Cada vez son más las per­so­nas que quie­ren dis­fru­tar de la natu­ra­le­za sal­va­je que ofre­ce Bio­parc duran­te todo el año y no solo fami­lias. Muchas pare­jas encuen­tran en el par­que valen­ciano un espa­cio ideal don­de pasar su tiem­po de ocio y Bio­parc ha que­ri­do lan­zar un nue­vo pase anual espe­cial­men­te dise­ña­do para ellos, el pase B! DÚO, que inclu­ye dos pases anua­les y dos comi­das en Bio­parc Café. El pase anual B! DÚO, supo­ne un aho­rro de 30 euros sobre el pre­cio de com­pra, cuen­ta con las ven­ta­jas de todos los pases B! y con sus +2 euros par­ti­ci­pa en la con­ser­va­ción de espe­cies en peli­gro de extin­ción a tra­vés de la Fun­da­ción Bio­parc.

Ade­más, la pri­ma­ve­ra siem­pre supo­ne una bue­na noti­cia para la pre­ser­va­ción de la bio­di­ver­si­dad del pla­ne­ta y Bio­parc se hace par­tí­ci­pe con la lle­ga­da de nue­vas crías de espe­cies ame­na­za­das. Des­de hace pocos días en la zona que recrea la Saba­na Afri­ca­na pode­mos ver jun­to a su mana­da a una cría de bles­bok (Dama­lis­cus pygar­gus phi­llip­si). Esta espe­cie, inclui­da como en la lis­ta roja de la UICN (Unión Inter­na­cio­nal para la Con­ser­va­ción de la Natu­ra­le­za) con preo­cu­pa­ción menor y en uno de los 40 pro­gra­mas de pre­ser­va­ción de espe­cies en los que par­ti­ci­pa Bio­parc Valen­cia, es uno de los antí­lo­pes que pode­mos ver con­vi­vien­do en un recin­to mul­ti­es­pe­cie con jira­fas, jabi­rús, cobos, impa­las y gace­las Thom­son. Pode­mos iden­ti­fi­car al bles­bok por el color blan­co de sus ros­tros que con­tras­ta fuer­te­men­te con el marrón roji­zo de sus cuer­pos y por sus cuer­nos lar­gos y cur­va­dos, en for­ma de lira. La recién naci­da es de color bei­ge lo que la dis­tin­gue de los adul­tos.

Otra espe­cie en la mis­ma situa­ción de ame­na­za que el bles­bok y tam­bién inclui­da en un Pro­gra­ma de pre­ser­va­ción, es la cigüe­ña de Abdim (Cico­nia abdi­mii) que ha pues­to una nida­da en la par­te alta de las rocas del avia­rio. Es un ave migra­to­ria intra-afri­­ca­­na que se ali­men­ta de insec­tos. Sue­len hacer pues­tas de dos a tres hue­vos y los pollue­los empie­zan a volar a los dos meses de eclo­sio­nar.

Y no muy lejos, en las rías de la saba­na con­tem­pla­mos a varios pati­tos siguien­do a su pro­ge­ni­to­ra. En este caso la espe­cie es el pato colo­ra­do (Net­ta rufi­na). Una aná­ti­da a medio camino entre los patos bucea­do­res y los de super­fi­cie. Se carac­te­ri­za por su gran tama­ño y por el espec­ta­cu­lar dise­ño nup­cial del macho que con­tras­ta con la hem­bra adul­ta que pre­sen­ta un plu­ma­je suma­men­te dis­cre­to. Es un ave de ten­den­cias más bien vege­ta­ria­nas y ha pade­ci­do seve­ra­men­te la des­apa­ri­ción o alte­ra­ción de algu­nos de los mejo­res hume­da­les.

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