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Mito dolien­te del cine euro­peo, Pier Pao­lo Paso­li­ni dejó dicho que «no exis­te nada más feroz que la tele­vi­sión», tan­to que se ha comi­do al cine a boca­dos. Nos lo recuer­da estos días una expo­si­ción del MACBA dedi­ca­da a la tv que no deben de per­der­se, con vídeos de Vio­la, Serra, Warhol y unos cuan­tos más… Pero allí sola­men­te se habla en tér­mi­nos artís­ti­cos y com­pro­me­ti­dos sobre el pode­ro­so influ­jo tele­vi­si­vo, olvi­dan­do otros aspec­tos de índo­le lin­güís­ti­ca. Apro­ve­che­mos la expo­si­ción del MACBA para hablar del audio­vi­sual –para hacer­lo de pin­tu­ra o dibu­jo mejor no salir del IVAM que estos días pro­po­ne una sober­bia mues­tra sobre los fon­dos de la Roths­child Foun­da­tion–. Y apro­ve­che­mos tam­bién el mini­de­ba­te que a cuen­ta de la Mos­tra se han cru­za­do el tenien­te de alcal­de Alfon­so Grau con el actor Pepe San­cho. De la Mos­tra con­vie­ne saber que ha ido más públi­co que ayer para con­tem­plar cine de acción –más Méliès por así decir– que no de cine­ma­to­gra­fías medi­te­rrá­neas –más Lumiè­re, pon­ga­mos. Es la apues­ta de Salo­món Cas­tiel, el direc­tor de la Mos­tra –ex de Mála­ga–. A lo que el actor de Mani­ses ha repli­ca­do pidien­do más aten­ción al cine nacio­nal, a los acto­res y actri­ces pro­pios. Obvio, Pepe San­cho defien­de su tra­ba­jo y pien­sa que es de necios dedi­car los recur­sos públi­cos a otros de fue­ra. A San­cho, en cual­quier caso, habría que poner­le un tea­tro clá­si­co valen­ciano, a él y a Cone­je­ro, dos genia­li­da­des des­apro­ve­cha­das como didac­tas para legar ense­ñan­zas a las futu­ras gene­ra­cio­nes. Todo ello mien­tras el cine ago­ni­za, con cifras de espec­ta­do­res cada día más bajas y con la pro­duc­ción pro­pia a menos, inclu­yen­do la valen­cia­na, heri­da de muer­te ante las apre­tu­ras pre­su­pues­ta­rias de la TVV, lo cual no ha impe­di­do, curio­si­da­des de la vida, que Miguel Pere­lló y Car­los Pas­tor, valen­cia­nos y direc­to­res de cine, espe­cie en peli­gro de extin­ción antes de alcan­zar su madu­rez, aca­ban de fir­mar dos bue­nos lar­go­me­tra­jes. El cine se nos mue­re, inca­paz de res­pon­der más allá de los efec­tos espe­cia­les a la com­pe­ten­cia –feroz– de la tv, del fút­bol o de Belén Este­ban, pero tam­bién por inter­net don­de uno pue­de des­car­gar­se de todo, de los his­tó­ri­cos a los frea­kis inclu­yen­do la cuar­ta tem­po­ra­da de la magis­tral Mad Men. Y se mue­re por­que el for­ma­to estan­dar de hora y media ya no da para seguir la este­la de un per­so­na­je con­tem­po­rá­neo, con todos sus mati­ces y com­ple­ji­da­des, lejos del mani­queis­mo de los gran­des clá­si­cos. “¿Por qué ya no se hacen bue­nos wes­terns?”, le pre­gun­ta­ron en el oca­so de su carre­ra a Lee Mar­vin: “por­que ya no se encuen­tran dili­gen­cias, ni sillas de mon­tar ni ape­ros de la épo­ca…”, res­pon­dió el extra­or­di­na­rio actor-vaque­­ro. Pues lo mis­mo ocu­rre con el tra­zo psi­co­ló­gi­co de un per­so­na­je actual, un per­so­na­je post-moderno por más que no haya leí­do el Uli­ses. En la Mos­tra, pues, deba­ten cosas anti­guas, que si el cine euro­peo o el de aven­tu­ras cuan­do más que nun­ca los fes­ti­va­les no son más que opor­tu­ni­da­des para que la indus­tria se rela­cio­ne. Si la indus­tria está hecha una cata­plas­ma, ya me dirán. Pero tam­po­co es cues­tión de dejar morir un fes­ti­val que hace las veces de fies­ta públi­ca y ser­vi­cio cul­tu­ral para los pro­pios habi­tan­tes de la ciu­dad, que al menos se lo mere­cen tras pagar sus impues­tos. Otra cosa es que el señor Grau ten­ga des­con­ta­do que es eso lo que se ofre­ce, un pun­to más de lo que pro­gra­ma a dia­rio la Fil­mo­te­ca, ins­ti­tu­ción esta últi­ma que, por cier­to, anda de capa caí­da. Eso y adi­vi­nar en el reor­de­na­mien­to cul­tu­ral en el que anda­mos por dón­de va a salir el bueno de Rafael Maluen­da con su Cine­ma Jove.

Mito dolien­te del cine euro­peo, Pier Pao­lo Paso­li­ni dejó dicho que «no exis­te nada más feroz que la tele­vi­sión», tan­to que se ha comi­do al cine a boca­dos. Nos lo recuer­da estos días una expo­si­ción del MACBA dedi­ca­da a la tv que no deben de per­der­se, con vídeos de Vio­la, Serra, Warhol y unos cuan­tos más… Pero allí sola­men­te se habla en tér­mi­nos artís­ti­cos y com­pro­me­ti­dos sobre el pode­ro­so influ­jo tele­vi­si­vo, olvi­dan­do otros aspec­tos de índo­le lin­güís­ti­ca. Apro­ve­che­mos la expo­si­ción del MACBA para hablar del audio­vi­sual –para hacer­lo de pin­tu­ra o dibu­jo mejor no salir del IVAM que estos días pro­po­ne una sober­bia mues­tra sobre los fon­dos de la Roths­child Foun­da­tion–. Y apro­ve­che­mos tam­bién el mini­de­ba­te que a cuen­ta de la Mos­tra se han cru­za­do el tenien­te de alcal­de Alfon­so Grau con el actor Pepe San­cho. De la Mos­tra con­vie­ne saber que ha ido más públi­co que ayer para con­tem­plar cine de acción –más Méliès por así decir– que no de cine­ma­to­gra­fías medi­te­rrá­neas –más Lumiè­re, pon­ga­mos. Es la apues­ta de Salo­món Cas­tiel, el direc­tor de la Mos­tra –ex de Mála­ga–. A lo que el actor de Mani­ses ha repli­ca­do pidien­do más aten­ción al cine nacio­nal, a los acto­res y actri­ces pro­pios. Obvio, Pepe San­cho defien­de su tra­ba­jo y pien­sa que es de necios dedi­car los recur­sos públi­cos a otros de fue­ra. A San­cho, en cual­quier caso, habría que poner­le un tea­tro clá­si­co valen­ciano, a él y a Cone­je­ro, dos genia­li­da­des des­apro­ve­cha­das como didac­tas para legar ense­ñan­zas a las futu­ras gene­ra­cio­nes. Todo ello mien­tras el cine ago­ni­za, con cifras de espec­ta­do­res cada día más bajas y con la pro­duc­ción pro­pia a menos, inclu­yen­do la valen­cia­na, heri­da de muer­te ante las apre­tu­ras pre­su­pues­ta­rias de la TVV, lo cual no ha impe­di­do, curio­si­da­des de la vida, que Miguel Pere­lló y Car­los Pas­tor, valen­cia­nos y direc­to­res de cine, espe­cie en peli­gro de extin­ción antes de alcan­zar su madu­rez, aca­ban de fir­mar dos bue­nos lar­go­me­tra­jes. El cine se nos mue­re, inca­paz de res­pon­der más allá de los efec­tos espe­cia­les a la com­pe­ten­cia –feroz– de la tv, del fút­bol o de Belén Este­ban, pero tam­bién por inter­net don­de uno pue­de des­car­gar­se de todo, de los his­tó­ri­cos a los frea­kis inclu­yen­do la cuar­ta tem­po­ra­da de la magis­tral Mad Men. Y se mue­re por­que el for­ma­to estan­dar de hora y media ya no da para seguir la este­la de un per­so­na­je con­tem­po­rá­neo, con todos sus mati­ces y com­ple­ji­da­des, lejos del mani­queis­mo de los gran­des clá­si­cos. “¿Por qué ya no se hacen bue­nos wes­terns?”, le pre­gun­ta­ron en el oca­so de su carre­ra a Lee Mar­vin: “por­que ya no se encuen­tran dili­gen­cias, ni sillas de mon­tar ni ape­ros de la épo­ca…”, res­pon­dió el extra­or­di­na­rio actor-vaque­­ro. Pues lo mis­mo ocu­rre con el tra­zo psi­co­ló­gi­co de un per­so­na­je actual, un per­so­na­je post-moderno por más que no haya leí­do el Uli­ses. En la Mos­tra, pues, deba­ten cosas anti­guas, que si el cine euro­peo o el de aven­tu­ras cuan­do más que nun­ca los fes­ti­va­les no son más que opor­tu­ni­da­des para que la indus­tria se rela­cio­ne. Si la indus­tria está hecha una cata­plas­ma, ya me dirán. Pero tam­po­co es cues­tión de dejar morir un fes­ti­val que hace las veces de fies­ta públi­ca y ser­vi­cio cul­tu­ral para los pro­pios habi­tan­tes de la ciu­dad, que al menos se lo mere­cen tras pagar sus impues­tos. Otra cosa es que el señor Grau ten­ga des­con­ta­do que es eso lo que se ofre­ce, un pun­to más de lo que pro­gra­ma a dia­rio la Fil­mo­te­ca, ins­ti­tu­ción esta últi­ma que, por cier­to, anda de capa caí­da. Eso y adi­vi­nar en el reor­de­na­mien­to cul­tu­ral en el que anda­mos por dón­de va a salir el bueno de Rafael Maluen­da con su Cine­ma Jove.

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