Este fin de sema­na el esce­na­rio de Sala Rus­sa­fa se trans­for­ma en un cam­po de expe­ri­men­ta­ción para el estreno en la Comu­ni­tat Valen­cia­na de Tulli­dos, de la com­pa­ñía madri­le­ña Taram­ba­na. 

Manu Medi­na fir­ma la dra­ma­tur­gia y direc­ción de este espectáculo,versión libre de Final de par­ti­da, de Samuel Beckett.El mon­ta­je gira alre­de­dor de la dis­ca­pa­ci­dad y de la depen­den­cia emo­cio­nal a tra­vés de la his­to­ria de una atí­pi­ca fami­lia. El hijo es cie­go y no pue­de cami­nar, pero es maes­tro en el arte de la mani­pu­la­ción. El padre es adic­to a los dul­ces y la madre aún lle­va el ves­ti­do de novia. Feli­cia es el cuar­to com­po­nen­te de este gru­po absur­do, que repi­te cada día su ruti­na has­ta que ella tome una deci­sión que cam­bie por com­ple­to el rum­bo de la tra­ma.     

Cris­to Bar­bu­zano, Eduard Medi­te­rra­ni, Eva Bed­mar y Javi Cres­po dan vida a esta sor­pren­den­te colec­ción de per­so­na­jes entre­gán­do­se al máxi­mo en un mon­ta­je inten­so, de esté­ti­ca retro futu­ris­ta. Para poner­lo en pie, se han segui­do los prin­ci­pios del Tea­tro Brut, meto­do­lo­gía de crea­ción escé­ni­ca para per­so­nas con y sin dis­ca­pa­ci­dad, fun­da­da por el pro­pio Manu Medi­na y que se imple­men­ta en cen­tros tea­tra­les nacio­na­les e inter­na­cio­na­les.

Esta escue­la nace con­ta­gia­da por el Art Brut, que el pin­tor Jean Dubuf­fet con­ci­bió en los años 70 para des­cri­bir la crea­ti­vi­dad fue­ra de los lími­tes de la cul­tu­ra ofi­cial. Y toma sus pro­ce­di­mien­tos de la Neu­ro­es­té­ti­ca, cien­cia ocu­pa­da de la reper­cu­sión que tie­nen los pro­ce­sos artís­ti­cos en la con­duc­ta del ser humano. 

El obje­ti­vo es acom­pa­ñar al actor en la bús­que­da de su expre­sión, dán­do­le total liber­tad crea­ti­va. Se ejer­ci­ta la ges­tua­li­dad des­de el sis­te­ma lím­bi­co, regu­la­dor de las res­pues­tas fisio­ló­gi­cas fren­te a deter­mi­na­dos estí­mu­los. Y se com­bi­na con el pen­sa­mien­to ana­lí­ti­co para tra­ba­jar las moti­va­cio­nes de los per­so­na­jes. El resul­ta­do es un pro­ce­so que cons­tru­ye des­de las capa­ci­da­des, no des­de las caren­cias; en el que la diver­si­dad es una fuen­te de crea­ción y don­de los tópi­cos se toman como un ele­men­to de jue­go, no como una creen­cia.

Tulli­dos se pre­sen­ta como una expe­rien­cia escé­ni­ca impac­tan­te para el públi­co y reta­do­ra para los intér­pre­tes. Una pro­pues­ta valien­te, emo­cio­nan­te y autén­ti­ca, que ha pasa­do por diver­sos tea­tros espa­ño­les des­de su estreno en 2018. Del 29 de noviem­bre al 1 de diciem­bre visi­ta Valè­n­­cia- una de las esca­sas oca­sio­nes de ver este tipo de tra­ba­jos en la car­te­le­ra valen­cia­na ‑como cie­rre del IX Ciclo de Com­pa­ñías Nacio­na­les de Sala Rus­sa­fa que, des­de el 18 de octu­bre has­ta el 1 de diciem­bre ofre­ce un pano­ra­ma de lo que se cue­ce en la esce­na espa­ño­la gra­cias a las pro­pues­tas de com­pa­ñías que este año han veni­do de Cas­ti­lla La Man­cha, Madrid y Cata­lu­ña, for­ma­cio­nes de for­ma­to mediano pero sol­ven­te tra­yec­to­ria y una gran cali­dad artís­ti­ca.

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