La película dirigida por Osgood Perkins tiene como gran punto a favor la creación de una atmósfera acertada para un policíaco con tintes de terror.
Ayer tuvo lugar en los cines Lys el preestreno en València de “Longlegs”, escrita y dirigida por Osgood Perkins, cinta que llegará al resto de cines el próximo 2 de agosto. Este preestreno se engloba dentro del ciclo “Terroríficamente Lys” y en el que también se incluye el pase de cortometrajes enmarcados en el género del suspense y terror. En el caso de “Longlegs”, el corto escogido fue “L’intercanvi”, escrito y dirigido por Alberto Evangelio y cuyo argumento remite al de cintas previas como “La llave del mal” (The skeleton key, 2005), dirigida por Ian Softley con guión de Ehren Kruger.
En cuanto a “Longlegs” se trata de una de las películas del género de terror más esperadas del año o como tal ha sido vendida a través de una inteligente campaña de marketing que ha enfatizado los elementos de horror que aparecen en la cinta. En realidad, la película de Perkins encaja mucho mejor en géneros como el policíaco o el thriller con tintes sobrenaturales, visto en cintas anteriores como “Fallen” (Gregory Hoblit, 1998) o “Líbranos del mal” (Scott Derrickson, 2014).
Perkins no es ajeno al horror, ya sea por vinculación personal tangencial (es hijo del actor Anthony Perkins) o profesional, como es posible apreciar en sus trabajos anteriores y especialmente en “Gretel & Hansel” (2020), relectura del cuento clásico de los hermanos Grimm en el que Perkins subrayó los aspectos más terroríficos.
Ni un rayo de sol
En “Longlegs” permanecen algunas de las claves visuales de su anterior trabajo, especialmente en los interiores, caso de la casa de madera en el bosque en la que vive la protagonista, que remite a la casa de la bruja vista en su interpretación del relato infantil. En consonancia, los interiores desolados, ya sean las distintas casas en las que se suceden los asesinatos en masa que jalonan la película o las decrépitas oficinas del FBI (que recuerdan a las vistas en la serie “Mindhunters”) contribuyen a crear el aspecto más conseguido de la película, una atmósfera malsana, opresiva y depresiva de la que no se salvan ni los exteriores, con cielos plomizos y lluvias constantes.
A esta atmósfera contribuye tanto el trabajo de sonido y fotografía como el tempo de la película, así como los encuadres y zooms escogidos por Perkins en cada una de las escenas. Tal vez no fueran necesarias algunas concesiones a la galería en momentos determinados del montaje que desentonan con la cadencia del resto de la cinta.
Señor, aparta de mi este caso
El argumento de “Longlegs” sigue la trayectoria de una agente novel del FBI, interpretada por una Maika Monroe cargada de angustia vital, actriz que se mueve como pez en el agua en el cine de suspense y terror como demuestran sus papeles en cintas como “It follows”, “Watcher” o “The guest”. La agente encarnada por Monroe es asignada a la investigación de una serie de crímenes familiares que se remontan décadas atrás y de los que no se tiene más pistas aparte de las cartas firmadas por el presunto culpable, que remiten al nombre de Longlegs y están escritas en un código similar al empleado por Zodiac, un tiempo y esfuerzo invertidos lastimosamente ya que podría hacerlo en esperanto e igualmente sería ininteligible para cualquier cuerpo de seguridad.
El espectador menos avezado verá de inmediato en el personaje de Monroe el reflejo de la Clarice Starling interpretada por Jodie Foster. Al igual que en “El silencio de los corderos”, Monroe, como sucedía con Foster, debe demostrar su valía en un entorno masculino y en un caso en el que está implicada personal y emocionalmente.
La única relación que mantiene Monroe en la película (dejando de lado la profesional con su superior inmediato, interpretado por Blair Underwood), es con su madre, una Alicia Witt con síndrome de Diógenes y pinta de alimentar a todos los gatos callejeros de su comunidad. Una relación fría y distante que en la primera mitad de la película se desarrolla únicamente a través de conversaciones telefónicas y cuando se torna personal está encaminada a resolver aspectos olvidados del pasado de la protagonista.
Maquíllate, maquíllate
Uno de los grandes alicientes de “Longlegs” es el personaje que da nombre a la película, interpretado por un Nicolas Cage que transita la fina línea que separa al terrorífico asesino serial de un Joaquín Reyes de “La hora chanante”. La voz (recomendable ver la película en VO), gestualidad y movimientos de Cage componen un personaje inquietante, más por sus aviesas intenciones y universo interior que por las consecuencias directas de sus acciones, vistas de sobra en las sucesivas películas sobre serial killers, aunque en este caso recuerdan nítidamente a los crímenes de “Hunter” (Michael Mann, 1986).
Como sucede en los espacios que rodean al personaje de Maika Monroe, las estancias en las que deambula Longlegs son igualmente angostas, y remiten directamente a los sótanos en los que ejercían su actividad criminal con gran profesionalidad criaturas como el Jeepers Creepers de Víctor Salva (2001) o el Buffalo Bill de la película dirigida por Jonathan Demme. No sabemos muy bien el motivo por el que los asesinos recluidos en sótanos gustan de las labores caseras y artesanales. Mientras que los dos citados pisaban con gusto el pedal de la máquina Singer, a Longlegs le da por manufacturar muñecas de porcelana con cabello humano.
Satánico, pero no de Carabanchel
La cinta se enmarca en el periodo de la administración Clinton, en concreto a comienzos de los años 90, cuando los medios aún se hacían eco de la histeria en torno a los cultos satánicos de las dos décadas anteriores. Una histeria colectiva que se dio especialmente en el ámbito rural y que llevó a los americanos de bien a identificar como adorador del diablo a cualquier melenudo que prefiriera a Black Sabbath sobre John Mellencamp. Sobre este miedo colectivo solo es necesario repasar el caso de “Los tres de West Memphis”, generado precisamente en 1993 a raíz del asesinato de tres niños.
Al comienzo del artículo hemos señalado que la película de Perkins contiene elementos sobrenaturales ligados al sub-argumento satánico. Son estos elementos precisamente lo que menos funcionan en la película, ya sea en la faceta adivinatoria (o “sobradamente intuitiva” como se dice en el metraje) del personaje encarnado por Monroe así como su influencia, un tanto forzada, en la ejecución de los distintos crímenes de la película.
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