Repro­du­ci­mos este artícu­lo de divul­ga­ción del colum­nis­ta Leo Galland* por su inte­rés.

*Leo Galland (1943) es un reco­no­ci­do inter­nis­ta nor­te­ame­ri­cano, ha dado cla­ses en Har­vard y en la Uni­ver­si­dad de Nue­va York, y es autor de nume­ro­sos libros médi­cos, entre otros Super­im­mu­nity for Kids (1989), The Four Pillars of Hea­ling (1997), Power Hea­ling (1998) y The Fat Resis­tan­ce Diet (2006). Resi­de actual­men­te en Nue­va York, y es colum­nis­ta habi­tual del Huf­fing­ton Post, para el que escri­be artícu­los de divul­ga­ción médi­ca. Está con­si­de­ra­do por Castle Con­nolly como uno de los mejo­res médi­cos de los Esta­dos Uni­dos.

ANTECEDENTES: UNA IMAGEN EMERGENTE

Los virus con coro­na cons­ti­tu­yen una fami­lia de virus com­pues­tos de ARN en lugar de ADN. Hay muchas espe­cies que pro­du­cen enfer­me­da­des res­pi­ra­to­rias y gas­tro­in­tes­ti­na­les en huma­nos y ani­ma­les. Exis­ten has­ta cua­tro cepas que cau­san el res­fria­do común, por ejem­plo. El coro­na­vi­rus pan­dé­mi­co, COVID-19, iden­ti­fi­ca­do por pri­me­ra vez en Wuhan, Chi­na, tie­ne cier­tas carac­te­rís­ti­cas dis­tin­ti­vas: los datos chi­nos indi­can que el 80% de las per­so­nas infec­ta­das tie­nen sín­to­mas míni­mos y no bus­can aten­ción médi­ca, mien­tras que el 15% se enfer­ma de tos de mode­ra­da a gra­ve así como fal­ta de alien­to, mien­tras que un 5% requie­ren cui­da­dos inten­si­vos. Apro­xi­ma­da­men­te la mitad de los pacien­tes chi­nos ingre­sa­dos ​​en los hos­pi­ta­les no tie­nen fie­bre y un quin­to no desa­rro­lló fie­bre a pesar de tener neu­mo­nía, por lo que, a dife­ren­cia de la gri­pe, la pre­sen­cia o ausen­cia de fie­bre no es una ayu­da diag­nós­ti­ca dema­sia­do útil.

COVID-19 pare­ce pro­pa­gar­se fácil­men­te de per­so­na a per­so­na, gene­ral­men­te a tra­vés de gotas al toser o estor­nu­dar. Un estu­dio recien­te de los Ins­ti­tu­tos Nacio­na­les de Salud des­cu­brió que las gotas pue­den per­ma­ne­cer en el aire duran­te 3–4 horas, pero comien­zan a per­der rápi­da­men­te la infec­ti­vi­dad. En 66 minu­tos, las gotas han per­di­do la mitad de su poten­cia. COVID-19 tam­bién se eli­mi­na en las heces, y en una cuar­ta par­te de las per­so­nas estu­dia­das per­sis­te en las heces inclu­so des­pués de que los hiso­pos res­pi­ra­to­rios se hayan vuel­to nega­ti­vos. La infec­ción trans­mi­ti­da por ali­men­tos o por agua es posi­ble pero aún no se ha demos­tra­do. Los coro­na­vi­rus per­ma­ne­cen via­bles en las super­fi­cies duran­te varios días (a con­ti­nua­ción amplia­re­mos esta cues­tión), pero aún no se ha demos­tra­do la pro­pa­ga­ción de la infec­ción al tocar una super­fi­cie con­ta­mi­na­da.

El perío­do de incu­ba­ción des­de la expo­si­ción a la enfer­me­dad es de 2 a 14 días, con un pro­me­dio de 5 días. A dife­ren­cia de la gri­pe, la enfer­me­dad de COVID-19 pare­ce comen­zar gra­dual­men­te con fati­ga, dolor de gar­gan­ta o tos seca leve u oca­sio­nal­men­te con­ges­tión o secre­ción nasal, a veces náu­seas y pér­di­da de ape­ti­to. Para algu­nas per­so­nas, el pri­mer sín­to­ma es dolor abdo­mi­nal sin pro­ble­mas res­pi­ra­to­rios. La pér­di­da de olfa­to y sabor ocu­rre con fre­cuen­cia. Algu­nas per­so­nas expe­ri­men­tan dia­rrea. Estos sín­to­mas sue­len durar unos 5 días y son segui­dos por la recu­pe­ra­ción. Esta es la Fase Uno, y para el 80% de las per­so­nas es la úni­ca fase. Sin embar­go, para el 20%, la Fase Dos comien­za des­pués de 5 días, con aumen­to de la tos y difi­cul­tad para res­pi­rar, sín­to­mas de neu­mo­nía. Ambos gru­pos con­ti­nua­rán eli­mi­nan­do el virus en secre­cio­nes duran­te varias sema­nas y aún pue­den ser con­ta­gio­sos des­pués de que los sín­to­mas des­apa­rez­can. Un estu­dio fran­cés recien­te encon­tró que tomar el medi­ca­men­to con­tra la mala­ria hidro­xi­clo­ro­qui­na redu­ce sig­ni­fi­ca­ti­va­men­te la dura­ción de la eli­mi­na­ción del virus; agre­gar el anti­bió­ti­co azi­tro­mi­ci­na lo acor­tó aún más, de modo que a los 6 días no hubo virus detec­ta­ble.

Debi­do a que las per­so­nas infec­ta­das pero no enfer­mas pue­den infec­tar a otros, es pro­ba­ble que se difun­da amplia­men­te. Por esta razón, los jóve­nes sanos deben tomar las mis­mas pre­cau­cio­nes que toman sus abue­los si se quie­re con­tro­lar la pan­de­mia. Los bebés y niños peque­ños, inclu­so cuan­do están muy infec­ta­dos, son rela­ti­va­men­te resis­ten­tes a la enfer­me­dad de este virus, que es lo opues­to a la gri­pe. Los adul­tos jóve­nes en los EE UU, en con­tras­te con Chi­na, tie­nen la mis­ma pro­ba­bi­li­dad de reque­rir hos­pi­ta­li­za­ción que los adul­tos mayo­res, aun­que la mor­ta­li­dad aumen­ta con la edad y es mayor en per­so­nas con pre­sión arte­rial alta, dia­be­tes y enfer­me­da­des car­día­cas. Una expli­ca­ción de estas dife­ren­cias y de las dos fases de la enfer­me­dad se expli­ca a con­ti­nua­ción, en las sec­cio­nes sobre Bio­lo­gía del Coro­na­vi­rus yMejo­ra de ACE‑2.

Aun­que pue­de pro­du­cir­se una neu­mo­nía bac­te­ria­na secun­da­ria con COVID-19, la neu­mo­nía por coro­na­vi­rus es viral y pro­du­ce un patrón carac­te­rís­ti­co en la radio­gra­fía de tórax o la tomo­gra­fía com­pute­ri­za­da. La tasa de mor­ta­li­dad de COVID-19 varía con la pobla­ción estu­dia­da. Los datos más cla­ros de mor­ta­li­dad entre indi­vi­duos ambu­la­to­rios y bien ali­men­ta­dos pro­vie­nen del cru­ce­ro Dia­mond Prin­cess, dado que todas las 3.500 per­so­nas a bor­do fue­ron ana­li­za­das: 706 die­ron posi­ti­vo por el virus y 9 han muer­to, una tasa de leta­li­dad del 1,4%, más de 10 veces mayor que la gri­pe esta­cio­nal típi­ca. En hoga­res de ancia­nos o refu­gios para per­so­nas sin hogar, la tasa de leta­li­dad del COVID-19 pro­ba­ble­men­te sea mucho mayor. El Dr. Anthony Fau­ci, de los Ins­ti­tu­tos Nacio­na­les de Salud, cal­cu­la que la tasa de leta­li­dad gene­ral de COVID-19 en los EE UU es de apro­xi­ma­da­men­te el 1%. El ries­go de enfer­me­dad gra­ve aumen­ta con la edad avan­za­da, la pre­sión arte­rial alta, la dia­be­tes y la enfer­me­dad car­día­ca, pul­mo­nar o renal. El cán­cer y la supre­sión inmu­ne por qui­mio­te­ra­pia con­tra el cán­cer o por medi­ca­men­tos de tras­plan­te no pare­cen aumen­tar el ries­go o la gra­ve­dad de la enfer­me­dad cau­sa­da por los coro­na virus. No fue un fac­tor de ries­go duran­te las epi­de­mias de SARS o MERS y no pare­ce con­tri­buir a la car­ga de enfer­me­dad por COVID-19.

Actual­men­te no se sabe si la recu­pe­ra­ción de una infec­ción con COVID-19 pro­du­ce inmu­ni­dad al virus. Se han infor­ma­do casos de apa­ren­te rein­fec­ción, pero podrían repre­sen­tar un bro­te de una infec­ción que había sido supri­mi­da y no cura­da. Sin inmu­ni­dad indi­vi­dual, las vacu­nas no fun­cio­na­rán y no habrá inmu­ni­dad de reba­ño.

PROTECCIÓN PERSONAL

Evi­tar la expo­si­ción debe ser la estra­te­gia núme­ro uno y ha reci­bi­do la mayor aten­ción. Los méto­dos para evi­tar el con­ta­gio se des­cri­ben en la siguien­te sec­ción, Higie­ne anti­vi­ral.Al evi­tar la infec­ción, ayu­da a pre­ve­nir la pro­pa­ga­ción a otras per­so­nas y bene­fi­cia a toda la comu­ni­dad. Las cua­ren­te­nas retra­sa­rán la pro­pa­ga­ción de la infec­ción y redu­ci­rán la car­ga del sis­te­ma de aten­ción médi­ca, pero es pro­ba­ble que la mayo­ría de las per­so­nas en los EEUU estén expues­tas al COVID-19 duran­te el pró­xi­mo año.

Si está expues­to, exis­ten medi­das que pue­de tomar, según la bio­lo­gía del virus, que pue­den dis­mi­nuir la pro­ba­bi­li­dad de una enfer­me­dad gra­ve. Estos no son tra­ta­mien­tos para la enfer­me­dad; son estra­te­gias pre­ven­ti­vas para ayu­dar­lo a ubi­car­se entre el 80% de las enfer­me­da­des leves a míni­mas y tie­nen la mayor pro­ba­bi­li­dad de tener éxi­to si se imple­men­tan antes de que esté expues­to.

BIOLOGÍA DEL CORONAVIRUS, LO QUE NECESITA SABER

Para cau­sar enfer­me­dad, cual­quier virus debe ingre­sar en una célu­la huma­na, repli­car­se y dañar la célu­la, esca­pan­do para infec­tar célu­las adya­cen­tes. COVID-19 ingre­sa en las célu­las huma­nas unién­do­se a una pro­teí­na en la super­fi­cie celu­lar lla­ma­da ACE‑2: angio­­te­n­­sin-con­­ve­r­­ting enzy­me, ECA‑2 en espa­ñol. El patrón de neu­mo­nía por COVID-19 coin­ci­de con la dis­tri­bu­ción de ACE‑2 en los pul­mo­nes. ACE‑2 es en reali­dad una enzi­ma con fuer­tes efec­tos bene­fi­cio­sos en los órga­nos que la pro­du­cen. Cuan­do el coro­na­vi­rus se une a ACE‑2, la pro­teí­na pier­de su acti­vi­dad enzi­má­ti­ca. En pala­bras de un cien­tí­fi­co, COVID-19 pro­du­ce “ago­ta­mien­to ACE‑2”. Algu­nos cien­tí­fi­cos creen que el ago­ta­mien­to de ACE‑2 es res­pon­sa­ble de la gra­ve­dad de la neu­mo­nía y de los efec­tos catas­tró­fi­cos como la insu­fi­cien­cia car­día­ca y el colap­so cir­cu­la­to­rio. Los estu­dios de labo­ra­to­rio han demos­tra­do que la res­tau­ra­ción de ACE‑2 redu­ce drás­ti­ca­men­te la gra­ve­dad de la neu­mo­nía en ani­ma­les con muchos tipos de lesio­nes pul­mo­na­res, infec­cio­sas o tóxi­cas, inclui­das las infec­ta­das con el virus del SARS, un parien­te cer­cano de COVID-19. La resis­ten­cia de ACE‑2 pue­de expli­car la diver­si­dad de res­pues­tas a la infec­ción por el coro­na­vi­rus. La acti­vi­dad ACE‑2 es más alta en ani­ma­les jóve­nes y dis­mi­nu­ye con la edad. Las con­di­cio­nes aso­cia­das con la muer­te por infec­ción por COVID-19 (edad avan­za­da, dia­be­tes, pre­sión arte­rial alta, enfer­me­dad car­día­ca, enfer­me­dad renal) están aso­cia­das con una dis­mi­nu­ción de la acti­vi­dad basal de ACE‑2. La segun­da fase de COVID-19, la pro­gre­sión de una enfer­me­dad viral menor a una neu­mo­nía gra­ve, pue­de refle­jar el ago­ta­mien­to de ACE‑2, que ocu­rre varios días des­pués de los sín­to­mas ini­cia­les. Un pro­to­co­lo de pro­tec­ción debe­ría pre­sen­tar ayu­das para mejo­rar la resis­ten­cia de ACE‑2.

Una vez que han ingre­sa­do en las célu­las huma­nas, los coro­na­vi­rus dañan las célu­las huma­nas al pro­du­cir una enzi­ma lla­ma­da pro­tea­sa 3CL, que les per­mi­te pro­pa­gar­se a las célu­las adya­cen­tes. La pro­tea­sa 3CL ha sido lla­ma­da “el talón de Aqui­les” del coro­na­vi­rus y es el tema del desa­rro­llo de nue­vos fár­ma­cos anti­vi­ra­les. Exis­ten algu­nos fla­vo­noi­des en la die­ta que inhi­ben la pro­tea­sa 3CL, lo que podría limi­tar la gra­ve­dad de la infec­ción.

Para lle­var a cabo los pasos que se aca­ban de des­cri­bir, los virus tam­bién deben evi­tar la pro­tec­ción intrín­se­ca natu­ral que pro­por­cio­na el sis­te­ma inmu­ni­ta­rio inna­to humano, una serie de célu­las y pro­teí­nas que matan los virus al con­tac­to. Los coro­na­vi­rus tie­nen muchos meca­nis­mos para eva­dir el sis­te­ma inmu­ne inna­to, por lo que no está cla­ro que esti­mu­lar la inmu­ni­dad inna­ta ofrez­ca mucha pro­tec­ción. La inmu­ni­dad inna­ta debi­li­ta­da pue­de aumen­tar la sus­cep­ti­bi­li­dad a la enfer­me­dad, por lo que se jus­ti­fi­can las medi­das para opti­mi­zar la inmu­ni­dad inna­ta. Una vez que se desa­rro­lla la neu­mo­nía y aumen­ta la gra­ve­dad de la enfer­me­dad, cam­bia el papel del sis­te­ma inmu­ni­ta­rio. Gran par­te del daño se debe a la acti­vi­dad exce­si­va de las res­pues­tas inmu­nes, que se deno­mi­na “tor­men­ta de cito­qui­nas”, por lo que las tera­pias de esti­mu­la­ción inmu­no­ló­gi­ca nece­si­tan un mane­jo cui­da­do­so duran­te la fase dos de la infec­ción por COVID-19.

PROTECCIÓN A TRAVÉS DE LA NUTRICIÓN Y PRODUCTOS NATURALES

Algu­nos com­po­nen­tes de la die­ta han demos­tra­do efec­tos anti-coro­­na­­vi­­rus en estu­dios de labo­ra­to­rio, inclui­dos los resul­ta­dos en ani­ma­les. Algu­nos de estos tie­nen una lar­ga his­to­ria de uso humano para el tra­ta­mien­to de infec­cio­nes.

Mejo­ra de ACE‑2

El ejer­ci­cio aeró­bi­co regu­lar y una die­ta de ali­men­tos inte­gra­les a base de plan­tas se aso­cian con una mejor fun­ción ACE‑2. Las sus­tan­cias natu­ra­les que mejo­ran la fun­ción ACE‑2 inclu­yen la cur­cu­mi­na (un con­jun­to de fla­vo­noi­des que se encuen­tran en la espe­cia cúr­cu­ma), el res­ve­ra­trol (un poli­fe­nol que se encuen­tra en las uvas rojas y otros ali­men­tos), el áci­do ros­ma­rí­ni­co (un poli­fe­nol que se encuen­tra en espe­cias como el rome­ro y el oré­gano), Panax noto­gin­seng(una hier­ba uti­li­za­da en algu­nas medi­ci­nas tra­di­cio­na­les chi­nas; las frac­cio­nes acti­vas de Panax para for­ta­le­cer las ACE‑2 se lla­man sapo­ni­nas) y áci­do alfa lipoi­co (un anti­oxi­dan­te). ACE‑2 como enzi­ma pro­du­ce un pép­ti­do lla­ma­do Ang 1–7, que es res­pon­sa­ble de muchos de sus bene­fi­cios celu­la­res. Ang 1–7 está com­pues­to de 7 ami­noá­ci­dos y pue­de ser absor­bi­do si se toma por vía oral. A tra­vés de un ciclo de retro­ali­men­ta­ción posi­ti­va, la admi­nis­tra­ción de Ang 1–7 tam­bién aumen­ta la acti­vi­dad de ACE 2. Ang 1–7 pron­to esta­rá dis­po­ni­ble en las far­ma­cias a tra­vés de una serie de com­pues­tos.

El res­ve­ra­trol tie­ne una serie de efec­tos bene­fi­cio­sos sobre el coro­na­vi­rus más allá del sopor­te ACE‑2; inhi­be el cre­ci­mien­to del mor­tal coro­na­vi­rus MERS por múl­ti­ples meca­nis­mos. Ade­más, el res­ve­ra­trol y el áci­do ros­ma­rí­ni­co dis­mi­nu­yen el tipo de infla­ma­ción aso­cia­da con la infec­ción por el coro­na­vi­rus.

Inhi­bi­ción de la pro­tea­sa 3CL

El saú­co (Sam­bu­cus nigra) y la hier­ba medi­ci­nal Hout­tuy­nia cor­da­tainhi­ben la enzi­ma viral 3‑CL pro­tea­sa y se ha demos­tra­do que inhi­ben la acti­vi­dad del coro­na­vi­rus en las célu­las. La baya del saú­co pare­ce ser más efec­ti­va si se ini­cia antes de la infec­ción y con­ti­núa duran­te el perío­do ini­cial de infec­ción. Pue­de estar con­tra­in­di­ca­do en la Fase Dos de COVID-19, debi­do a sus efec­tos de esti­mu­la­ción inmu­no­ló­gi­ca. La inhi­bi­ción de la pro­tea­sa 3CL de saú­co está rela­cio­na­da con su con­te­ni­do de fla­vo­noi­des, espe­cial­men­te los lla­ma­dos anto­cia­ni­nas, y su acti­vi­dad inmu­no­es­ti­mu­lan­te está rela­cio­na­da con sus azú­ca­res com­ple­jos (poli­sa­cá­ri­dos). Al tomar saú­co, ase­gú­re­se de que su con­te­ni­do de fla­vo­noi­des o anto­cia­ni­nas haya sido estan­da­ri­za­do. Los extrac­tos de saú­co son más segu­ros que la fru­ta cru­da de saú­co. Las hojas, la cor­te­za y las raí­ces de las bayas de saú­co con­tie­nen una sus­tan­cia tóxi­ca, que se eli­mi­na median­te coc­ción o extrac­ción. Se han plan­tea­do preo­cu­pa­cio­nes sobre los efec­tos inmu­no­es­ti­mu­lan­tes de las bayas de saú­co. Estos se abor­dan en la siguien­te sec­ción, por­que se apli­can a todas las tera­pias de mejo­ra inmu­no­ló­gi­ca. Hay varios otros fla­vo­noi­des en la die­ta que inhi­ben la pro­tea­sa coro­na­vi­rus 3CL. Según un estu­dio deta­lla­do, el más poten­te fue la her­ba­ce­ti­na, que se encuen­tra prin­ci­pal­men­te en las semi­llas de lino moli­das (no en el acei­te de semi­llas de lino sino en la cás­ca­ra).

Mejo­ra de la inmu­ni­dad inna­ta

El sis­te­ma inmu­ne inna­to está pre­sen­te al nacer y está lis­to para ata­car a los micro­bios en con­tac­to. Su fun­ción es apo­ya­da por un sue­ño ade­cua­do y el ejer­ci­cio mode­ra­do. El com­po­nen­te die­té­ti­co más impor­tan­te para su man­te­ni­mien­to es la pro­teí­na. La defi­cien­cia de pro­teí­nas dete­rio­ra la inmu­ni­dad inna­ta, pero no hay evi­den­cia de que el exce­so de pro­teí­na en la die­ta la mejo­re más allá de los efec­tos de una die­ta salu­da­ble nor­mal. La inges­ta de pro­teí­nas en gra­mos debe ser apro­xi­ma­da­men­te la cuar­ta par­te de su peso cor­po­ral magro en kilo­gra­mos.

La vita­mi­na D, la vita­mi­na A y el zinc son esen­cia­les para la inmu­ni­dad inna­ta, pero los nive­les exce­si­vos de estos real­men­te dete­rio­ran la fun­ción inmu­ne. Casi todos debe­rían com­ple­men­tar con vita­mi­na D duran­te el invierno, pero la dosis debe indi­vi­dua­li­zar­se en un ran­go de 1.000 a 5.000 UI / día. La vita­mi­na D se absor­be mejor con una comi­da abun­dan­te. La vita­mi­na A (en for­ma de reti­nol) y el zinc solo deben com­ple­men­tar­se si los nive­les en san­gre son bajos. Muchos médi­cos inte­gra­do­res come­ten el error de medir el zinc en los gló­bu­los rojos o en la san­gre com­ple­ta; esto no es un refle­jo exac­to del esta­do del zinc. El zinc plas­má­ti­co o el zinc de gló­bu­los blan­cos es mucho más sig­ni­fi­ca­ti­vo. La infla­ma­ción con­du­ce a un secues­tro de zinc en el híga­do, por lo que hay menos zinc dis­po­ni­ble para las célu­las. La quer­ce­ti­na se une al zinc y ayu­da a aumen­tar la can­ti­dad de zinc libre en las célu­las, por lo que la quer­ce­ti­na y el zinc pue­den desem­pe­ñar un papel tem­prano en el cur­so de la infec­ción.

La mela­to­ni­na es una hor­mo­na pro­du­ci­da por la glán­du­la pineal en la base del cere­bro. Es com­pa­ti­ble con la inmu­ni­dad anti­vi­ral y tam­bién ayu­da a con­tro­lar la infla­ma­ción pro­du­ci­da por la infec­ción del coro­na­vi­rus. El cuer­po humano pro­du­ce mela­to­ni­na en la oscu­ri­dad, prin­ci­pal­men­te entre las 2–3 a.m. Los niños pro­du­cen mucha más mela­to­ni­na que los adul­tos, razón por la cual pue­den ser más resis­ten­tes a la enfer­me­dad por COVID-19. No mire tele­vi­sión por la noche ni use una pan­ta­lla de vídeo des­pués de la media­no­che. Limi­te la ilu­mi­na­ción arti­fi­cial por la noche. El jugo de cere­za con­tie­ne bue­nos nive­les de mela­to­ni­na (apro­xi­ma­da­men­te 40 micro­gra­mos en 8 onzas). Beber jugo de cere­za (apro­xi­ma­da­men­te medio litro al día) pue­de aumen­tar sig­ni­fi­ca­ti­va­men­te los nive­les de mela­to­ni­na en la san­gre. Tam­bién pue­de tomar dosis bajas de mela­to­ni­na como suple­men­to, apro­xi­ma­da­men­te medio mili­gra­mo (0,5 mg) alre­de­dor de las 10 p.m. Si se enfer­ma, es posi­ble que nece­si­te más. La mela­to­ni­na inhi­be espe­cí­fi­ca­men­te una cas­ca­da infla­ma­to­ria que pro­du­ce daño celu­lar duran­te la infec­ción por el coro­na­vi­rus, el mis­mo obje­ti­vo que es blo­quea­do por el res­ve­ra­trol y el áci­do ros­ma­rí­ni­co (se lla­ma el infla­ma­so­ma NLPR3). El efec­to anti­in­fla­ma­to­rio de la mela­to­ni­na pue­de poten­ciar­se con altas dosis de vita­mi­na C.

Los hon­gos medi­ci­na­les y die­té­ti­cos con­tie­nen poli­sa­cá­ri­dos que pue­den esti­mu­lar la inmu­ni­dad anti­vi­ral inna­ta. Los más estu­dia­dos son la cola de pavo (Corio­lusTra­me­tes ver­si­co­lor), el mai­ta­ke (Gri­fo­la fron­do­sa), el shii­ta­ke (Len­ti­nu­la edo­des) y el reishi (Gano­der­ma luci­dum).

Los pro­bió­ti­cos y pre­bió­ti­cos pue­den mejo­rar la inmu­ni­dad inna­ta al crear un micro­bio­ma intes­ti­nal que esti­mu­la el sis­te­ma inmu­ni­ta­rio. La inves­ti­ga­ción en esta área está en su infan­cia. Los pre­bió­ti­cos con la mejor evi­den­cia para la esti­mu­la­ción inmu­ne inclu­yen beta-glu­­ca­­nos, ara­bi­no­ga­lac­ta­nos y gala­c­­to-oli­­go­­sa­­cá­­ri­­dos. Estos están fácil­men­te dis­po­ni­bles como pol­vos. Los pro­bió­ti­cos con la mejor evi­den­cia para la esti­mu­la­ción inmu­ne son las espe­cies de Lac­to­ba­ci­llus, espe­cial­men­te Lac­to­ba­ci­llus plan­ta­rum, que se encuen­tra en el chu­crut y otros ali­men­tos vege­ta­les fer­men­ta­dos, y las bac­te­rias for­ma­do­ras de espo­ras del géne­ro Baci­llus, que nor­mal­men­te se encuen­tran en el sue­lo. Varias pre­pa­ra­cio­nes están dis­po­ni­bles comer­cial­men­te. Debi­do a que COVID-19 tie­ne muchos meca­nis­mos para eva­dir la inmu­ni­dad inna­ta, inclu­so cuan­do es fuer­te, la mejo­ra inmu­ne por sí sola no es un enfo­que pro­me­te­dor para pre­ve­nir la infec­ción seve­ra.

El daño pul­mo­nar de la neu­mo­nía avan­za­da por el coro­na­vi­rus se debe a una res­pues­ta inmu­ne hiper­ac­ti­va, por lo que estas tera­pias de esti­mu­la­ción inmu­no­ló­gi­ca deben usar­se solo para la pre­ven­ción o infec­ción tem­pra­na, y no para enfer­me­da­des gra­ves.

Si pade­ce una enfer­me­dad auto­in­mu­ne, pue­de que no sea acon­se­ja­ble usar mela­to­ni­na, hon­gos, bayas de saú­co, pre­bió­ti­cos o pro­bió­ti­cos que esti­mu­lan la fun­ción inmu­ne inna­ta. Si se enfer­ma con sín­to­mas de COVID-19, debe sus­pen­der el uso de extrac­tos de hon­gos medi­ci­na­les, saú­co y pre­bió­ti­cos o pro­bió­ti­cos que mejo­ran el sis­te­ma inmu­ne.

HIGIENE ANTIVIRAL

El pri­mer paso es desa­rro­llar estos hábi­tos: láve­se las manos con agua y jabón duran­te 20 segun­dos antes de comer, tocar­se la cara, des­pués de estar con otras per­so­nas y cuan­do regre­se a casa. Un lava­do de cara tam­bién es una bue­na idea. El jabón es el lim­pia­dor ideal con­tra el coro­na­vi­rus, por­que des­tru­ye la envol­tu­ra pro­tec­to­ra del virus. No use jabón anti­bac­te­riano; no mata­rá el virus y solo daña­rá el micro­bio­ma de su piel.

COVID-19 per­ma­ne­ce via­ble en super­fi­cies como plás­ti­co y ace­ro inoxi­da­ble duran­te 48 horas, en car­tón duran­te apro­xi­ma­da­men­te 24 horas y en cobre duran­te 4 horas. La infec­ti­vi­dad del virus dis­mi­nu­ye con el tiem­po. Des­pués de 6–7 horas en ace­ro o plás­ti­co, la mitad de las par­tí­cu­las han per­di­do via­bi­li­dad. La vida media viral en cobre es infe­rior a una hora. Ten­ga cui­da­do con los obje­tos o super­fi­cies que posi­ble­men­te estén con­ta­mi­na­dos; evi­te tocar los pomos de las puer­tas o los boto­nes del ascen­sor con las manos.

Los cien­tí­fi­cos tie­nen difi­cul­ta­des para recu­pe­rar par­tí­cu­las de coro­na­vi­rus en telas y telas poro­sas. El núme­ro de par­tí­cu­las vira­les reco­gi­das de la tela es el 1% del núme­ro de par­tí­cu­las reco­gi­das de una super­fi­cie dura. Se cree que las fibras natu­ra­les rom­pen las gotas en las que se sus­pen­de el virus, lo que per­mi­te que el virus se seque rápi­da­men­te y mue­ra.

Los siguien­tes lim­pia­do­res mata­rán la mayo­ría de los virus, inclui­dos los coro­na, en super­fi­cies duras con 30 segun­dos de con­tac­to: 70% de alcohol, 0,5% de peró­xi­do de hidró­geno, 0,1% de clo­ro (áci­do hipo­clo­ro­so). Los estu­dios se han rea­li­za­do en super­fi­cies duras no poro­sas, por lo que el alcohol, el peró­xi­do o el blan­quea­dor fun­cio­na­rán en las enci­me­ras, pero es posi­ble que no fun­cio­nen igual en su piel u otras super­fi­cies poro­sas. Si eli­ge usar blan­quea­dor, ase­gú­re­se de no mez­clar­lo con amo­nía­co, por­que la com­bi­na­ción pro­du­ce un gas mor­tal. El desin­fec­tan­te para manos Pure­lle con­tie­ne un 70% de alcohol y pue­de ser un sus­ti­tu­to ade­cua­do del jabón, pero recuer­de que el con­tac­to debe man­te­ner­se duran­te 30 segun­dos. Lim­pie las peri­llas de las puer­tas, telé­fo­nos y tecla­dos dia­ria­men­te o con mayor fre­cuen­cia.

Si está enfer­mo, qué­de­se en casa y use una más­ca­ra qui­rúr­gi­ca cer­ca de otras per­so­nas. Los res­pi­ra­do­res N95 son bas­tan­te incó­mo­dos cuan­do se usan por perío­dos pro­lon­ga­dos y deben reser­var­se para pro­fe­sio­na­les de la salud. Cuan­do tosa o estor­nu­de, cúbra­se la nariz y la boca con el ante­bra­zo o con un pañue­lo dese­cha­ble y desé­che­lo en un reci­pien­te cerra­do. Evi­te dar la mano. El dis­tan­cia­mien­to social pre­vie­ne la pro­pa­ga­ción viral; inten­te man­te­ner­se a dos metros de dis­tan­cia de otras per­so­nas, espe­cial­men­te si está enfer­mo. Aun­que los CDC han des­acon­se­ja­do el uso de más­ca­ras para pre­ve­nir la pro­pa­ga­ción públi­ca de COVID-19, una revi­sión de 34 estu­dios encon­tró que las más­ca­ras sim­ples, inclu­so las case­ras, tie­nen un efec­to pro­tec­tor sig­ni­fi­ca­ti­vo sobre la pro­pa­ga­ción viral y reco­mien­dan que todos usen más­ca­ras cuan­do sal­gan en públi­co.

https://www.washingtonpost.com/outlook/2020/03/28/masks-all-coronavirus/

Varios meta­les están sien­do pro­mo­cio­na­dos por sus efec­tos anti­vi­ra­les. No cai­ga­mos en la exa­ge­ra­ción. El cobre y sus alea­cio­nes como el bron­ce son los meta­les anti­vi­ra­les más poten­tes. Sin embar­go, se nece­si­tan varias horas de expo­si­ción al cobre para eli­mi­nar COVID-19, a dife­ren­cia de los virus del res­fria­do, que se eli­mi­nan en 60 segun­dos. Debi­do a que los meca­nis­mos por los cua­les los dife­ren­tes meta­les matan los virus tien­den a ser simi­la­res, es poco pro­ba­ble que meta­les como el zinc o la pla­ta sean efec­ti­vos para matar COVID-19. Ade­más, las pre­pa­ra­cio­nes de pla­ta pro­ba­das en estu­dios cien­tí­fi­cos son dife­ren­tes de la pla­ta coloi­dal que se ven­de en las tien­das natu­ris­tas, por lo que no se pue­de con­fiar en los aero­so­les de pla­ta coloi­dal para su pro­tec­ción. Los altos nive­les de zinc matan algu­nos coro­na­vi­rus pero son menos efec­ti­vos que el cobre. Aun­que algu­nos médi­cos reco­mien­dan el uso de pas­ti­llas de zinc para pre­ve­nir COVID-19, es poco pro­ba­ble que las pas­ti­llas de zinc alcan­cen el tiem­po de con­tac­to o con­cen­tra­ción nece­sa­rios para matar este virus. El prin­ci­pal efec­to secun­da­rio del zinc son las náu­seas, que inter­fe­ri­rían con su capa­ci­dad de tomar tra­ta­mien­tos pre­ven­ti­vos más úti­les. Pue­de haber algún valor en el suple­men­to de zinc más quer­ce­ti­na una vez que se ha pro­du­ci­do la infec­ción.

Para obte­ner infor­ma­ción útil sobre la mani­pu­la­ción segu­ra de ali­men­tos, vea este video de You­Tu­be:

MEDICAMENTOS ANTIGUOS RECUPERADOS: des­de la epi­de­mia de SARS, que duró de 2002 a 2004, los cien­tí­fi­cos han esta­do bus­can­do medi­ca­men­tos (anti­guos y nue­vos) para mejo­rar el resul­ta­do de la infec­ción por coro­na­vi­rus. Hay dos cate­go­rías de medi­ca­men­tos esta­ble­ci­dos, fácil­men­te dis­po­ni­bles y apro­ba­dos por la FDA que son pro­me­te­do­res:

  • 1) Medi­ca­men­tos anti­pa­lú­di­cos, clo­ro­qui­na e hidro­xi­co­lo­ro­qui­na (Pla­que­nil). Un artícu­lo recien­te de Chi­na demos­tró la poten­te eli­mi­na­ción de COVID-19 por estos fár­ma­cos en estu­dios de labo­ra­to­rio, sien­do la hidro­xi­clo­ro­qui­na supe­rior. Pla­que­nil se usa gene­ral­men­te como un modu­la­dor inmu­ne para enfer­me­da­des auto­in­mu­nes o como un poten­cia­dor de la efec­ti­vi­dad anti­bió­ti­ca para infec­cio­nes como la enfer­me­dad de Lyme. Por lo gene­ral, se toma duran­te meses o años a la vez. En huma­nos, se ha demos­tra­do que Pla­que­nil redu­ce rápi­da­men­te el núme­ro de par­tí­cu­las vivas de COVID‑9; La adi­ción del anti­bió­ti­co azi­tro­mi­ci­na mejo­ró la res­pues­ta de Pla­que­nil, de modo que no que­da­ba virus vivo des­pués de 6 días. Los ensa­yos clí­ni­cos con Pla­que­nil y azi­tro­mi­ci­na están en mar­cha en los EE UU. Ambos medi­ca­men­tos pue­den cau­sar arrit­mias car­día­cas poten­cial­men­te mor­ta­les; solo deben tomar­se bajo super­vi­sión médi­ca. Otro fár­ma­co anti­pa­ra­si­ta­rio, la nita­zo­xa­ni­da (Ali­nia) se ha pro­pues­to como un com­ple­men­to útil para Pla­que­nil. Ali­nia tie­ne una acti­vi­dad anti­vi­ral y tam­bién regu­la las defen­sas anti­vi­ra­les al aumen­tar la pro­duc­ción de inter­fe­rón.
  • 2) Anti­hi­per­ten­si­vos, una cla­se lla­ma­da ARB (blo­quea­do­res de los recep­to­res de angio­ten­si­na), que nor­mal­men­te se usan para redu­cir la pre­sión arte­rial y pro­te­ger la fun­ción renal. Los BRA aumen­tan la acti­vi­dad de ACE‑2 y se han pro­pues­to como un tra­ta­mien­to para pro­mo­ver la cura­ción del pul­món en la neu­mo­nía por coro­na­vi­rus. Un estu­dio recien­te de Chi­na demos­tró a tra­vés de medi­das indi­rec­tas que la fun­ción ACE‑2 dis­mi­nu­ye con la gra­ve­dad de la neu­mo­nía por COVID-19. Para las per­so­nas que ya toman medi­ca­men­tos para la pre­sión arte­rial, la inclu­sión de un ARB pue­de mejo­rar la res­pues­ta a la infec­ción por COVID-19. Hay infor­ma­ción erró­nea que cir­cu­la en Inter­net que atri­bu­ye una alta tasa de mor­ta­li­dad con COVID-19 a los BRA y otra cla­se de medi­ca­men­tos lla­ma­dos inhi­bi­do­res de la ECA. Esta opi­nión es espe­cu­la­ti­va y no se basa en evi­den­cia; refle­ja una com­pren­sión defec­tuo­sa de la bio­lo­gía del coro­na­vi­rus y el papel del ago­ta­mien­to de ACE‑2 en la deter­mi­na­ción del resul­ta­do de la enfer­me­dad. Un estu­dio recien­te de Chi­na no encon­tró aso­cia­ción entre el uso de inhi­bi­do­res de la ECA o BRA y la gra­ve­dad de COVID-19.

REFERENCIAS SELECCIONADAS PARA PROFESIONALES DE LA SALUD

1. El papel de ACE‑2 en COVID-19 — https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC7088566/

2. Res­ve­ra­trol y ACE‑2 — https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/29407880

3. Res­ve­ra­trol ver­sus el coro­na­vi­rus MERS (MERS no uti­li­za ACE‑2 para ingre­sar en las célu­las, por lo que este estu­dio demues­tra otras accio­nes anti-coro­­na­­vi­­rus del res­ve­ra­trol. Los auto­res reco­mien­dan el res­ve­ra­trol como tra­ta­mien­to para MERS. Https: //www.ncbi. nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC5307780/

4. Cur­cu­mi­na y ACE‑2 — https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC4651552/

5. No hay aso­cia­ción entre el uso pre­vio de inhi­bi­do­res de la ECA o BRA y la gra­ve­dad de COVID-19 https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/32120458

6. La enfer­me­dad por coro­na­vi­rus no aumen­ta en pacien­tes inmu­no­de­pri­mi­dos https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/32196933

7. La angio­ten­si­na 2 está direc­ta­men­te rela­cio­na­da con la car­ga viral y la gra­ve­dad en pacien­tes chi­nos con COVID-19. Este es el úni­co docu­men­to que pro­por­cio­na evi­den­cia real, no espe­cu­la­ción. Los auto­res piden el uso de ARBS para mejo­rar COVID-19. https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC7088566/

8. Los BRA pro­te­gen con­tra el SARS y pue­den ser bue­nos para los pacien­tes con COVID-10 (opi­nión) https://mbio.asm.org/content/11/2/e00398-20.long

9. Un papel para los BRA en la defen­sa del cuer­po con­tra COVID-19 (opi­nión) https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/32129518

10. Efi­ca­cia in vitro de hidro­xi­clo­ro­qui­na ver­sus clo­ro­qui­na con­tra COVID-19 https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/32150618 https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC7078228/

11. Open label study of hydroxy­chlo­ro­qui­ne plus azith­romy­cin on viral load. Study was recently expan­ded to 90 patients (not published). https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/32205204

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