Des­de el des­cu­bri­mien­to de los medi­ca­men­tos anti­vi­ra­les y anti­bió­ti­cos, la exis­ten­cia huma­na en la Tie­rra se ha vuel­to mucho más fácil. Aun­que el acce­so a la medi­ci­na no siem­pre ha sido ideal, hemos dado pasos sor­pren­den­tes para mejo­rar la cali­dad de vida huma­na dis­mi­nu­yen­do las enfer­me­da­des. A tra­vés de pro­gra­mas de vacu­na­ción con­cer­ta­dos, hemos erra­di­ca­do la virue­la y nos hemos acer­ca­do al virus de la polio. Hemos ali­men­ta­do una orga­ni­za­ción glo­bal, la Orga­ni­za­ción Mun­dial de la Salud, cuya misión es el logro de la salud para todos los seres huma­nos. Ellos son los que moni­to­rean las enfer­me­da­des endé­mi­cas y epi­dé­mi­cas y hacen un esfuer­zo coor­di­na­do que es capaz de dete­ner la pro­pa­ga­ción de la enfer­me­dad. La OMS exis­te des­de el dece­nio de 1940, y las nue­vas tec­no­lo­gías han mejo­ra­do seria­men­te su capa­ci­dad para eva­luar cómo se pro­pa­gan las enfer­me­da­des. La vigi­lan­cia es tan bue­na en este pun­to que es posi­ble sen­tar­se en Inter­net en Dubu­que, Iowa o en el desier­to de Kalaha­ri y seguir el desa­rro­llo de COVID-19 en tiem­po real.

Ade­más de la tec­no­lo­gía de la infor­ma­ción, tam­bién ha habi­do una explo­sión de téc­ni­cas mole­cu­la­res que nos per­mi­ten iden­ti­fi­car mejor con qué esta­mos tra­tan­do. La secuen­cia­ción, la cris­ta­li­za­ción de pro­teí­nas, los estu­dios de meca­nis­mos de alto ren­di­mien­to, todo ello ocu­rre lo sufi­cien­te­men­te rápi­do como para hacer que tu cabe­za gire. La res­pues­ta glo­bal a la pan­de­mia, sal­vo algu­nos con­tra­tiem­pos polí­ti­cos, ha sido asom­bro­sa. Se vuel­ve aún más asom­bro­sa cuan­do se com­pa­ran las con­se­cuen­cias de COVID-19 con algo como la pan­de­mia de gri­pe de 1918.

Una época más simple

Vamos a pre­pa­rar la esce­na un poco. Es enero de 1918. La gue­rra ha esta­do en mar­cha des­de el ase­si­na­to del Archi­du­que Fer­nan­do en 1914, y algo así como el 3,5% de la pobla­ción mun­dial ha sido movi­li­za­da al fren­te. El fren­te está lleno de gen­te, es frío y peli­gro­so. Los sol­da­dos están murien­do de enfer­me­da­des pro­sai­cas — tubercu­losis, tifus, pie de trin­che­ra. Pasan meses ente­ros en trin­che­ras abier­tas lle­nas de dese­chos huma­nos y ani­ma­les.

La gue­rra está en gran par­te en una dis­ten­sión, con pocas ganan­cias o pér­di­das reales. Excep­to por la pér­di­da de vidas. Nue­vas armas como tan­ques y lan­za­lla­mas aumen­tan la leta­li­dad del com­ba­te. El clo­ro gaseo­so, su omni­pre­sen­cia es un efec­to secun­da­rio de la flo­re­cien­te indus­tria­li­za­ción, se uti­li­za por pri­me­ra vez como arma. La gue­rra es un infierno, y estos sol­da­dos, ase­dia­dos por una nue­va gene­ra­ción de herra­mien­tas de des­truc­ción, se enfren­tan regu­lar­men­te a la posi­bi­li­dad de que el mun­do se esté aca­ban­do. La cien­cia pue­de expli­car cómo suce­den las cosas, pero la poe­sía es mucho más efec­ti­va para expli­car cómo se sien­ten las cosas. Dejo a Wil­fred Owen, el des­afor­tu­na­do poe­ta que murió pocos meses antes de que se fir­ma­ra el armis­ti­cio en noviem­bre de 1918, la des­crip­ción del horror total en su poe­ma, Dul­ce et Deco­rum Est.

Doblados como viejos mendigos bajo los sacos,
De rodillas, tosiendo como brujas, maldecimos a través del lodo,
Hasta que las inquietantes bengalas nos dieron la espalda,
Y hacia nuestro lejano descanso comenzó a caminar.
Los hombres marchaban dormidos. Muchos habían perdido sus botas,
Pero cojeaba, con la sangre en la mano. Todos se volvieron cojos; todos ciegos;
Borrachos de cansancio, sordos hasta los pies.
de carcasas de gas que caen suavemente por detrás.

¡Gas! ¡GAS! ¡Rápido, muchachos! Un éxtasis de torpeza
Ajustando los torpes cascos justo a tiempo,
Pero alguien todavía estaba gritando y tropezando
Y se balancea como un hombre en el fuego o en la cal.
Oscurece a través de los cristales nebulosos y la luz verde gruesa,
Como bajo un mar verde, lo vi ahogarse.

En todos mis sueños, ante mi indefensa vista,
Se lanza sobre mí, destruyendo, ahogando, ahogando.
Si en algunos sueños asfixiantes, tú también podrías caminar

Detrás del vagón en el que lo arrojamos,
Y mira los ojos blancos retorciéndose en su cara,
Su cara colgante, como un demonio enfermo de pecado;
Si pudieras oír, en cada sacudida, la sangre
Vienen gárgaras de los pulmones corrompidos por la espuma,

Obsceno como el cáncer, amargo como el bolo alimenticio
de viles e incurables llagas en lenguas inocentes,-
Amigo mío, no lo dirías con tanto entusiasmo...
A los niños ardientes por alguna gloria desesperada,

La vieja mentira: Dulce et decorum est
Pro patria mori.

Es en este mun­do don­de apa­re­ce un nue­vo tipo de gri­pe. Es más viru­len­ta y mor­tal que cual­quie­ra que haya apa­re­ci­do en la memo­ria huma­na. Los pri­me­ros casos se repor­tan simul­tá­nea­men­te en múl­ti­ples luga­res. Hay algu­nos en Fran­cia, Ingla­te­rra, Esta­dos Uni­dos. Son repor­ta­dos como curio­si­da­des médi­cas por doc­to­res en el cam­po — san­gre en el espu­to, bron­qui­tis puru­len­ta, cia­no­sis del helio­tro­po oscu­ro — el efec­to secun­da­rio de un pacien­te aho­gán­do­se en sus pro­pios pul­mo­nes. 3

Debi­do a que la gue­rra sigue en mar­cha, y las bajas son más altas que nun­ca en otro con­flic­to arma­do, no hay tiem­po para que estos médi­cos ins­ti­tu­yan medi­das de cua­ren­te­na razo­na­bles. Los que están tan enfer­mos que no pue­den man­te­ner­se en pie están en el hos­pi­tal de cam­pa­ña, ¿todos los demás? Están en las trin­che­ras, pro­pa­gan­do la infec­ción silen­cio­sa­men­te. Los movi­mien­tos de tro­pas, la fal­ta de higie­ne, la fal­ta de con­si­de­ra­ción por una ver­sión más letal de una enfer­me­dad común, todo ello con­tri­bu­yó a la pro­pa­ga­ción del virus. En el trans­cur­so del año siguien­te, más gen­te mori­ría de gri­pe que en la Gran Gue­rra.

¿Cómo aparece un virus de la nada?

La res­pues­ta frus­tran­te es que no pode­mos decir­lo real­men­te. La gue­rra con­su­mió los recur­sos de aten­ción a tal gra­do que ras­trear los orí­ge­nes de la pan­de­mia. Com­bi­na eso con la fal­ta de datos sobre los virus que pre­ce­die­ron a la gri­pe de 1918, y tie­nes un per­fec­to mis­te­rio en tus manos.

Nues­tra mejor apues­ta para enten­der lo que pasó antes de la pan­de­mia de 1918 vie­ne a tra­vés de recons­truc­cio­nes de las fuen­tes de datos ori­gi­na­les. Los his­to­ria­do­res, inclu­yen­do a J.R. Oxford, cita­do ante­rior­men­te, han mira­do los regis­tros médi­cos del fren­te de la Pri­me­ra Gue­rra Mun­dial, y han iden­ti­fi­ca­do las “ondas herál­di­cas” del virus.

Las olas de ban­de­ras fla­mean­tes son como peque­ñas erup­cio­nes antes del gran espec­tácu­lo, nor­mal­men­te más mor­ta­les que la pan­de­mia sub­si­guien­te.

Son más mor­ta­les por­que el virus es nue­vo, y las per­so­nas expues­tas a él aún no tie­nen inmu­ni­dad. El virus ha logra­do encon­trar un nue­vo hués­ped, pero toda­vía nece­si­ta afi­nar su leta­li­dad para poder pro­pa­gar­se como un incen­dio fores­tal. Una infec­ción dema­sia­do dura es cos­to­sa para la salud repro­duc­ti­va, ya que su hués­ped mori­rá antes de que pue­da ser dis­tri­bui­do por la comu­ni­dad.

Como hemos vis­to en las recien­tes pan­de­mias de coro­na­vi­rus, los ani­ma­les pue­den ser reser­vo­rios vira­les. Bajo las con­di­cio­nes ade­cua­das, estas infec­cio­nes espe­cí­fi­cas de la espe­cie pue­den mutar de tal mane­ra que pro­mue­ven la super­vi­ven­cia, la repli­ca­ción y la trans­mi­sión den­tro de un hués­ped humano. Los sol­da­dos del fren­te vivían exac­ta­men­te en el tipo de con­di­cio­nes que pro­mue­ven la trans­mi­sión intra­es­pe­cí­fi­ca.

Las trin­che­ras en el fren­te a menu­do se lle­na­ban de lodo húme­do — las altas capas freá­ti­cas las inun­da­ban al ser exca­va­das, y el lodo inevi­ta­ble­men­te se lle­na­ba con una sucia com­bi­na­ción de dese­chos huma­nos y ani­ma­les. Como no se podía acce­der a lavar­se las manos con fre­cuen­cia, la trans­mi­sión del virus a tra­vés de las líneas de las espe­cies era casi inevi­ta­ble, dada la trans­mi­sión oro-fecal de las influen­cias por­ci­na y aviar. Otra ver­sión de los acon­te­ci­mien­tos tie­ne al virus exten­dién­do­se des­de Chi­na, a par­tir del oto­ño de 1917. La reali­dad es que no pode­mos pre­ci­sar el ori­gen tan bien como lo hace­mos hoy en día. Lo que sí sabe­mos es que las infec­cio­nes de gri­pe se exten­die­ron en el verano de 1918.

La gripe acecha a su presa

Una vez que el virus se pro­pa­gó por las trin­che­ras, era sólo cues­tión de tiem­po que lle­ga­ra a la pobla­ción gene­ral. Los sol­da­dos, en pro­me­dio, tuvie­ron ocho meses de des­plie­gue antes de ser envia­dos de per­mi­so. Aque­llos que esta­ban lo sufi­cien­te­men­te sanos como para estar en las trin­che­ras se les dio per­mi­so, y espar­cie­ron las semi­llas vira­les a medi­da que iban. La pan­de­mia se pro­pa­gó por la pobla­ción mun­dial en tres olea­das (una expli­ca­ción de la natu­ra­le­za cícli­ca de la gri­pe mere­ce ser revi­sa­da en un artícu­lo pos­te­rior…). La pri­me­ra ola se exten­dió por todo el mun­do en junio/julio de 1918, y mató a unos 5/1.000, lo que da una tasa de mor­ta­li­dad total del 0,5%. La segun­da ola fue la voraz­men­te mor­tal — el 2,5% de la pobla­ción murió. En cier­tos luga­res, el impac­to fue mucho peor. En el trans­cur­so de cin­co días, 72 de los 80 adul­tos inuit murie­ron en la Misión Bre­vig, AK. En Fila­del­fia, 1.000 per­so­nas al día morían en el pico de la pan­de­mia.

Es duran­te esta segun­da fase de la pan­de­mia que sur­ge una extra­ña carac­te­rís­ti­ca de leta­li­dad, para la que toda­vía no hay una expli­ca­ción cla­ra. Nor­mal­men­te, la mayo­ría de las muer­tes por gri­pe pro­vie­nen de per­so­nas mayo­res de 65 años y meno­res de 1 año. Esto da una cur­va de mor­ta­li­dad en for­ma de U don­de las per­so­nas de media­na edad mues­tran la menor tasa de mor­ta­li­dad. Pero la gri­pe de 1918 fue dife­ren­te — mos­tró una carac­te­rís­ti­ca cur­va de mor­ta­li­dad en for­ma de W. En el oto­ño de 1918, los pacien­tes entre 25 y 35 años eran los más pro­pen­sos a sucum­bir.

Mor­ta­li­dad de la gri­pe de 1918 en rojo, en com­pa­ra­ción con la mor­ta­li­dad gene­ral por neu­mo­nía en el Rei­no Uni­do entre 1911 y 1918. Obsér­ve­se el pico cen­tra­do en torno a los 30 años de edad para la gri­pe de 1918.

El 11 de noviem­bre de 1918 se fir­mó el armis­ti­cio entre los alia­dos y Ale­ma­nia. Con ello, la gue­rra había ter­mi­na­do. Las tro­pas per­ma­ne­cie­ron en el fren­te, espe­ran­do que Ale­ma­nia salie­ra pri­me­ro. La mor­tal tem­po­ra­da de gri­pe lle­gó a su pun­to máxi­mo con el cere­mo­nial de fin del con­flic­to arma­do. La mor­ta­li­dad dis­mi­nu­yó de for­ma cons­tan­te has­ta febre­ro de 1919, aumen­tan­do de nue­vo por un bre­ve momen­to. Enton­ces, como si nun­ca hubie­ra sido, la pan­de­mia ter­mi­nó. La Gran Gue­rra des­tru­yó la esta­bi­li­dad de una gene­ra­ción, y se lle­vó 20 millo­nes de vidas. La pan­de­mia de 1918, sin una sola bala, se lle­va­ría 40 millo­nes.

¿Qué hace que un virus sea mortal?

Hay dife­ren­tes opi­nio­nes al res­pec­to. Algu­nos han pro­pues­to que los mayo­res de 65 años podrían haber esta­do expues­tos pre­via­men­te a un virus simi­lar que deja­ra un cier­to nivel de pro­tec­ción inmu­no­ló­gi­ca. Otros han suge­ri­do que los de media­na edad sim­ple­men­te sopor­ta­ron más el peso de la gue­rra. La des­nu­tri­ción, el estrés, la deses­pe­ra­ción, todo podría haber con­tri­bui­do a aumen­tar el núme­ro de muer­tes. Duran­te mucho tiem­po, la espe­cu­la­ción fue la mejor mane­ra de con­tar la his­to­ria del virus: no se había extraí­do con éxi­to nin­gu­na mues­tra que con­tu­vie­ra todo el ADN. Esto cam­bió en la déca­da de 1990, cuan­do se ais­la­ron con éxi­to frag­men­tos del geno­ma viral de dos luga­res: una mues­tra de pul­món toma­da de un sol­da­do, y de un cuer­po ente­rra­do en el per­ma­frost en la Misión Bre­vig, AK.

Los cien­tí­fi­cos se han pre­gun­ta­do por qué la enfer­me­dad era tan mor­tal des­de la déca­da de 1930, cuan­do se iden­ti­fi­có un virus como res­pon­sa­ble de la gri­pe, pero tenían muy pocos datos con los que tra­ba­jar. El ciclo viral de la gri­pe sig­ni­fi­ca que un pacien­te sólo eli­mi­na los virus duran­te cin­co o seis días des­pués de la infec­ción. Como la mayo­ría de los pacien­tes murie­ron des­pués de ese momen­to, las mues­tras reco­gi­das de ellos no con­te­nían par­tí­cu­las vira­les.

El Dr. John Hul­tin había leí­do sobre el tre­men­do núme­ro de muer­tes en la Misión Bre­vig, y había vis­to algo que nadie más tenía — los cuer­pos de los muer­tos, ente­rra­dos como esta­ban en una fosa común en el per­ma­frost de Alas­ka, podrían lle­var par­tí­cu­las vira­les pre­ser­va­das. Inten­tó una expe­di­ción en los años 50, y vol­vió con las manos vacías. Escu­chan­do sobre el equi­po del CDC que esta­ba inten­tan­do recons­truir el virus, deci­dió hacer otro inten­to. 46 años des­pués de su pri­mer inten­to, reci­bió per­mi­so de los ancia­nos del pue­blo para inten­tar­lo de nue­vo. Esta vez, encon­tró teji­do pul­mo­nar via­ble, y lo envió al equi­po del CDC.

“El virus se sen­tó y me espe­ró”, dice. “Tal vez fue bueno que yo — no lo encon­tré antes, la tec­no­lo­gía — no esta­ba lis­ta para ello toda­vía. Ade­más, si lo hubie­ra encon­tra­do, me habría con­ver­ti­do en una per­so­na famo­sa, mi futu­ro habría sido muy estre­cho. No lo encon­tré, así que tuve la opor­tu­ni­dad de hacer otras cosas.”

Una ima­gen de color fal­so del virus de la gri­pe del CDC. El ADN en el inte­rior es púr­pu­ra, las pro­teí­nas de la matriz están en blan­co, las pro­teí­nas de la capa en naran­ja.

El CDC secuen­ció las mues­tras dis­po­ni­bles y logró recons­truir la infor­ma­ción gené­ti­ca de todo el virus. Tra­ba­jan­do en un labo­ra­to­rio de alta segu­ri­dad en las entra­ñas del CDC, el equi­po logró revi­vir el virus a par­tir de mate­rial gené­ti­co sin­té­ti­co. Con el virus fun­cio­nal en la mano, fue­ron capa­ces de pro­bar cómo las diver­sas carac­te­rís­ti­cas vira­les ‑pro­teí­nas de la envol­tu­ra, pro­teí­nas de la matriz, capa­ci­dad bio­­quí­­mi­­ca- con­tri­bu­ye­ron a su asom­bro­sa viru­len­cia.

Lo que encon­tra­ron fue sor­pren­den­te. No había nin­gu­na carac­te­rís­ti­ca que hicie­ra al virus tan peli­gro­so. Fue sólo una serie de acci­den­tes des­afor­tu­na­dos que tan­tas varia­bles se habían com­bi­na­do para for­mar un ver­da­de­ro dolor de cabe­za para la mayo­ría de los sis­te­mas inmu­no­ló­gi­cos huma­nos. El mis­mo equi­po tam­bién tra­tó de res­pon­der a la pre­gun­ta de de dón­de vino el virus en pri­mer lugar, e infor­mó de otra bom­ba. Nor­mal­men­te, los virus como el de la gri­pe pue­den ser cate­go­ri­za­dos por la espe­cie con la que han co-evo­­lu­­cio­­na­­do. Está la gri­pe por­ci­na, la gri­pe aviar, inclu­so la gri­pe equi­na. El virus de 1918, sin embar­go, pare­cía una qui­me­ra. Par­tes de él habían veni­do de las aves, otras de los cer­dos o de los huma­nos. Un gru­po de la Uni­ver­si­dad de Shan­dong publi­có un artícu­lo en 2019 en el que se expo­nían los argu­men­tos a favor de un virus qui­mé­ri­co, que era un pro­duc­to de virus huma­nos y avia­res.

La recom­bi­na­ción viral es como la del Sr. Pota­to, jefe de bio­lo­gía. Infec­ta a un solo hués­ped con múl­ti­ples cepas vira­les que se repro­du­cen en las mis­mas célu­las, y se reen­sam­bla­rán espon­tá­nea­men­te en nue­vos tipos de virus. Un ojo de aquí, una nariz de allá, labios de allá, y de repen­te es un nue­vo virus.

Esto se debe a que no hay real­men­te un plan maes­tro que regu­le el ensam­bla­je viral en la célu­la anfi­trio­na — las pie­zas que son fabri­ca­das por la maqui­na­ria del anfi­trión se caen jun­tas debi­do a la diná­mi­ca de ple­ga­do de la pro­teí­na y las pro­pie­da­des de la super­fi­cie. Si hay múl­ti­ples tipos de pie­zas com­pa­ti­bles alre­de­dor, el resul­ta­do final es un nue­vo virus.

¿La Madre de todas las Pandemias?

Dada la leta­li­dad de la gri­pe ori­gi­nal de 1918, es obvio que que­rrías ale­jar­te de la cosa a toda cos­ta. La pan­de­mia se exten­dió por el mun­do en tres fases, mató a 40 millo­nes de per­so­nas, ¿y lue­go qué? ¿Se des­va­ne­ció en el aire, domi­na­da por los sis­te­mas inmu­no­ló­gi­cos supe­rio­res de los sobre­vi­vien­tes?

Sí y no. El mis­mo gru­po que recons­tru­yó el virus de 1918 seña­ló que el virus ori­gi­nal nun­ca des­apa­re­ció real­men­te. En un artícu­lo de 2006 en la Revis­ta de Enfer­me­da­des Infec­cio­sas Emer­gen­tes, los auto­res hacen la siguien­te afir­ma­ción:

Todas las pan­de­mias de gri­pe A des­de enton­ces, y de hecho casi todos los casos de gri­pe A en todo el mun­do (excep­to las infec­cio­nes huma­nas por virus avia­res como el H5N1 y el H7N7), han sido cau­sa­das por des­cen­dien­tes del virus de 1918, inclui­dos los virus H1N1 “a la deri­va” y los virus H2N2 y H3N2 reor­de­na­dos. Estos últi­mos están com­pues­tos por genes cla­ve del virus de 1918, actua­li­za­dos por genes de gri­pe aviar incor­po­ra­dos pos­te­rior­men­te que codi­fi­can nue­vas pro­teí­nas de super­fi­cie, lo que con­vier­te al virus de 1918 en la “madre” de todas las pan­de­mias”.

Aquí hay muchas abre­via­tu­ras, así que te per­do­na­ré si te pier­des por un segun­do. H y N en H1N1 se refie­ren a las pro­teí­nas de la super­fi­cie exte­rior del virus. H sig­ni­fi­ca hema­glu­ti­ni­na, y es res­pon­sa­ble de la capa­ci­dad del virus para pene­trar en la célu­la obje­ti­vo. N se refie­re a la neu­ro­ami­ni­da­sa, la pro­teí­na res­pon­sa­ble de libe­rar los virus com­ple­tos de la super­fi­cie de la célu­la infec­ta­da. Más infor­ma­ción sobre el tema aquí, resu­men de cómo la gri­pe de 1918 está rela­cio­na­da con la gri­pe esta­cio­nal aquí. Los sub­ti­pos del virus se carac­te­ri­zan por estas dos pro­teí­nas. Lo que el párra­fo ante­rior está dicien­do, es que la gri­pe espa­ño­la no se fue a nin­gu­na par­te. Toda­vía está a nues­tro alre­de­dor, cada año. Una ver­sión recom­bi­na­da de ella levan­tó su cabe­za en 2009 como Gri­pe Por­ci­na. Otro caso de recom­bi­na­ción que lle­vó a la apa­ri­ción de más virus mor­ta­les. El virus que mató a 40 millo­nes de per­so­nas cir­cu­la hoy en día en una for­ma rela­cio­na­da como la gri­pe esta­cio­nal — una enfer­me­dad esta­cio­nal peli­gro­sa pero tole­ra­ble. El núme­ro de muer­tes del virus de 1918 fue una tor­men­ta per­fec­ta, y sub­ra­ya que un nue­vo virus siem­pre es más mor­tal que las gene­ra­cio­nes pos­te­rio­res. El sis­te­ma inmu­no­ló­gi­co humano, cuan­do es fun­cio­nal, es una asom­bro­sa defen­sa con­tra una enfer­me­dad pre­via. Esta capa­ci­dad es la base téc­ni­ca de las vacu­nas, y la razón de la resis­ten­cia ances­tral a algo como la virue­la en Euro­pa. El mis­mo virus, lige­ra­men­te muta­do des­de su auto­ge­ne­ra­ción en 1918, es sim­ple­men­te menos peli­gro­so para una pobla­ción con sis­te­mas inmu­no­ló­gi­cos entre­na­dos.

Comida para llevar

La pan­de­mia de 1918, tan mor­tal como lo fue, sigue exis­tien­do hoy en día en for­ma de una gri­pe esta­cio­nal muta­da. Tras la expo­si­ción mun­dial y el sacri­fi­cio de las pobla­cio­nes más vul­ne­ra­bles — adul­tos de media­na edad que fue­ron los más afec­ta­dos por los efec­tos nega­ti­vos de la gue­rra — la leta­li­dad del virus es sig­ni­fi­ca­ti­va­men­te menor.

Los virus zoo­nó­ti­cos, los que se pro­pa­gan en espe­cies que viven jun­to a los huma­nos pero que no son huma­nos, están aquí para que­dar­se. El estre­cho con­tac­to entre los huma­nos y los ani­ma­les pue­de con­du­cir a la trans­mi­sión viral, y el inter­cam­bio recí­pro­co del virus a tra­vés de las líneas de espe­cies pue­de pro­du­cir repen­ti­na­men­te ver­sio­nes mucho más leta­les.

Me que­dan algu­nas pre­gun­tas que haré lo posi­ble por res­pon­der en artícu­los pos­te­rio­res. ¿Qué rela­ción guar­dan las gri­pes esta­cio­na­les con el virus ori­gi­nal de 1918? ¿Qué par­te de nues­tra inmu­ni­dad tie­ne que ver con la expo­si­ción ances­tral?

En el pró­xi­mo artícu­lo de la serie vamos a empe­zar con los coro­na­vi­rus, una nue­va fami­lia de virus zoo­nó­ti­cos que está en la men­te de todos.

  • Anas­ta­sia Ben­de­bury es doc­to­ra en Micro­bio­lo­gía por la Uni­ver­si­dad de Colum­bia, con expe­rien­cia en inves­ti­ga­ción de enfer­me­da­des infec­cio­sas y salud huma­na. Es cofun­da­do­ra del blog de divul­ga­ción cien­tí­fi­ca Demys­tif­ying Scien­ce don­de fue publi­ca­do ori­gi­nal­men­te este artícu­lo.

Comparte esta publicación

amadomio.jpg

Suscríbete a nuestro boletín

Reci­be toda la actua­li­dad en cul­tu­ra y ocio, de la ciu­dad de Valen­cia