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Sep­tiem­bre me da pere­za. La reen­tré se me hace dura. Los madru­go­nes, lle­var los niños al cole­gio, ese inde­sea­do reen­cuen­tro con el jefe, la veci­na del quin­to que en sie­te años aún no ha apren­di­do a salu­dar, vol­ver a pelear por una pla­za de apar­ca­mien­to… no me que­da humor ni ganas para coci­nar.
Por eso en estos días me refu­gio en las latas. Tie­nen una fama horro­ro­sa, pero es injus­to; si sabe­mos esco­ger, encon­tra­re­mos pro­duc­tos de gran­dí­si­mo nivel. Impor­tan­te que el pro­duc­to sea nacio­nal. Una alme­ja de Chi­le se pare­ce a una galle­ga lo que un hue­vo a una cas­ta­ña.
Los pes­ca­dos azu­les como la ven­tres­ca, el boni­to o las sar­di­nas mejo­ran con el tiem­po. Nun­ca debe­ría­mos comer una ven­tres­ca con menos de seis meses de enva­sa­do. El tiem­po le da una cura­ción impor­tan­te que les sien­ta tan bien a los pes­ca­dos gra­sos como los meses de bode­ga al jamón. En Fran­cia hay res­tau­ran­tes que sir­ven latas de sar­di­nas por aña­das, y las más caras son la que tie­nen nue­ve o diez años de edad.
Les pro­pon­go un jue­go. Com­pren un buen puña­do de latas de sar­di­na, las guar­dan en la bode­ga e ire­mos abrien­do una lata cada seis meses, vere­mos como va evo­lu­cio­nan­do su sabor. Ojo, debe­mos tener la pre­cau­ción de ir vol­tean­do la lata cada dos o tres meses para que el acei­te recu­bra todo el pro­duc­to. Afi­na­dor de latas, ¿una pro­fe­sión con futu­ro?

Sep­tiem­bre me da pere­za. La reen­tré se me hace dura. Los madru­go­nes, lle­var los niños al cole­gio, ese inde­sea­do reen­cuen­tro con el jefe, la veci­na del quin­to que en sie­te años aún no ha apren­di­do a salu­dar, vol­ver a pelear por una pla­za de apar­ca­mien­to… no me que­da humor ni ganas para coci­nar.
Por eso en estos días me refu­gio en las latas. Tie­nen una fama horro­ro­sa, pero es injus­to; si sabe­mos esco­ger, encon­tra­re­mos pro­duc­tos de gran­dí­si­mo nivel. Impor­tan­te que el pro­duc­to sea nacio­nal. Una alme­ja de Chi­le se pare­ce a una galle­ga lo que un hue­vo a una cas­ta­ña.
Los pes­ca­dos azu­les como la ven­tres­ca, el boni­to o las sar­di­nas mejo­ran con el tiem­po. Nun­ca debe­ría­mos comer una ven­tres­ca con menos de seis meses de enva­sa­do. El tiem­po le da una cura­ción impor­tan­te que les sien­ta tan bien a los pes­ca­dos gra­sos como los meses de bode­ga al jamón. En Fran­cia hay res­tau­ran­tes que sir­ven latas de sar­di­nas por aña­das, y las más caras son la que tie­nen nue­ve o diez años de edad.
Les pro­pon­go un jue­go. Com­pren un buen puña­do de latas de sar­di­na, las guar­dan en la bode­ga e ire­mos abrien­do una lata cada seis meses, vere­mos como va evo­lu­cio­nan­do su sabor. Ojo, debe­mos tener la pre­cau­ción de ir vol­tean­do la lata cada dos o tres meses para que el acei­te recu­bra todo el pro­duc­to. Afi­na­dor de latas, ¿una pro­fe­sión con futu­ro?

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