El dibujante Carlos Giménez cierra con honores la saga sobre su infancia en un centro del Auxilio Social durante la posguerra

Pabli­to (segun­do der.) y sus ami­gos del Auxi­lio Social.

Sal­vo excep­cio­nes —aho­ra solo se me ocu­rre, por razo­nes obvias, John Ken­nedy Too­le—, son pocos los auto­res de cual­quier dis­ci­pli­na que cie­rran sus carre­ras fir­man­do su gran obra maes­tra. El maes­tro Car­los Gimé­nez (1941) no es la excep­ción. Pero pocos como él, cons­cien­tes de que se les acer­ca el final, se han enfren­ta­do con tan­to valor y cohe­ren­cia a su últi­ma eta­pa. No digo nada que no se sepa: él mis­mo lo dibu­jó en  su Tri­lo­gía del Cre­púscu­lo (Cri­sá­li­da, Can­ción de Navi­dad y Es hoy; 2016–2020 ), en la que miró de fren­te a la muer­te con más tran­qui­li­dad y humor que resig­na­ción o mie­do. La enési­ma prue­ba de que esta­mos ante un artis­ta excep­cio­nal.

Por un lado, en los últi­mos años Gimé­nez ha segui­do amplian­do su tra­yec­to­ria con obras nue­vas (como La maqui­na del tiem­po o El prin­ce­si­to); por otro, ha apro­ve­cha­do para cerrar algu­nas de sus sagas míti­cas. Cuan­do nadie lo espe­ra­ba, por ejem­plo, nos tra­jo una visión cre­pus­cu­lar de Grin­go y Dani Futu­ro (Pun­to Final, 2019; Mien­tras el mun­do ago­ni­za, 2021) con la que des­pe­día a dos de los per­so­na­jes que le lle­va­ron a la cima.

Pasan los días —para él, pega­do a una mesa de dibu­jo— y sigue en su labor de cerrar la obra de la mejor mane­ra posi­ble. En este con­tex­to se sitúa su —espe­re­mos que solo de momen­to— últi­mo tra­ba­jo: Un “hogar” no es una casa, el noveno volu­men de la serie Para­cue­llos. No esta­mos, ni fal­ta que hace, ante una obra maes­tra, pero sí ante un cie­rre a la altu­ra del cómic más impor­tan­te de la his­to­ria del tebeo espa­ñol, como míni­mo, des­de que el noveno arte pudo por fin hacer­se adul­to con la lle­ga­da de la Demo­cra­cia.

Para­cue­llos 9 es un mira­da nos­tál­gi­ca a la saga, con Pabli­to y sus ami­gos hacien­do balan­ce de sus últi­mos años en el famo­so Hogar Social en el que Gimé­nez (alter ego de Pabli­to y vice­ver­sa) pasa­ron los años de la pos­gue­rra, mien­tras espe­ran, no sin des­con­fian­za, que las puer­tas se abran para poder irse y no vol­ver. Una mira­da que se retro­trae has­ta 1975, cuan­do apa­re­cie­ron en Mata ratos las pri­me­ras pági­nas de este cómic que, enton­ces, ni siquie­ra tenía nom­bre.

Los que espe­ren en este álbum fue­gos arti­fi­cia­les o una espe­cie de coro­na­ción del Eve­rest en la carre­ra de Gimé­nez, que no se moles­ten. Van a que­dar defrau­da­dos. Los tiem­pos han cam­bia­do. Para­cue­llos nació para dar voz a los per­de­do­res de la gue­rra —no todos eran repu­bli­ca­nos— en un momen­to en el que Espa­ña nece­si­ta­ba recon­ci­liar­se y no había exce­si­vo inte­rés en hacer memo­ria. De hecho, no se pue­de olvi­dar que inclu­so en El Papus, una de las varias cabe­ce­ras por las que pasó, las pági­nas de Gimé­nez resul­ta­ban incó­mo­das, y esta­mos hablan­do de una cabe­ce­ra que sufrió en sus car­nes un aten­ta­do de la ultra­de­re­cha.

El dibu­jan­te Car­los Gimé­nez (TELEFÓNICA).

Como el pro­pio autor se encar­ga de recor­dar en la intro­duc­ción —y hace bien por si hay algún amné­si­co en la sala—, si aque­llas pri­me­ras pági­nas se han con­ver­ti­do en una saga de nue­ve volú­me­nes fue gra­cias al míti­co dibu­jan­te fran­cés Gotlib, fun­da­dor de Flui­de Gla­cial, que ani­mó (y pagó) al autor para que con­ti­nua­ra. Lue­go lle­ga­rían las reco­pi­la­cio­nes en la colec­ción Papel Vivo (de edi­cio­nes de La Torre) y el res­to es his­to­ria. Una his­to­ria que, no hay que olvi­dar aun­que Tele­fó­ni­ca le haya dedi­ca­do una mag­ní­fi­ca retros­pec­ti­va o El País Sema­nal publi­ca­ra el año pasa­do una exten­sa entre­vis­ta, enton­ces muchos pre­fi­rie­ron igno­rar.

Eran otro tiem­pos. Fal­ta­ban casi 20 años para que Art Spie­gel­man demos­tra­ra con Maus que el tebeo pue­de ser alta lite­ra­tu­ra, pero que cons­te que Gimé­nez lo hizo antes. Y si alguien no me cree que bus­que en inter­net lo que opi­na­ba Will Eis­ner, el pri­me­ro en dar­le el sen­ti­do moderno a la eti­que­ta Nove­la Grá­fi­ca, de Para­cue­llos.

Un “hogar” no es una casa no va a pro­vo­car en los lec­to­res el efec­to que cau­sa­ron los pri­me­ros dos volú­me­nes de Para­cue­llos (a los que habría que sumar los dos pri­me­ros de Los pro­fe­sio­na­les y el pri­me­ro de Barrio) por­que los tiem­pos han cam­bia­do. Los muer­tos siguen en las cune­tas pero ya no están olvi­da­dos, y el edul­co­ra­do rela­to de la Tran­si­ción —en la que segu­ra­men­te se hizo lo que se pudo, y no hay nada ver­gon­zo­so en admi­tir­lo— lle­va años roto por las cos­tu­ras.

Y no lo digo como crí­ti­ca sino como lla­ma­da a la sen­sa­tez. Tam­po­co el Cor­to Mal­tés de Rubén Pelle­je­ro y Juan Díaz Cana­les —glo­rio­so, por cier­to—, podrá pro­vo­car las mis­mas sen­sa­cio­nes que La bala­da del mar sala­do en 1967, pero sí res­pe­tar el lega­do y con­se­guir que en el lec­tor aflo­ren los recuer­dos del día que cono­ció al mari­ne­ro que se las daba de no dár­se­las.

Para­cue­llos 9 nos recuer­da una his­to­ria magis­tral y nos invi­ta a vol­ver a los hoga­res del Auxi­lio Social de la pos­gue­rra (con nom­bres como Para­cue­llos, Gene­ral Mola, Gar­cía Mor­la…), con el ham­bre, la humi­lla­ción y el mie­do omni­pre­sen­tes, pero tam­bién con la mira­da ino­cen­te de Pabli­to, de Zam­pa­bo­llos (el que todo lo ve y al que nadie ha vis­to); de Anto­nio, el sádi­co falan­gis­ta; el padre For­ca­da, que pre­di­ca­ba con su ejem­plo el men­sa­je del Evan­ge­lio; el padre Rodrí­guez, inven­tor de la doble bofe­ta­da; y sus ami­gos Cagapo­co, Peri­bá­ñez, Gál­vez… y todos los demás. Una serie que ha toca­do todos los géne­ros (terror, come­dia, dra­ma, aven­tu­ras..) y cuyo colo­fón lle­ga­rá el día que a Gimé­nez, el autor que con­vir­tió en pro­ta­go­nis­ta de la His­to­ria a los olvi­da­dos, le den el Prin­ce­sa de Astu­rias. Soñar es gra­tis.

Título: Paracuellos 9. Un "hogar" no es una casa
Autor: Carlos Giménez
Editorial: Reservoir Books
Páginas: 144
Características: Tapa dura (blanco y negro)
Precio: 18,90 euros

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