Esta es una de las gran­des pre­gun­tas que muchos hacen acer­ca del Covid-19, que ya ha infec­ta­do a más de 110.000 per­so­nas en todo el mun­do. Aun­que muchos virus y gér­me­nes pue­den sobre­vi­vir en obje­tos comu­nes, si nos cen­tra­mos pre­ci­sa­men­te en cómo el nue­vo coro­na­vi­rus lo hace, qui­zás podría­mos ayu­dar a dete­ner la epi­de­mia.

Para ayu­dar a encon­trar una res­pues­ta, inves­ti­ga­do­res de EE.UU. han rocia­do el virus con sie­te mate­ria­les que se encuen­tran común­men­te en hoga­res y hos­pi­ta­les, para ver cuán­to tiem­po seguía sien­do infec­cio­so. El ger­men sobre­vi­vió́ más tiem­po en plás­ti­co y ace­ro inoxi­da­ble, don­de se afe­rró duran­te tres días; mien­tras que en el cobre el virus des­apa­re­cía des­pués de cua­tro horas, según Vin­cent Muns­ter y un equi­po del labo­ra­to­rio de viro­lo­gía de los Ins­ti­tu­tos Nacio­na­les de Salud en Hamil­ton, Mon­ta­na, que des­cri­ben sus expe­ri­men­tos en una nue­va pre­im­pre­sión.

Sin embar­go, has­ta aho­ra no hay prue­bas defi­ni­ti­vas de que el virus se pro­pa­gue real­men­te a tra­vés de obje­tos inani­ma­dos. “No sabe­mos si el Covid-19 se pue­de con­ta­giar a tra­vés de super­fi­cies con­ta­mi­na­das o de obje­tos inani­ma­dos en este momen­to. Esa es la con­clu­sión”, dice Marilyn Roberts, micro­bió­lo­ga de la Escue­la de Salud Públi­ca de la Uni­ver­si­dad de Washing­ton.

Los médi­cos que exa­mi­nan a los pacien­tes saben que el virus está pre­sen­te en gran­des can­ti­da­des en el trac­to res­pi­ra­to­rio supe­rior de las per­so­nas, por lo que es pro­ba­ble que se pro­pa­gue al toser o estor­nu­dar, rocian­do dimi­nu­tas gotas y aero­so­les en el aire y en las super­fi­cies. “La esta­bi­li­dad del virus en el aire y en las super­fi­cies pue­de afec­tar direc­ta­men­te a la trans­mi­sión del virus, ya que las par­tí­cu­las del virus nece­si­tan per­ma­ne­cer via­bles el tiem­po sufi­cien­te des­pués de ser expul­sa­das del hués­ped para ser absor­bi­das por un nue­vo hués­ped”, escri­ben Muns­ter y su equi­po.

Muns­ter y sus com­pa­ñe­ros de tra­ba­jo dicen que la pro­pa­ga­ción por el aire pro­ba­ble­men­te expli­ca los even­tos de “super pro­pa­ga­ción” como el que pare­ce haber ocu­rri­do en Bos­ton, don­de se cree que más de 70 per­so­nas se infec­ta­ron en una con­fe­ren­cia cele­bra­da por la empre­sa de bio­tec­no­lo­gía Bio­gen.

Las auto­ri­da­des sani­ta­rias reco­mien­dan que las per­so­nas se laven las manos con fre­cuen­cia y uti­li­cen lim­pia­do­res a base de alcohol para desin­fec­tar las super­fi­cies. Se sabe que los coro­na­vi­rus son bas­tan­te fáci­les de matar; el alcohol para fro­tar y el peró­xi­do de hidró­geno dilui­do se encuen­tran entre las armas efec­ti­vas.

Los inves­ti­ga­do­res se encuen­tran aho­ra mis­mo inves­ti­gan­do cuán­to tiem­po dura el virus en la muco­sa y en la mate­ria fecal, y bajo qué tem­pe­ra­tu­ras y nive­les de hume­dad es capaz de sobre­vi­vir.

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