Sala Russafa presenta esta pieza escrita por Ignacio García May en 2010 que ahora pone en pie Yapadú Produccions.
La Sala Russafa regresa a la actividad con uno de los casos sin resolver más famosos. Todavía surgen teorías que tratan de identificar al asesino que regó de sangre Withechapel, barrio marginal de Londres a finales del siglo XIX. Y una de ellas, desde la ficción, es la que presenta Afectuosamente suyo, Jack el Destripador, el nuevo espectáculo de Yapadú Produccions, cuyo estreno absoluto acoge el teatro del 1 al 11 de mayo.
La pieza conecta con el espectador contemporáneo, en pleno auge del género «True Crime», al plantear cuestiones que van más allá del detalle, como las dinámicas de oposición al poder o qué hace que unos homicidios sean famosos, salten a los medios o incluso a la ficción, mientras que otros pasan totalmente desapercibidos para la opinión pública.
“La narrativa alrededor de los crímenes nos gusta porque se muestra algo que va contra las reglas, se descubre al responsable y paga por ello. Casi siempre se cuenta desde el punto de vista de las fuerzas del orden público o de investigadores, con un final feliz que nos hace sentir reconfortados. Pero cuando el puzle de la trama queda sin resolver, si no se identifica ni detiene al asesino, se genera una inquietud que a veces da un aura de misterio y de fama a hechos terribles. Me parece que se mitifican porque, de alguna manera, conectan con la parte más oscura del ser humano”, explica el director del espectáculo, Javier Sahuquillo.
“Los feminicidios siguen estando a la orden del día, lamentablemente. Y sigue sin tenerse en cuenta el relato de las víctimas”, explica el director, quien también ha tratado de ser más fiel a los verdaderos hechos del caso. “Tan solo lograron atribuir 5 u 8 de las muertes a Jack el Destripador, según las fuentes que consultes. Pero murieron 18 mujeres y únicamente una de ellas, la última, era una joven prostituta. El resto tenían unos 45 años y sufrían de alcoholismo, una verdadera plaga en el Londres del momento. Así que muchos vieron aquello como una ‘limpieza’ en uno de los barrios más deprimidos de la ciudad, donde proliferaban la emigración, la pobreza, las adicciones y la prostitución. No deja de ser una manera fascista de juzgar lo que pasó y justificar que se mirara hacia otro lado”, explica Sahuquillo.
Tono de cabaré siniestro y estética expresionista
Afectuosamente suyo, Jack el Destripador se acerca al caso real desde la ficción y con una perspectiva completamente novedosa, desde el mundo del teatro. Ignacio García May firma el libreto que ahora presenta Yapadú y que arranca en una cena de postín, donde un famoso actor de mediana edad discute con su médico personal, un joven aficionado a las artes escénicas y defensor del Naturalismo, la nueva tendencia escénica surgida en Francia que promueve la desaparición del actor, que sea capaz de convertirse prácticamente en invisible para que la atención del público recaiga en el personaje. Una manera de afrontar la interpretación que estaba llamada a revolucionar el teatro y que el doctor pretende defender demostrando que él es capaz de generar y dar vida a un personaje tan realista que nadie será capaz de descubrir si es realidad o ficción.
Tras este punto de partida, empezarán a aparecer mujeres cruelmente asesinadas, surgiendo la duda de si Jack el Destripador es una creación. Y, en el caso de serlo, para quién se está realizando semejante espectáculo.
Sobre la conexión entre el crimen y el teatro, Sahuquillo destaca cómo “los asesinos en serie suelen tener una escenificación que repiten, como si fuera una representación. Pero con resultados terribles”. El director de escena valenciano estuvo investigando sobre el famoso Téâthre Du Grand Guignol, un espacio parisino también de finales del siglo XIX, especializado en teatro naturalista y de terror.
Tomando como referencia la estética de sus representaciones y las alusiones al cabaré macabro que aparecían en el texto de García May, el director de escena ha creado una puesta en escena con personalidad propia, que combina diferentes ingredientes: desde la estética expresionista de la escenografía creada por Luis Crespo y la iluminación de Pablo Fernández, a la recreación del vestuario de época diseñado por María Poquet, con levitas, sombreros de copa, bastones y enaguas que trasladan al espectador a la época. Uno de los elementos más novedosos es banda sonora original y la ambientación musical, ambas realizadas en directo. Su responsable es David Kelly, quien se integra en un elenco intergeneracional compuesto por Toni Misó, Raúl Ferrando y Lula Heredia.
Comparte esta publicación
Suscríbete a nuestro boletín
Recibe toda la actualidad en cultura y ocio, de la ciudad de Valencia