el esta­­do-nación con pode­res abso­lu­tos sobre sani­dad públi­ca y movi­mien­to de per­so­nas y mer­can­cías. Por su par­te, Leib­niz y otros escri­to­res orga­ni­za­ron una repú­bli­ca inter­na­cio­nal de las letras para la tras­mi­sión de ideas y cono­ci­mien­tos más allá de los cre­dos reli­gio­sos. La con­cien­cia crí­ti­ca sur­gi­da como res­pues­ta a la epi­de­mia apa­re­ce tras­plan­ta­da a los ilus­tra­dos del siglo XVIII, y con­ver­ti­da en un ansia de saber la diver­si­dad del mun­do ani­mal, el visi­ble y el invi­si­ble, con Buf­fon y otros miem­bros de la Enci­clo­pe­dia. El com­pro­mi­so polí­ti­co de alcan­zar­lo creó un hori­zon­te de expec­ta­ti­vas para supe­rar la supers­ti­ción den­tro del espí­ri­tu de las leyes.

QUINTO MOMENTO: LA GRAN EPIDEMIA DE 1918–1920, LLAMADA GRIPE ESPAÑOLA

Vino pre­ce­di­da de dos bro­tes ante­rio­res en el siglo XIX, cuan­do se popu­la­ri­zó el nom­bre de influen­za para este tipo de enfer­me­dad y que pro­vo­ca­ron una gran can­ti­dad de muer­tes. Recien­te­men­te, con el títu­lo de El jine­te páli­do , Lau­ra Spin­ney se pre­gun­tó por las razo­nes de que a comien­zos del siglo XX sur­gie­ra la más gran­de epi­de­mia de gri­pe de la his­to­ria, pues dejó casi cua­ren­ta millo­nes de muer­tos. Exis­te la opi­nión de que los pri­me­ros casos se detec­ta­ron en la base mili­tar de Fort Riley en mar­zo de 1918, aun­que otros creen que se die­ron antes, en Chi­na, en oto­ño de 1917. El caso es que lle­gó a Espa­ña en la pri­ma­ve­ra de 1918 don­de la pren­sa se hizo eco de la epi­de­mia con tal rique­za de titu­la­res que pron­to comen­zó a lla­mar­se gri­pe espa­ño­la. Así, y sin ser el epi­cen­tro, Espa­ña se con­vir­tió en uno de los paí­ses con más afec­ta­dos, unos ocho millo­nes, con cer­ca de tres­cien­tos mil falle­ci­dos, a cau­sa de una neu­mo­nía bac­te­ria­na secun­da­ria en una épo­ca sin anti­bió­ti­cos, aun­que tam­bién hubo muer­tes bas­tan­te rápi­das por ede­mas pul­mo­na­res. Se supo que se esta­ba ante un virus A del sub­ti­po H1N1 que afec­ta­ba sobre todo a jóve­nes entre vein­te y cua­ren­ta años.

Labo­ra­to­rio muni­ci­pal de pre­pa­ra­ción de la vacu­na antí­ti­fi­ca en los años trein­ta del siglo pasa­do (Saga­rra / Archi­vo)

Pero la socie­dad reac­cio­nó. Pri­me­ro tomó con­cien­cia del peli­gro y se puso a inves­ti­gar en los labo­ra­to­rios; se crea­ron ins­ti­tu­tos espe­cí­fi­cos para ais­lar bac­te­rias y virus con una tec­no­lo­gía cada vez más sofis­ti­ca­da y un méto­do cien­tí­fi­co res­pon­sa­ble. A pesar del males­tar de la cul­tu­ra que se gene­ra­li­zó en los años vein­te y de los pro­ble­mas finan­cie­ros que cul­mi­na­ron en el crac de la bol­sa de Nue­va York, se emplea­ron gran­des recur­sos en inves­ti­ga­ción médi­ca. Se crea­ron vacu­nas y anti­bió­ti­cos con los que luchar con­tra el mal invi­si­ble crea­dor de las epi­de­mias, aun­que no logra­ron evi­tar el mal visi­ble que se esta­ba ges­tan­do con los tota­li­ta­ris­mos. 

En suma, si nos ate­ne­mos al ejem­plo de estos cin­co momen­tos en que una epi­de­mia retó al mun­do con un nivel de angus­tia que hoy vol­ve­mos a tener, nos damos cuen­ta de que para salir ade­lan­te la socie­dad pri­me­ro asu­mió de for­ma res­pon­sa­ble el desa­fío e inme­dia­ta­men­te des­pués ela­bo­ró una res­pues­ta a la altu­ra. Se acer­tó cuan­do la res­pues­ta abría paso a un perío­do pro­me­te­dor, tras la pes­te negra lle­gó el Rena­ci­mien­to, se erró cuan­do la res­pues­ta fue pusi­lá­ni­me, par­ti­dis­ta, tor­pe, sin gene­ro­si­dad. ¿Qué suce­de­rá aho­ra? El desa­fío está plan­tea­do, la res­pues­ta debe­rá ser más inte­li­gen­te y crea­ti­va de lo hecho has­ta aho­ra en la lucha de los fun­da­men­tos que han posi­bi­li­ta­do la pre­sen­cia de este mal en nues­tra socie­dad.

Comparte esta publicación

amadomio.jpg

Suscríbete a nuestro boletín

Reci­be toda la actua­li­dad en cul­tu­ra y ocio, de la ciu­dad de Valen­cia