Un documental sorprendente. El crítico (estrenado el pasado 21 de octubre en TCM), dirigido por Juan Zavala y Javier Morales, y producido por Turner Broadcasting System, es un recorrido durante 1 hora y 20 minutos por la trayectoria y personalidad de Carlos Boyero (Salamanca, 1953).


Reco­no­ci­do crí­ti­co cine­ma­to­grá­fi­co, Boye­ro publi­có pri­me­ro en Dia­rio 16 y El Mun­do y lue­go, des­de 2007, en El País, siem­pre con un len­gua­je que tie­ne algo de “los des­aho­gos del últi­mo mohi­cano”. Nom­bres des­ta­ca­dos de la crí­ti­ca, el cine y el perio­dis­mo espa­ñol opi­nan en el docu­men­tal sobre el per­so­na­je: Fer­nan­do True­ba, Álex de la Igle­sia, Anto­nio de la Torre, Miguel Marías, Bor­ja Her­mo­so, Bea­triz Mar­tí­nez, Núria Vidal, Miri­to Torrei­ro, Anto­nio Lucas… 

Digo que el docu­men­tal es sor­pren­den­te por­que has­ta aho­ra, en Espa­ña, nin­gún crí­ti­co de cine había mere­ci­do tan­ta aten­ción, ni siquie­ra lo con­si­guió el pecu­liar, popu­lar y diver­ti­do Alfon­so Sán­chez (Madrid, 1911–1981). Nada par­ti­da­rio de la tec­no­lo­gía (para él, Inter­net es un mun­do inex­plo­ra­do), Boye­ro no tie­ne car­net de con­du­cir, admi­ra el cine clá­si­co de Holly­wood, le abu­rren las pelí­cu­las asiá­ti­cas y sus refe­ren­cias más admi­ra­das en el cine espa­ñol son José Isbert, Fer­nan­do Fer­nán Gómez Luis Gar­cia Ber­lan­ga (sobre todo por Bien­ve­ni­do, Mis­ter Marshall, Plá­ci­do El ver­du­go). 

Car­los Boye­ro en su biblio­te­ca. Foto: Inma Flo­res

Veo El crí­ti­co de un tirón. Es intere­san­te y está rea­li­za­do con sobrie­dad y buen rit­mo. Pero duran­te su hora y vein­te minu­tos de dura­ción no ceso de hacer­me una pre­gun­ta: ¿el tra­ba­jo de Boye­ro mere­cía real­men­te un docu­men­tal? Boye­ro escri­be muy bien, sobre todo a la hora de las des­ca­li­fi­ca­cio­nes; en ese terreno es duro y ocu­rren­te. Posee una per­so­na­li­dad con aro­mas de las “flo­res del mal” (con­fie­sa adic­cio­nes a las dro­gas, el alcohol y el jue­go, y haber sido habi­tual de los bur­de­les). Pero el mayor inte­rés de sus cró­ni­cas es saber has­ta qué pun­to le ha has­tia­do la pelí­cu­la que aca­ba de ver. Cuan­do mayor es su agre­si­vi­dad, más divier­te o enfu­re­ce a sus lec­to­res. A menu­do pare­ce como si el tris­te y diver­ti­do Boye­ro (quie­nes le cono­cen bien afir­man que es las dos cosas, tris­te y diver­ti­do) tuvie­se entre sus manos una moto­sie­rra con la que cor­ta todas las cabe­zas que se ponen al alcan­ce de su plu­ma perio­dís­ti­ca. La mala leche, con­ver­ti­da en espec­tácu­lo.

Es rara la pelí­cu­la que le gus­ta. Los supues­tos fal­sos pres­ti­gios, las modas y el ambien­te pro­gre de los fes­ti­va­les le pro­vo­can abu­rri­mien­tos, har­taz­gos, indig­na­cio­nes… Sus palos a las pelí­cu­las de Pedro Almo­dó­var son unas de las his­to­rias más comen­ta­das del perio­dis­mo patrio. Has­ta tal pun­to fue­ron fero­ces esas crí­ti­cas que el cineas­ta man­che­go lle­gó a pedir a El País que tira­ran a la calle a Boye­ro. No lo con­si­guió.

Me refu­gio en este párra­fo en la filo­so­fía y los mati­ces. La sin­ce­ri­dad es una vir­tud temi­ble. Así lo dice True­ba en El crí­ti­co. Cuan­do alguien le anun­cia que va a ser sin­ce­ro, “ten­go cla­ro que van a poner­me ver­de”, afir­ma el direc­tor de Belle Épo­que. Ni siquie­ra está cla­ro que la sin­ce­ri­dad sea una vir­tud, ya que ser sin­ce­ro no ase­gu­ra la luci­dez. La sin­ce­ri­dad, mani­fes­ta­da con bru­ta­li­dad, es casi siem­pre una mane­ra de com­ba­tir nues­tros demo­nios inte­rio­res. El prin­ci­pal de ellos, la frus­tra­ción. 

Ten­go mis reser­vas hacia esa apo­lo­gía del sub­je­ti­vis­mo que defi­ne el tono crí­ti­co de Car­los Boye­ro. Con todo, esa vio­len­ta (ver­bal­men­te) for­ma de ejer­cer la crí­ti­ca, la pre­fie­ro mil veces a la que des­de hace años se ha impues­to en la mayo­ría de las publi­ca­cio­nes cine­ma­to­grá­fi­cas, espe­cial­men­te las de Foto­gra­mas, anta­ño muy influ­yen­tes. Las que publi­ca la vete­ra­na revis­ta men­sual cata­la­na no per­te­ne­cen al géne­ro de la crí­ti­ca. Son, casi todas, publi­ci­dad enmas­ca­ra­da.

Hago el recuen­to, a modo de ejem­plo, de las apa­re­ci­das en el últi­mo núme­ro de la revis­ta (octu­bre, 2022). Se comen­tan 16 pelí­cu­las, con cin­co estre­llas, Impres­cin­di­ble, como máxi­ma nota; cua­tro estre­llas equi­va­len a la reco­men­da­ción No se la pier­da; tres, No lo lamen­ta­rá; dos, Se deja ver, y una estre­lla, Allá usted. De esas 16 pelí­cu­las, tres pelí­cu­las son valo­ra­das con 5 estre­llas; 7, con cua­tro estre­llas, 6 con tres estre­llas y nin­gu­na con una o dos estre­llas. Todo lo que se estre­na es bueno para Foto­gra­mas. En los núme­ros de enero, febre­ro, mar­zo, abril… etcé­te­ra, de este año y de años pasa­dos, en las pági­nas de crí­ti­ca de Foto­gra­mas había más estre­llas que en el cie­lo.

No me entu­sias­ma Boye­ro. Es más, a menu­do me irri­ta. Pese a todo, tal y como está el pano­ra­ma, le hago una peti­ción: no te jubi­les, Car­los. Sigue sien­do nues­tro malo de con­fian­za. Aban­do­na esa ten­ta­ción tuya de tirar­te por el bal­cón o tomar­te cen­te­na­res de bar­bi­tú­ri­cos para des­pe­dir­te de esta extra­ña aven­tu­ra lla­ma­da vida. Así lo con­fie­sa Boye­ro en los últi­mos minu­tos de El crí­ti­co. No lo hagas, cole­ga. Aguan­ta, aguan­ta. Y de vez en cuan­do mien­te un poco, aun­que sea por cari­dad.


LA COLUMNA ABIERTA de Rafa Marí

«Que la vida iba en serio / uno lo empie­za a com­pren­der más tar­de”
Jai­me Gil de Bied­ma

Duran­te los dos últi­mos años, el perio­dis­ta cul­tu­ral Rafa Marí ha veni­do publi­can­do en este espa­cio de Valen­cia City sus cró­ni­cas sobre cine, pri­me­ro como Dia­rio de un ciné­fi­lo, y pos­te­rior­men­te bajo el títu­lo Des­de el sillón de mi casa… en Mis­la­ta. Han sido dos años de diver­ti­das y ori­gi­na­les digre­sio­nes sobre su gran pasión, el cine, pero aho­ra toca explo­rar nue­vos terri­to­rios, reno­var una fruc­tí­fe­ra cola­bo­ra­ción, una colum­na abier­ta.

En aje­drez, otra de las inte­li­gen­tes acti­vi­da­des de Rafa Marí, una colum­na abier­ta es una colum­na sin peo­nes; en el perio­dis­mo, una colum­na abier­ta es una colum­na don­de pue­de refle­xio­nar­se sobre el pre­cio de las cosas, la alta coci­na, un libro, una pelí­cu­la o los amo­res de Isa­bel Pan­to­ja.

Pese a ser un perio­dis­ta tar­dío, Rafa Marí (Valen­cia, 1945) ha teni­do tiem­po para tra­ba­jar en muchos medios de comu­ni­ca­ción: Car­te­le­ra Turia, Cal Dir, Valen­cia Sema­nal, car­te­le­ra Qué y Don­de, Noti­cias al día, Papers de la Con­se­lle­ria de Cul­tu­ra, Leva­n­­te-EMV, El Hype… Siem­pre en las pági­nas de cul­tu­ra. En 1984 se incor­po­ró a la redac­ción de Las Pro­vin­cias, dia­rio don­de actual­men­te ejer­ce su acti­vis­mo como gran comen­ta­ris­ta.

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