Todo el mun­do en Washing­ton se ha cen­tra­do en la res­pues­ta eco­nó­mi­ca a la pan­de­mia del coro­na­vi­rus, en la que exper­tos y polí­ti­cos han pro­pues­to sus medi­das polí­ti­cas pre­fe­ri­das ‑des­de baja­das de impues­tos a res­ca­tes a las gran­des empre­sas pasan­do por pagos direc­tos en efe­c­­ti­­vo-. Es cier­to que mere­ce la pena dis­cu­tir cada uno, pero el foco no es el correc­to. Esto no es una cri­sis eco­nó­mi­ca: es una cri­sis de salud.

La dis­tin­ción pue­de sonar aca­dé­mi­ca. Pero enten­der esto es vital para dise­ñar las polí­ti­cas que debe­ría­mos seguir des­pués. En una cri­sis eco­nó­mi­ca pue­des ima­gi­nar la situa­ción en la que la gen­te pier­de sus tra­ba­jos y no pue­de gas­tar dine­ro. Eso se lla­ma un “shock de deman­da”, que es lo que ocu­rrió duran­te la cri­sis glo­bal finan­cie­ra de 2008. Nues­tros pro­duc­to­res subie­ron pre­cios (por varios razo­nes) hacien­do más difí­cil com­prar sus pro­duc­tos. Y eso se lla­ma “un shock de ofer­ta”, tal y como ocu­rrió duran­te las cri­sis de 1973 y 1979. Pero lo que está ocu­rrien­do aho­ra no pue­de sim­ple­men­te solu­cio­nar­se con res­pues­tas eco­nó­mi­cas, por­que esta­mos pre­sen­cian­do la sus­pen­sión de la eco­no­mía mis­ma.

Aho­ra mis­mo, inclu­so aun­que ten­gas dine­ro, casi no pue­des ir a una tien­da, res­tau­ran­te, esta­dio o cen­tros comer­cial, por­que esos sitios están cerra­dos. Y si eres pro­pie­ta­rio de una fábri­ca que no se ha cerra­do por razo­nes de salud pro­ba­ble­men­te ten­gas que cerrar­la por­que no pue­des con­se­guir pro­duc­tos cla­ve de tus pro­vee­do­res o no pue­des encon­trar sufi­cien­tes tien­das abier­tas que te ven­dan tus pro­duc­tos.

De camino a la Gran Depresión

En estas con­di­cio­nes, dar efec­ti­vo a los con­su­mi­do­res no pro­vo­ca­rá un aumen­to del con­su­mo, al igual que ali­viar a los pro­duc­to­res tam­po­co gene­ra­rá un aumen­to de la pro­duc­ción. Esta­mos ante un esce­na­rio dife­ren­te y mucho más gran­de que la rece­sión de 2008 o el resul­ta­do del 9/11. De hecho, si la cri­sis con­ti­núa varios meses, podría ser peor que la Gran Depre­sión.

No estoy cri­ti­can­do nin­gu­na de las medi­das eco­nó­mi­cas que se han pro­pues­to. La gen­te debe comer, com­prar medi­ci­nas y pagar sus fac­tu­ras. El colum­nis­ta del New York Times Ross Sor­kin ha pre­gun­ta­do a los exper­tos y con­clui­do que la mejor solu­ción sería un “prés­ta­mo puen­te” a todos los nego­cios y autó­no­mos a un inte­rés cero siem­pre que man­ten­gan a la mayo­ría de su plan­ti­lla. Pro­ba­ble­men­te esto sea lo más con­ve­nien­te: un gas­to masi­vo pero más bara­to que una Gran Depre­sión en toda regla.

Pero inclu­so eso podría no ser sufi­cien­te si no reco­no­ce­mos que, sobre todo, Esta­dos Uni­dos se enfren­ta a una cri­sis sani­ta­ria. Y esa cri­sis no se está solu­cio­nan­do. Chi­na ha anun­cia­do que no ha teni­do nin­gu­na infec­ción local más. Corea del Sur, Tai­wán y Sin­ga­pur tam­bién han hecho pro­gre­so “apla­nan­do la cur­va” ‑la fra­se del año”- por­que han dado prio­ri­dad a solu­cio­nar la cri­sis sani­ta­ria antes de rea­li­zar gran­des estí­mu­los eco­nó­mi­cos.

Esta­dos Uni­dos toda­vía se encuen­tra peli­gro­sa­men­te detrás de esa cur­va. Un titu­lar del ‘Wall Street Jour­nal’ el jue­ves: “Las caó­ti­cas prue­bas de coro­na­vi­rus por toda Amé­ri­ca”. El artícu­lo deta­lla cómo el país toda­vía tie­ne un pano­ra­ma caó­ti­co en los sitios de prue­ba, con un pro­ce­di­mien­to de tes­teo “mucho más len­to” del que los exper­tos dicen que es nece­sa­rio, en par­te debi­do a la len­ta res­pues­ta fede­ral”. La tasa de test de Esta­dos Uni­dos per­ma­ne­ce muy por deba­jo de los paí­ses asiá­ti­cos que mejor están con­tro­lan­do la cri­sis. En todo EEUU los hos­pi­ta­les advier­ten de una gra­ve esca­sez de camas, mate­rial médi­co y pro­duc­tos. Y lo peor aún está por venir. Con los con­ta­gios mul­ti­pli­cán­do­se por dos cada dos o tres días, el sis­te­ma sani­ta­rio esta­dou­ni­den­se se va a enfren­tar a lo que el Gover­na­dor de Nue­va Nork Andrew Cuo­mo ha des­cri­to como “tsu­na­mi”.

¿A qué está esperando Trump?

La Admi­nis­tra­ción toda­vía actúa de for­ma muy len­ta. Los exper­tos ya pre­di­je­ron hace sema­nas que las ciu­da­des nece­si­ta­rían miles de camas hos­pi­ta­la­rias más. Y, sin embar­go, la Mari­na sigue rea­li­zan­do tareas de man­te­ni­mien­to en dos bar­cos hos­pi­ta­la­rios y cal­cu­lan­do el per­so­nal nece­sa­rio. El pre­si­den­te dice que invo­ca­rá “la pro­duc­ción de defen­sa” solo si es nece­sa­rio. ¿A qué está espe­ran­do?

Debe­ría pedir a las empre­sas que empe­za­rán la pro­duc­ción de pro­duc­tos médi­cos cla­ve ante una esca­sez de la ofer­ta. Se debe­ría enviar a las fuer­zas arma­das de for­ma inme­dia­ta para que esta­ble­cer zonas de tes­teo y cen­tros hos­pi­ta­la­rios. Los cen­tros de con­ven­ción y los hote­les debe­rían ser con­ver­ti­dos en hos­pi­ta­les. El Gobierno Fede­ral debe­ría anun­ciar un Pro­yec­to Manhat­tan en un con­sor­cio entre lo públi­co y pri­va­do para encon­trar una vacu­na. Des­pués de déa­ca­das de ata­ques al gobierno, a las agen­cias fede­ra­les les fal­ta per­so­nal, finan­cia­ción y están mal equi­pa­das para ges­tio­nar una cri­sis de esta mag­ni­tud. Nece­si­tan ayu­da, y la nece­si­tan rápi­do.

Y aquí pro­pon­go otra idea: el pre­si­den­te Trump podría impul­sar un esfuer­zo inter­na­cio­nal para unir al mun­do con­tra esta ame­na­za común. Las posi­bi­li­da­des de éxi­to si EEUU, Chi­na y la Unión Euro­pea tra­ba­ja­ran jun­tos ‑en una vacu­na, por eje­m­­plo- serían mayo­res. Chi­na, por ejem­plo, pro­du­ce la gran par­te de los sumi­nis­tros y de los pro­duc­tos médi­cos que nece­si­ta el res­to del mun­do. Trump debe­ría eli­mi­nar todos los aran­ce­les auto­des­truc­ti­vos para que los con­su­mi­do­res nor­te­ame­ri­ca­nos no ten­gan que pagar más por estos pro­duc­tos y Chi­na pue­da aumen­tar su pro­duc­ción. Él debe­ría dejar de pola­ri­zar con Chi­na e incen­ti­var la xeno­fo­bia lla­man­do a esto el “virus chino”.

Esto es la gue­rra. Y en una gue­rra inten­tas encon­trar alia­dos en vez de crear enemi­gos.

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