El autor de «La soledad era esto» asegura que volver a la ciudad «no ha destrozado aquella idea de paraíso perdido» que tenía para él el cap i casal

Juan José MIllás, duran­te la cere­mo­nia (ROBER SOLSONA / EUROPA PRESS).

El escri­tor Juan José Millás se ha «reen­con­tra­do» con su Valèn­cia natal este miér­co­les para reco­ger el Pre­mi de les Lle­tres Valen­cia­nes de la Gene­ra­li­tat, un nue­vo regre­so a la capi­tal del Turia que para el autor «cie­rra un círcu­lo» tras emi­grar en su infan­cia.

«En nin­guno de mis via­jes a Valen­cia se ha roto ese encan­to de un lugar más ima­gi­na­rio que real. El encuen­tro con la reali­dad no ha des­tro­za­do aque­lla idea de paraí­so per­di­do», ha afir­ma­do en el acto de entre­ga del diplo­ma, infor­ma Euro­pa Press.

En su dis­cur­so, Millás ha rela­ta­do que vivió en Valen­cia has­ta los seis años, cuan­do se mudó a Madrid «por razo­nes fami­lia­res» y se ins­ta­ló «en un barrio que sar­cás­ti­ca­men­te se lla­ma­ba Pros­pe­ri­dad», un «subur­bio feo, hos­til, frío y espan­to­so. Mi vida se divi­dió entre el antes y des­pués de Valen­cia», un «cor­te bru­tal» al dejar la ciu­dad don­de él y su fami­lia eran «muy feli­ces» e iban a la pla­ya todos los fines de sema­na.

Millás ha recor­da­do la nove­la La loca de la casa, de Rosa Mon­te­ro, «que cuen­ta que ella hizo una espe­cie de encues­ta según la cual un por­cen­ta­je muy alto de escri­to­res han teni­do en una épo­ca remo­ta de su vida una pér­di­da real o ima­gi­na­ria. Pare­ce que sin esa pér­di­da es impo­si­ble escri­bir. Se escri­be en cier­to modo para repa­rar esa pér­di­da, coser esa heri­da que no tie­ne sutu­ra», ha expues­to el autor sobre su año­ran­za.

Des­de Madrid, Millás empe­zó a pen­sar en «Valen­cia como espa­cio míti­co» que se con­vir­tió para él en un «paraí­so per­di­do», un «lugar irreal». En su hogar en la capi­tal, un jue­go de luces en la pared dibu­ja­ba la for­ma de una puer­ta y él ima­gi­na­ba que era «una puer­ta fan­tás­ti­ca» por la que salir a la pla­ya. «Juga­ba mucho a alcan­zar esa puer­ta», ha recor­da­do.

El escri­tor tar­dó «mucho» en vol­ver a Valen­cia, has­ta que tuvo «vein­ti­tan­tos», por­que «tenía mucho mie­do de con­tras­tar» su fan­ta­sía. «No había nin­gu­na posi­bi­li­dad de que la fan­ta­sía sobre­vi­vie­ra, nin­gu­na fan­ta­sía sobre­vi­ve al con­tac­to con la reali­dad», ha expre­sa­do.

No obs­tan­te, cuan­do regre­só al cap i casal en su vein­te­na empe­zó a «calle­jear al azar» por la zona en la que nació y se encon­tró con el mer­ca­do que visi­ta­ba de la mano de su madre y su «arqui­tec­tu­ra fan­tás­ti­ca», acom­pa­ña­do de la hume­dad del mar que había olvi­da­do. «Me que­dé fas­ci­na­do». Des­pués reca­ló en la Pla­za Redon­da, «ese pro­di­gio arqui­tec­tó­ni­co muy oní­ri­co, como de un sue­ño, al que recor­da­ba haber ido» con su madre. «Vol­ví de Valen­cia a Madrid y la ima­gen no se había roto en abso­lu­to. Valen­cia seguía sien­do un lugar irreal», ha resal­ta­do.

Des­de enton­ces, siem­pre que regre­sa pro­cu­ra no «aven­tu­rar­se en luga­res peli­gro­sos que pudie­ran rom­per esa ima­gen. Siem­pre me ha segui­do pare­cien­do el lugar que exis­te en mi ima­gi­na­ción», ha des­ta­ca­do.

Por ello, cuan­do le dije­ron que iba a reci­bir este «pre­mio irreal» en «este sitio ima­gi­na­rio e irreal», le pare­ció «que se cerra­ba un círcu­lo», ha agra­de­ci­do.

El escri­tor reco­ge el pre­mio de manos del Pre­si­den­te Ximo Puig (GVA).

Los sueños y los milagros

Ade­más, el autor ha narra­do que fue en la pla­ya de la ciu­dad don­de le suce­dió el pri­me­ro de los «varios mila­gros» que ha vivi­do a lo lar­go de su vida. A ella acu­día todos los fines de sema­na y, la noche de antes de uno de esos días, soñó que hacien­do un agu­je­ro en la are­na encon­tra­ba una pese­ta. «Era una mone­da que, con inde­pen­den­cia de la efi­gie, remi­tía a teso­ros», ha reme­mo­ra­do, y «era tan sóli­da, tenía tal cali­dad real», que pen­só que si la apre­ta­ba muy fuer­te en su mano al des­per­tar segui­ría ahí y no podría «esca­par». Pero al abrir los ojos no esta­ba.

Enton­ces fue a la coci­na don­de su madre esta­ba pre­pa­ran­do los boca­di­llos para ir a la pla­ya y le con­tó su sue­ño. Des­pués reco­gie­ron las cosas y mar­cha­ron a la pla­ya, don­de mien­tras sus her­ma­nos juga­ban en el agua, él se que­dó con su madre que esta­ba sen­ta­da en su silla. «Me dijo “¿por qué no haces un agu­je­ro en la are­na a ver si encuen­tras la pese­ta del sue­ño?”. Empe­cé a escar­bar y efec­ti­va­men­te la encon­tré», ha expli­ca­do.

El escri­tor ha expli­ca­do que siem­pre ha reme­mo­ra­do este epi­so­dio y años des­pués, rela­tán­do­se­lo a su psi­co­ana­lis­ta, cayó en la cuen­ta que que había sido su madre «la que había meti­do la pese­ta. Lo sor­pren­den­te es que yo me hice mayor y jamás se me ocu­rrió» y como ella ya había falle­ci­do no lo pudo con­tras­tar.

Millás, duran­te su dis­cur­so (GVA).

«Sig­ni­fi­có dos cosas: una, que si había sido mi madre yo tenía una madre omni­po­ten­te, capaz de orga­ni­zar los sue­ños, y tener una madre omni­po­ten­te es bueno y malo, o bien que los sue­ños se cum­plían. Salir a la vida con la idea de que los sue­ños se pue­den rea­li­zar es salir con cien años de ven­ta­ja», ha remar­ca­do.

UN PREMIO SINGULARIZADO

La cere­mo­nia de entre­ga se cele­bró el miér­co­les 16 en el Palau de la Gene­ra­li­tat y ha arran­ca­do con una actua­ción del rap­so­da Vicent G. Camps, que ha inter­pre­ta­do un poe­ma de Marc Gra­nell, tam­bién reco­no­ci­do con esta dis­tin­ción auto­nó­mi­ca; segui­da­men­te ha reci­ta­do un Mare de María Beney­to (que tam­bién cuen­ta con este galar­dón), Antes del odio de Miguel Her­nán­dez y un ter­ce­ro de Juan José Millás escri­to en su juven­tud, para fina­li­zar con un frag­men­to del Tirant lo Blanch, que ha dado paso a la entre­ga del diplo­ma y a la inter­ven­ción del escri­tor.

La clau­su­ra del acto ha corri­do a car­go del pre­si­den­te de la Gene­ra­li­tat, Ximo Puig, quien ha avan­za­do que este galar­dón bia­nual que otor­ga la ins­ti­tu­ción se entre­ga­rá de for­ma sin­gu­la­ri­za­da en fechas pró­xi­mas al 20 de noviem­bre, Dia del Lli­bre Valen­cià, y alter­na­rá en cada edi­ción la dis­tin­ción a auto­res en valen­ciano y cas­te­llano.

El perio­dis­ta Juan José Millás Gar­cía o Juan­jo Millás (Valen­cia, 31 de enero de 1946), Hijo del inven­tor valen­ciano Vicen­te Millás Mos­si, comen­zó a estu­diar Filo­so­fía y Letras, pero lo dejó para entrar a tra­ba­jar en Ibe­ria, don­de empe­zó a com­pa­gi­nar su tra­ba­jo admi­nis­tra­ti­vo con la escri­tu­ra.

Publi­có su pri­me­ra nove­la en 1975, Cer­be­ro son las som­bras —con la que ganó el pre­mio Sésa­mo—. Lue­go lle­ga­rían Visión del aho­ga­do (1977) y El jar­dín vacío (1981) y has­ta un total de vein­te obras, de las que l más cono­ci­da es, pro­ba­ble­men­te, La sole­dad era esto (1992).

A la lis­ta hay que aña­dir otros seis libros de no fic­ción y quin­ce reco­pi­la­cio­nes de rela­tos. Cuen­ta con una dece­na de pre­mios, entre los que des­ta­can el Nadal (por La sole­dad era esto), el Pla­ne­ta (El mun­do, 2007) y el Pre­mio Nacio­nal de Narra­ti­va del Minis­te­rio de Cul­tu­ra, un año des­pués por la mis­ma obra. Como perio­dis­ta, su labor ha esta­do, sobre todo vin­cu­la­da al gru­po Pri­sa, tan­to a El País como en la Ser (actual­men­te par­ti­ci­pa en A vivir que son dos días)

 

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