El 17 de sep­tiem­bre de 2008, en pleno esta­lli­do de la cri­sis eco­nó­mi­ca, el enton­ces pre­si­den­te de la CEOE Gerar­do Díaz Ferrán rea­li­za­ba unas decla­ra­cio­nes que sor­pren­dían a todos al pro­po­ner “un parén­te­sis en la eco­no­mía de libre mer­ca­do”. Hoy, cuan­do comen­za­ban a dar­se por supe­ra­dos los efec­tos de aque­lla cri­sis, la situa­ción gene­ra­da por la pan­de­mia del Covid-19 vuel­ve a poner de actua­li­dad aque­llos plan­tea­mien­tos inclu­so con más dra­ma­tis­mos que enton­ces. Por­que el ries­go de que la pan­de­mia pue­da desem­bo­car en una pará­li­sis sis­té­mi­ca pare­ce que no solo obli­ga a un con­fi­na­mien­to de las per­so­nas para evi­tar los con­ta­gios. Tam­bién a poner en cua­ren­te­na el pro­pio capi­ta­lis­mo.

Y es que en estos momen­tos la úni­ca posi­bi­li­dad de evi­tar que la cri­sis des­em­bo­que en colap­so pasa de for­ma inevi­ta­ble por la deci­di­da inter­ven­ción del Esta­do. En pri­mer lugar con la actua­ción de los ser­vi­cios públi­cos sani­ta­rias, una barre­ra de con­ten­ción que pue­de fre­nar el avan­ce de la pan­de­mia, Una sani­dad públi­ca que para­dó­ji­ca­men­te se ve obli­ga­da a afron­tar esta gra­ve cri­sis debi­li­ta­da por la orto­do­xia eco­nó­mi­ca euro­pea de la últi­ma déca­da con unas polí­ti­cas aus­te­ri­ci­das que no han deja­do de mer­mar sus pre­su­pues­tos.

Pero sobre los hom­bros del Esta­do no solo recae en estos momen­tos pro­te­ger la salud de los ciu­da­da­nos. Tam­bién evi­tar que la cri­sis sani­ta­ria deven­ga en una deva­cle eco­nó­mi­ca y social de con­se­cuen­cias impre­de­ci­bles. Para ello ten­drá que garan­ti­zar liqui­dez y finan­cia­ción a las empre­sas para evi­tar que quie­bren por la para­li­za­ción de la acti­vi­dad, que pue­dan afron­tar sus deu­das y pagar las nómi­nas de sus tra­ba­ja­do­res. Debe­rá bus­car fór­mu­las que garan­ti­cen ingre­sos a los autó­no­mos mien­tras se man­ten­gan las con­di­cio­nes excep­cio­na­les. Y debe­rá garan­ti­zar asis­ten­cia y recur­sos para los tra­ba­ja­do­res, y no serán pocos, que se vean afec­ta­dos por la pér­di­da de sus empleos. En resu­men, en estos momen­tos, todo depen­de del Esta­do.

La situa­ción supo­ne en la prác­ti­ca el acta de defun­ción de la ultra­ri­gi­dez en el con­trol del défi­cit públi­co. Por­que el Esta­do nece­si­ta­rá rea­li­zar un colo­sal esfuer­zo de gas­to para hacer fren­te a la cri­sis. Pri­me­ro para las inver­sio­nes sani­ta­rias urgen­tí­si­mas a las que le obli­gan la expan­sión de la pan­de­mia. Des­pués, pero al mis­mo tiem­po, para poder hacer fren­te a la inyec­ción eco­nó­mi­ca que debe­rá rea­li­zar a empre­sas, autó­no­mos y tra­ba­ja­do­res para sobre­vi­vir a esta dura y difí­cil coyun­tu­ra. Con los ingre­sos men­gua­dos por la pro­pia cri­sis, solo exis­te un camino para ase­gu­rar que el Esta­do cuen­te con medios para hacer fren­te a un reto tan gigan­tes­co: el endeu­da­mien­to.

La Comi­sión Euro­pea pare­ce que poco a poco ha ido asu­mien­do esta reali­dad y no le ha que­da­do más reme­dio que admi­tir que las rígi­das nor­mas del pac­to de esta­bi­li­dad y cre­ci­mien­to van camino de pasar a la his­to­ria. Se esti­ma que la deu­da del Esta­do espa­ñol cami­na inevi­ta­ble­men­te a un récord his­tó­ri­co que supe­rar en 120% del PIB. Aho­ra le toca al Ban­co Cen­tral Euro­peo garan­ti­zar los recur­sos mone­ta­rios y fijar unos tipos de inte­rés que no abo­quen a los Esta­dos al colap­so, espe­cial­men­te a los más afec­ta­dos como Ita­lia o Espa­ña. Y es que, sin mar­gen de manio­bra alter­na­ti­vo, y con el capi­ta­lis­mo en cua­ren­te­na, hoy cual­quier espe­ran­za pasa inevi­ta­ble­men­te por el Esta­do.

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