Toni Martínez se ríe en “Quizás, quizás, quizás” de lo que supone envejecer en una novela que, en manos de otro, hubiera sido una historia de terror.
Creador de Las noticias del guiñol, dos antenas de Oro a sus espaldas, miembro del El Mundo Today o Especialistas Secundarios, colaborador de La Ventana… Toni Martínez es una de las referencias del humor inteligente en España. Ahora, regresa a las librerías con Quizás, quizás, quizás (Temas de Hoy), una comedia que podría ser un relato de horror, en la que un viejo de debe resolver un crimen que a puede que solo exista en su imaginación. En el fondo, el libro encierra una magnífica reflexión sobre qué supone envejecer. El autor estará este viernes 16 (19 h) conversando con Mariola Cubells y el también escritor Xavi Martínez (y cofundador de El Mundo Today) de todo lo divino y lo humano en la librería Bartleby de Ruzafa. Eso sí, con mucho humor.
—Cuenta un poco de la novela, sin spoilers, pero que ponga los dientes largos.
—Pedro Rubio es un señor mayor que cree que está perdiendo la memoria y, un día, por casualidad, escucha una conversación de unos vecinos que le hace pensar que se ha cometido un asesinato. A partir de ahí, intentará investigar qué ha pasado, sin saber si realmente está perdiendo la memoria, si el crimen es real o se lo ha imaginado, y si sus recuerdos son ciertos.
—Resumiendo mucho, es como un detective que tiene que resolver un crimen a contrarreloj porque el Alzheimer le está “comiendo la tostada”. ¿Cómo te surge esta idea? Porque la veo súper potente. Supongo que, a veces, es más difícil llegar a la idea que escribir la novela.
—Pues la verdad es que no surgió de golpe, sino sucesivamente. La primera idea era un conflicto entre una mujer y su tío mayor: él tenía un piso en propiedad y ella estaba esperando para heredar. Después busqué un narrador, y me pareció interesante que fuera un vecino que los escuchara y espiara. Luego pensé que ese vecino podía ser también una persona mayor y que fuera una novela sobre ancianos, sobre viejos. Al final ese anciano, Pedro, se comió la tostada y se convirtió en protagonista.
—En el fondo, toda esa trama de un asesinato —o no asesinato— es la excusa para hablar de la vejez.
—Sí. Al planteamiento inicial sumé unas reflexiones: si tienes 70 años, tienes un 5 % de posibilidad de tener demencia; con 80, ya es un 10 %; si tienes 85, un 20 %. A partir de los 90 años, ya tienes un 40 % de posibilidades de tener Alzheimer. Además, el Alzheimer y las demencias las tratamos con mucho miedo, las tenemos ocultas, fuera de la conversación pública. En la novela es como otro asesino, que acecha en la sombra, pero también puede o no estar.
—En cierto modo, el protagonista nos recuerda que ser mayor ya no es lo que era. Parece el colmo de la nostalgia.
—Pedro, el protagonista, se lamenta de que antes te jubilabas con 60, más o menos, y tenías una vejez razonable hasta los 75 o los 80. Pero ha llegado un momento en el que se puede alargar la vida física muchísimo más que la vida cerebral, y al final te quedas como una especie de alma, pero de carne y hueso, y eres una carga. Es un proceso de degradación que antes no existía.
—Además, eres una carga.
—Eso también forma parte del discurso del protagonista. Dice que ahora, después de jubilarte, puedes vivir 30 años más: quince en la Tierra y quince en la Luna. Y él se pregunta: “¿Todo esto para qué?”. Además, está solo y afronta algo que ya conoce porque ha vivido el Alzheimer de su mujer, la cuidó, vivió su deterioro, comprobó cómo es una enfermedad devastadora y él piensa: ¿ese es mi futuro? Creo que todos podemos ponernos en su lugar. Confío en que el lector empatice con el protagonista, que pueda identificarse con él y pensar.
—Quizás, quizás, quizás podría ser una novela de terror. La diferencia es que se te ha ocurrido a ti y no a Stephen King
—En cierto modo, sí tiene algo de novela de terror, porque esa demencia senil está ahí, escondida, y acecha. No sabemos quién será su próxima víctima, como en un slasher. Pero estoy completamente de acuerdo con lo que dices: ¿es una comedia o una novela de terror en clave de humor? Es complicado.
—Pero también hay algo muy valiente en Pedro, la forma en la que se enfrenta a una situación que le supera.
—Sí, el protagonista es un personaje excéntrico. Él dice que es un perro verde. Un drama contado por un excéntrico —ya sea El Quijote o Sheldon Cooper de The Big Bang Theory— siempre es divertido. Ahora bien, a los personajes excéntricos no solo les pasan cosas graciosas: viven tragedias, pero es cómo las afrontan o cómo reaccionan. Nos hace gracia ver que su normalidad es distinta de la nuestra. Mi intención es conmover al lector con el humor, por supuesto, y también, en cierta manera, con el dolor. Es decir, que sufra también con el personaje, que viva con él esa peripecia vital. Es decir: “Tengo 87 años, no sé cuántos más me quedan y, sobre todo, no sé cuántos más me quedan de lucidez”. Esto último es la gran pregunta.
—¿Qué fue antes, el título o la estructura de la novela?
—Mientras escribía la novela, el working title era otro: Nadie sabe qué hacer con los viejos. En el fondo, es lo que le pasa al protagonista, que se ve solo. Pero el título final me gusta más porque resume muy bien la canción, ya que Pedro tiene tres dudas existenciales: si está enfermo, si hay un asesinato y si lo que recuerda es verdad. Son tres “quizás” sobre los que se estructura la novela. Pero ambos títulos tienen algo en común: no llegan a ser derrotistas, están más bien entre la indignación y el enfado, porque él está llegando a esta edad y se da cuenta de que, en realidad, no sabemos qué hacer con la vejez. Es decir, no saben qué harán con él, pero él tampoco sabe qué va a hacer.
—Es duro. ¡Vaya comedia te has marcado!
—Durante la escritura, hablé con bastantes personas mayores: en sus casas, en residencias, padres de amigos… y te aseguro que lo peor no es el miedo a la muerte. No es que la gente quiera morirse, pero no es lo que más miedo da; se ve como inevitable y, a veces, hasta como liberador. Y es que hay un temor superior: el de perder la cabeza. Creo que todas las personas mayores con las que hablé me dijeron: “Mi temor es perder la cabeza”. Eso, y la soledad no deseada.
—Hace años escribiste Soy Julia, en la que la protagonista se inspiraba en tu hija, y había ahí un señor que robaba coñac. No sé si es el mismo Pedro Rubio que ahora roba manzanas. ¿Es tu padre o eres tú?
—Sí, es el mismo Pedro Rubio, y sí, es mi padre… más o menos. Mi padre no robaba manzanas, no se grababa las conversaciones para no olvidar, no estaba viudo… pero el personaje habla con la voz de mi padre. Otra cosa es si las cosas que pasan están basadas en hechos reales. En el fondo, todas las historias están basadas en hechos reales: La guerra de las galaxias está basada en Flash Gordon, pero también en la juventud de George Lucas. Pero, a la vez, todas las ficciones son mentiras. Digamos que es la voz de mi padre y, probablemente, también sea la mía.
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