Pese a que el visitante percibirá en una primera mirada una trama urbana de València formada por una abigarrada sucesión de calles estrechas en el casco histórico y en los núcleos urbanos que forman los antiguos pueblos, hoy barrios, la ciudad de València cuenta con un eje verde sin el que se se podría entender la vida en la ciudad. Se trata del antiguo cauce del río Turia. Pero no es el único gran espacio de ocio que tiene la ciudad. Este es un repaso a sus espacios naturales, incluidos parques, playas y… la Albufera.
1. El Jardín del Turia
La historia de cómo el lecho del río que abrazaba València pasó a convertirse en uno de los mayores parques de Europa no está exenta de dramatismo. Habituada a convivir con las crecidas del río, la ciudad vivió un episodio que desbordó, nunca mejor dicho, su capacidad de soportar las crecidas del agua que anegaban periódicamente las calles. En 1957 una gran riada inundó hasta las calles más céntricas, causando numerosos daños materiales.
Ese punto de inflexión llevó a las autoridades de la época a desarrollar lo que se acabó llamando el Plan Sur, el desvío del caudal del Turia por fuera de la ciudad, con un nuevo cauce capaz de acoger cualquier subida de agua evitando las riadas en la ciudad.
Con el nuevo cauce en funcionamiento en 1970, tras unas obras que duraron décadas y que los valencianos financiaron en parte con sellos postales que debían añadir al franqueo ordinario, el antiguo lecho del Turia, que atravesaba de punta a punta la ciudad, quedó abandonado, con todos los problemas que eso suponía.
En pleno desarrollismo en España y con el tráfico creciendo en las ciudades, por la mente de algunos dirigentes municipales, pasó convertir el antiguo cauce en una autopista que, a modo de ronda, aligerase de tráfico las avenidas de la ciudad. Pero la ciudadanía se plantó. En plena transición a la democracia, un fuerte movimiento vecinal exigió que el antiguo cauce se convirtiera en un parque.
Y así ocurrió. En 1986 se inauguró el Jardín del Turia, un espacio de nueve kilómetros de largo que atraviesa de oeste a este la ciudad y que cuenta con espacios lúdicos, deportivos o jardines de distinta tipología. Numerosos urbanistas y paisajistas participaron en el diseño del parque. Entre ellos, Ricardo Bofill, el arquitecto responsable del que sería uno de los tramos más espectaculares, coronado por el Palacio de la Música. También fue uno de los elementos que dinamizó el parque en sus inicios y hoy es símbolo de muchas generaciones que jugaron allí el Gulliver, un parque infantil con forma de gigante (en homanaje a los Viajes de Gulliver).
Hoy el Jardín del Túria es espacio imprescindible para el paseo o el deporte. Hay pistas deportivas y un muy frecuentado circuito de running. Cuenta con un parque de cabecera, en la parte más oeste, que acoge además un moderno parque zoológico, Bioparc, y a la espera de que se construya el parque de desembocadura, por el este lo cierra el complejo de la Ciutat de les Arts i les Ciències, con uno de los acuarios más importantes de Europa, el Oceanogràfic.
2. Jardines de Viveros
El que fue gran parque de referencia de la ciudad antes de la llegada del Jardín del Turia fue, y sigue siéndolo, Viveros. Es como se conoce popularmente a los Jardines del Real, una zona que se remonta a la época islámica de la ciudad. En esta zona que en su época quedaba al otro lado del río y de las murallas, se estableció un espacio de descanso para los monarcas, llegando a construirse un castillo que hoy ha desaparecido.
En los jardines de ese castillo se gestó lo que hoy es el parque de Viveros, un espacio de gran diversidad natural. Junto al museo de Bellas Artes de València, la segunda mayor pinacoteca de España tras el Prado, los Jardines de Viveros son un espacio familiar que además, durante el año, también acoge actividades como la Feria del Libro o conciertos de la Gran Feria de Julio.
Los Jardines de Viveros también acogen un pequeño museo de ciencias naturales.
3. Jardín Botánico
El Jardín Botànico de la Universitat de València, ubicado en la calle Quart, es un museo vivo. A pocos pasos de las Torrees de Quart, este jardín es un un espacio universitario abierto al público que tiene como misión popularizar el mundo vegetal fomentando su estudio, enseñanza, divulgación y conservación, así como también su uso sostenible.
Entre los objetivos del jardín se hallan mantener las colecciones científicas de plantas vivas, conservando un legado histórico de doscientos años de cultivo continuado, que incluye también los árboles monumentales y el patrimonio arquitectónico. Aún más, tiene la responsabilidad de mantener la tradición de los jardines botánicos en Valencia, que se remonta al siglo XVI, cuando la Universitat creó un huerto de simples para la enseñanza de la medicina.
Bajo su manto de vegetación, que se extiende a lo largo de cuatro hectáreas aproximadamente, podremos recorrer los diferentes continentes, imaginando lugares exóticos y lejanos o conociendo más de cerca las plantas que conforman nuestro paisaje mediterráneo, como una muestra de la gran biodiversidad que alberga el planeta.
4. Parque Central
El parque más reciente de València es el Parque Central. Y también tiene una historia detrás. La ciudad lleva décadas intentando soterrar las vías de ferrocarril que actualmente parten por la mitad a la ciudad y convertir esa zona en un gran pulmón verde. Pese a que las obras están ya en marcha, el objetivo final aún está lejos de poder alcanzarse. Pero hace unos años las administraciones implicadas llegaron al acuerdo de desafectar una de las zonas ferroviarias que ya no tenía uso y poder hacer un primer tramo de ese parque.
El Parque Central recae en los barrios de Russafa y Malilla. Son más de 100.000 metros cuadrados de jardines y fuentes, con edificios de las antiguas instalaciones ferroviarias obra del arquitecto Demetrio Ribes, que le dan al espacio un carisma especial.
Pensado para pasear con niños y con mascotas (hay zonas específicas para ello), el proyecto fue diseñado por la paisajista estadounidense Kathryn Gustafson. Forma una gran estructura de paseos y senderos de agua, que conectan entre sí diferentes espacios.
El Parque Central cuenta con zonas infantiles con rocódromo, toboganes o juegos de agua; zona para perros (delimitado por valla metálica, juegos para perros, pipican o papeleras, entre otros servicios); y zonas para el descanso o para el paseo.
La entrada principal está en la calle Filipinas, en la Plaza de las Artes, y cuenta con ocho entradas en total, dos por la calle Peris y Valero, una en la calle Doctor Domagk y las cinco de Filipinas.
5. Parques de barrio y grandes vías con arbolado
Valencia cuenta con otros parques con encanto en distintos puntos de la ciudad, especialmente en sus barrios. Destacan, por ejemplo el jardín de Ayora, que cuenta con una zona boscosa, el parque de la Rambleta, que recrea la antigua rambla de agua que se perdió con el plan sur, recuperando la vegetación propia, el de Marxalenes, una antigua huerta valenciana transformada en jardín, o el parque del Oeste, en las antiguas instalaciones del ejército del aire. Los jardines de Monforte, escondidos tras los grandes edificios de la Avenida Blasco Ibáñez, son un espacio especial en el que por su belleza se celebran actos como bodas.
Valencia también cuenta con algunas grandes vías arboladas, como los casos de La Gran Vía de Fernando el Católico, la Gran Vía Marqués del Turia, que bordea el Eixample de la ciudad, un ejemplo de urbanismo de especial interés, la Alameda o las Avenida del Reino de Valencia, con sus palmeras bordeando el paso central.
6. Las playas
Valencia cuenta con más de 20 kilómetros de playa. Se pueden dividir en dos: las urbanas, es decir, las que están al norte y que discurren junto al paseo marítimo de la ciudad, y las del sur, ubicadas en el entorno del Parque Natural de El Saler.
A las playas urbanas se puede llega a pie o en transporte público que en verano incrementa frecuencias. Tanto la EMT como Metrovalencia, a través de servicios de tranvía, dejan al visitante a pie de arena prácticamente.
Aunque mucha gente conoce a la playa de València como la Malvarrosa, en realidad la mayor parte de la playa es en realidad la playa del Cabanyal. También conocida como Les Arenes es el tramo de la playa que empieza junto al hotel que en su día fue el balneario de la ciudad. A continuación está la playa de la Malvarrosa, que llega hasta el término municipal de Alboraia, que cuenta con otra playa que los valencianos consideran como propia, La Patacona.
Se trata de playas que cuentan con todos los servicios propios de una playa durante las épocas de verano y con un paseo marítimo que incluye una gran oferta gastronómica.
Playas muy populares, muy concurridas en verano que tienen la ventaja de estar junto a la ciudad.
Las playas del sur están a solo 10 minutos de la ciudad y se puede llegar en bici (existe un carril bici que une la ciudad con la playa de Pinedo), transporte público y en vehículo privado.
Son unos 17 kilómetros de playa prácticamente virgen. La primera de las playas es Pinedo, que cuenta con un pequeño paseo marítimo y algunos restaurantes. Es la única que permite acudir con mascotas.
Y detrás viene una sucesión de hermosas playas que parece no acabar jamás: la de l’Arbre del Gos y la de El Saler. Esta última y la de Pinedo cuentan con zonas nudistas. Con la playa de la Garrofera entramos en pleno Parque Natural de L’Albufera, con un inmenso lago natural de agua dulce, el mayor de España, que se sitúa en frente del mar, delimitando una estrecha franja de arena, dunas y pinadas
A continuación se halla una auténtica joya, la playa de La Devesa de El Saler, un arenal auténticamente virgen de nuestro recorrido. Son 5 kilómetros de naturaleza en estado puro. El final del recorrido nos lleva a la de Perellonet-Recatí, playa urbanizada que tiene el aliciente de estar rodeada del característico paisaje de arrozales y que cuenta con dos canales habilitados para la práctica de todas esas modalidades que tanto te hacen disfrutar: surf, stand up paddle, windsurf, piragüismo…
7. El Saler
El Saler no es solo una playa. Es mucho más. De hecho, para los valencianos es una vivencia. Su bosque mediterráneo protegido por las dunas forman un paisaje casi único. La conocida como Devesa del Saler forma parte del Parque Natural de La Albufera, pero tiene una identidad propia y… una historia propia.
Como ocurrió el viejo cauce del Turia, la lucha vecinal impidió que el Saler se viera herido por una autopista y por un paseo marítimo que hubiera destruido las dunas, lo que hubiera dejado indefenso a los vientos del mar a la enorme pinada que precede a la playa.
Perderse por el bosque antes o después de darse un baño en la playa es una experiencia.
8. La Albufera
El Parque Natural de la Albufera de València es una joya medioambiental a pocos kilómetros al sur de la ciudad de Valencia. La gran laguna de agua dulce, comunicada con el mar a través de tres canales (golas, en valenciano) es parte no solo del día a día de las pedanías del sur de València, si no también de la historia colectiva. De la convivencia de los valencianos con el lago escribió Vicente Blasco Ibáñez en ‘Cañas y barro’.
Esta explosión de diversidad y de paisajes que es la Albufera acoge un hábitat de flora y fauna muy especial, con más de 350 especies de pájaros, plantas acuáticas y animales.
De la Albufera se puede disfrutar de muchas maneras: des de un paseo en barco o en rutas ciclistas para observar su riqueza natural a una visita al Tancat de la Pipa, un espacio que recupera la Albuera tal y como era hace siglos.
Los atardeceres de la Albufera son espectaculares. Ver el sol ponerse por el horizonte que marca la lámina de agua es un espectáculo natural digno de verse.
Pero la Albufera además mantiene una actividad económica sostenible, con el mantenimiento de cierta pesca y sobre todo en el cultivo del arroz. Eso da pie a poder degustar algunas de las especialidades gastronómicas que se cocinan con lo que el lago da. Entre esos platos, el all i pebre de anguilas. Pero cualquier arroz que pueda degustar en una visita a El Palmar, el pueblo que mantiene una mayor conexión con el lago, es una buena elección.
9. L’horta / La huerta
La huerta de València no es un jardín. Y no debe confundirse con un espacio de esparcimiento. Son espacios de producción agrícola que han sobrevivido al crecimiento urbano. Y aunque el avance urbanístico ha reducido notablemente ese entorno de cultivo especialmente de hortalizas, que rodeaba la ciudad, aún es posible ver esos espacios en algunos puntos del término municipal, tanto de València (especialmente en el sur), como en el colindante término de Alboraia, donde las plantaciones de chufas, el tubérculo del que se hace la horchata, crear un manto verde que desafía a las carreteras y centros comerciales que lo rodean.
Un respetuoso paseo por la huerta, recordando siempre que se trata de zonas de cultivo privadas, también es parte de la València verde.
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