Hubo un tiempo donde las (escasas) calles peatonales del centro de Valencia albergaban un camino casi inexcusable: el que pasaba de Civera a la Taberna Alkazar, donde los amantes de las barras y el buen producto tenían parada obligada. Si bien exigían una cierta capacidad económica para ser capaces de disfrutarlas con plenitud.
La crisis de 2007, la pandemia y la entrada de una nueva generación directiva en las empresas viró las prioridades hacia otros lugares gastronómicos. Pero conviene no olvidar que muchas de esas personas siguen teniendo sus despachos en el «downtown». O gustan visitarlo de manera recurrente.
Lee el reportaje completo de David Blay en el Almanaque Gastronómico CV
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