Se pre­sen­tó a prin­ci­pios del verano y Bode­gas Mur­vie­dro ha teni­do que col­gar el car­tel de “no hay bote­llas” de su tin­to La Casa de la Seda, un mono­va­rie­tal de Bobal de cepas vie­jas que dan menos de un kilo de uva cada una.

Toda la cose­cha sale de la fin­ca El Ardal, 8 hec­tá­reas de viñe­do de cepas casi cen­te­na­rias plan­ta­das en 1923 que estu­vie­ron a pun­to de ser arran­ca­das por su esca­sa pro­duc­ción. Bode­gas Mur­vie­dro adqui­rió y res­ca­tó este patri­mo­nio eno­ló­gi­co que tra­ba­ja con méto­dos de viti­cul­tu­ra eco­ló­gi­ca y bio­di­ná­mi­ca de mane­ra arte­sa­nal, bajo la direc­ción téc­ni­ca de Juan José Muñoz.

Para Marc Grin, su direc­tor gene­ral, “esta zona es tie­rra de gran­des tin­tos y la Bobal es la uva autóc­to­na. Ya con las pri­me­ras prue­bas de vini­fi­ca­ción vimos que tenía­mos entre nues­tras manos un vino impor­tan­te”.

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