El 17 y 18 de junio, el cómico regresa por octava temporada consecutiva con su «Ultrashow»

Miguel Nogue­ra.

El escri­tor, humo­ris­ta, dibu­jan­te y actor Miguel Nogue­ra vuel­ve a Sala Rus­sa­fa este fin de sema­na, fiel a su cita con el cen­tro de pro­duc­ción, for­ma­ción y exhi­bi­ción de artes escé­ni­cas, que visi­ta cada tem­po­ra­da des­de hace 2015.
El 17 y 18 de junio, en sesión gol­fa (a las 23 y 22:30 h, res­pec­ti­va­men­te), el públi­co podrá dis­fru­tar de dos sesio­nes de Ultrashow, un espec­tácu­lo que mez­cla ilus­tra­ción, impro­vi­sa­ción, can­cio­nes en vivo y diser­ta­ción, todo con el sello irre­ve­ren­te y absur­do que carac­te­ri­za el humor de Nogue­ra, un ver­so suel­to den­tro de la come­dia espa­ño­la. El pre­cio de las entra­das será de 14 euros.

A medio camino entre un pre­di­ca­dor tele­vi­si­vo y un divul­ga­dor des­ter­ni­llan­te, Nogue­ra sube al esce­na­rio can­tan­do una tona­da de cor­te medie­val para arran­car un show «ultra» por lo extre­mo, en el que va comen­tan­do entre 20–30 ideas, ocu­rren­cias, aso­cia­cio­nes de pen­sa­mien­tos e imá­ge­nes que ha tras­la­da­do a ilus­tra­cio­nes o fotos y que se pro­yec­tan sobre el esce­na­rio.

En otros momen­tos can­ta letras y tona­di­llas que van sur­gien­do sobre la mar­cha, dis­fru­tan­do de la impro­vi­sa­ción que va ali­men­tan­do el cli­ma crea­do con la res­pues­ta del públi­co. Carac­te­ri­za­do por su tono his­trió­ni­co y bufo­nes­co, se va cons­tru­yen­do un espec­tácu­lo que des­de 2004 ha ido evo­lu­cio­nan­do, dejan­do lugar a nue­vas ideas y a la espon­ta­nei­dad. El resul­ta­do es una fun­ción impre­vi­si­ble que visi­ta recu­rren­te­men­te mul­ti­tud de ciu­da­des espa­ño­las y que ha tras­pa­sa­do fron­te­ras, con sesio­nes en Bue­nos Aires, Bogo­tá y Ber­lín.  

La idea de este for­ma­to sur­gió al poco de aca­bar sus estu­dios de Bellas Artes y, en sus ini­cios, tenía un tono más per­for­má­ti­co. Inclu­so lle­gó a rea­li­zar un par de fun­cio­nes com­ple­ta­men­te des­nu­do. Pero esa tras­gre­sión se des­vió hacia el con­te­ni­do del show, que él defi­ne como catár­ti­co para sí mis­mo, pero tam­bién para los espec­ta­do­res, que se encuen­tran con las aso­cia­cio­nes de ideas más iló­gi­cas y las diser­ta­cio­nes más absur­das, olvi­dan­do las reglas pre­es­ta­ble­ci­das y dan­do cabi­da al humor negro y al surrea­lis­mo.

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